Yo no dono nada

Todavía. En sus Tesis de Abril (1917), Lenin ya proponía como programa de los bolcheviques -y esto se verificaría tras la Revolución de Octubre- que “los salarios de los funcionarios, todos los cuales son elegibles y removibles en cualquier momento, no deberán nunca exceder el salario medio de un obrero calificado”. Creo que o el presidente Chávez planteó mal el asunto de la riqueza y el PSUV, o se le escamotea la propuesta con una suerte de oportunismo que tiene hasta sabor de mamadera de gallo.

El salario medio de un obrero calificado no es, por cierto, el que devengan en Venezuela los magistrados del Tribunal Supremo, del Poder Ciudadano, gobernadores, diputados y ni hablar de los notarios públicos, directivos de empresas y corporaciones del Estado, Seniat y un largo etcétera, más la discrecionalidad con la que disponen de dinero, naves, vehículos, viajes, choferes, custodias, asignaciones y contratos.

Los escuálidos se van a dar banquete contando las hectáreas de la familia Chávez en Barinas o los parientes de altos responsables gubernamentales con negocios desde la banca hasta el hipismo. Y entonces tenemos que Eduardo Manuitt dona un vehículo. Tarek William Saab un chevrolito Corsa del año 2001. Muller Rojas lo que tiene entre sus parietales, Saúl Ortega y Luis Tascón su entrega de vida si es preciso a la causa y Earle Herrera más bien carencias, pues se confiesa hombre limpio.

Por favor. Eso es como si mi familia que tiene un restaurancito ofrezca un plato de parrilla con yuca o dos de bistec con spaguettis. El planteamiento debería ser al revés: los revolucionaros deben contar, efectivamente, con los medios necesarios y suficientes para su sustento, progreso y el de sus familias, pero la posesión y multiplicación de medios de producción y distribución y de cuantiosas cuentas bancarias es otra cosa. Deben escoger: política o negocios.

Pero ¿cómo hacemos para desmontar este laberinto? El PSUV debería dotarse de un estricto código de ética, de una contraloría interna, de un programa que recogiese nociones ciertas de igualdad y hermandad entre sus militantes, la lucha por instituciones donde el funcionariado político gane el salario medio de un obrero calificado. Pero también es preciso que los funcionarios publiquen sus declaraciones de bienes y cesen la ostentación de bonanza, de lujos, de camionetas, guardaespaldas…

Y el comandante Chávez, también quiero decirlo, debe elaborar mejor propuestas interesantes como éstas, antes de lanzarlas al viento. Las expresiones de los Manuitt y los Saab se corresponden con esas exposiciones de cariz religioso que el presidente hace sobre camellos y agujas, pues justamente la secta de los fariseos era en tiempos bíblicos la de quienes hacían hipócritas gestos de caridad. A eso conducen esos golpes de efecto como pedir que se lleven neveras a las plazas Bolívar, cuando lo que verdaderamente se debe poner en discusión es la contradictoria colusión de intereses entre negocios y política revolucionaria. Por eso, hasta que no se aclaren las cosas, no entregaré la licuadora y el microondas que tengo repetidos.


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