La prioridad en la interacción alcalde-ciudadano, es la comprensión de las necesidades de cada. Si el objetivo es la ciudad, ella debe circunscribirse en el marco de las vivencias de sus habitantes. Más que una interacción, la mancomunidad alcalde-ciudadano, es una simbiosis, toda vez que este se convierte en la brújula que viabiliza los anhelos, las esperanzas y los deseos de los ciudadanos que él lidera.
Es necesario entender que no estamos hablando de un tirano, sino de una especie de baqueano, a quien el grupo le asigna la confianza para que conduzca sus destinos. Y si bien ese baqueano, sabe por dónde conducirse, como todo ser humano, tiene dudas, confusiones y atascos, por lo que necesita voltear hacia el grupo que está conduciendo para preguntarle si va, o si es necesario cambiar de curso, o si es menester hacer una pausa para reflexionar, o si se impone que los escasos o cuantiosos recursos de los que se dispone, sean destinados a tal cual obra, o a tal o cual servicio.
Ya sabemos que el municipio tiene un gasto ordinario. Esto quiere decir que lo hace todos los meses. Eso incluye salarios, gastos administrativos, medicamentos y cosas sanitarias para mantener los servicios médico-odontológicos, pago de transporte (lubricantes, gasolina, cauchos, repuestos, etc). Hay un gasto extraordinario que no suele ser siempre, pero que si aparece suele ser alto, como desastres, lluvias, derrumbes, catástrofes, etc. Y hay lo que podría llamarse un cargo de inversión, que curiosamente es donde se ve la gestión del alcalde, y no es otra cosa que los proyectos hechos y por hacer. Y esos, usualmente requieren de una fuerte inversión: perforación de pozos de agua, construcción de calles y brocales, poner o recuperar el agua potable en una comunidad, asfaltado de las calles, mantenimiento de escuelas municipales, construcción de canchas deportivas. Y a eso debe sumarse: las tareas sociales como una beca escolar, auxiliar a un deportista, financiar a un grupo de ecologistas para una tarea, pagar la operación de una viejita, o un trasplante de corazón, o la operación de un bebé con problemas encefálicos.
Pero, además, un alcalde es un dirigente político. En esencia explica que su tarea es llevar a la comunidad que preside por los caminos que son los correctos desde el punto de vista político-filosófico. Es decir, un alcalde que no entienda que su primera tarea es crear conciencia política y que esa conciencia política, es la que realmente conduce a una conciencia ciudadana, está viendo el problema de manera equivocada.
Es un gerente político. Y es un gerente ciudadano. Si es un militante de izquierda, su tarea es hacer la revolución dentro de su municipio. Y si cuando salga de allí, los habitantes de ese municipio, entendieron que el alcalde tenía razón. La batalla está ganada. Esa es la verdadera batalla.