La guerra y el socialismo

La guerra siempre ha sido una parte importante de la humanidad, sin embargo el capitalismo ha hecho de la guerra un método inhumano o anti humano para sus fines mezquinos, desolando pueblos y arrasando la naturaleza sin calcular sus consecuencias, ocasionando un desbalance moral y material que ha puesto en peligro la existencia de la misma especie humana. ¿Por qué inhumano?, porque la guerra, así parezca una paradoja, antes del capitalismo y de las guerras modernas, en la victoria siempre ha habido algo en favor de la vida con la ampliación de formas civilizatorias, y no pocas veces esos conocimientos civilizatorios han surgido del vencido más que del vencedor, han fortalecido y ennoblecido a la humanidad; detrás de muchas guerras subyace la idea humana de colonizar y civilizar, no colonizar y arrasar como hicieron los ingleses en Norteamérica, o el capitalismo en el mundo. Los antiguos capitanes propagaron en la memoria colectiva la fama del vencedor, más que el exterminio del vencido. El verdadero enemigo de los pueblos siempre ha sido la deshonra, el hambre, la falta de tierras y las enfermedades y la muerte. Pero lo que aquellos hombres refrenaban en sus enemigos los hacía más fuertes y más nobles, porque eran sus iguales en la lucha.

Hoy, para los capitalistas el enemigo es algo que sobra, desechable; si no es útil se desecha. El utilitarismo del capitalismo se traslada a la guerra con un inmenso desprecio por la vida, por la humanidad y sus valores principales, la idea básica que gobierna la lógica del capital es esta. Un occidente europeizado capitalista hoy desprecia a un pueblo que no está dispuestos a cambiar sus creencias y su cultura por los hábitos de consumo capitalista, lo que motiva al occidente capitalista arrasar con los pueblos del medio oriente, que hacen vida encima de un mar de petróleo o agua potable subterránea, porque para ellos esa gente rara que toma leche de camello y como dátiles, con costumbres raras, no tiene derecho a existir junto a sus hábitos y sus culturas, a desarrollar sus pueblos dentro de sus tradiciones milenarias; los petulantes deciden que el agua potable subterránea de los desiertos, el petróleo, o a cualquiera de sus recursos naturales, no es digno de un pueblo que no consumen sus porquerías, porque estos pueblos orientales no piensan (ni consumen) como hacen los tontos occidentales en el capitalismo. Por lo tanto son desechables, son molestos, si no son útiles y si no se pueden domeñar tienen que morir.

Una América europeizada capitalista desprecia Haití por ser muy pobre y poblada por gente muy arisca que "sobra" en la "civilización" capitalista. Para ellos es necesario que se la someta y si fuera posible exterminarla. Lo mismo pasa en el resto de América, y en el África negra; no son pueblos lo suficientemente consumidores, dóciles, "civilizados", no son un buen mercado como para justificar su existencia.

La guerra en el capitalismo es en contra de aquella parte de la humanidad que no le es rentable al capital. Esta guerra es despiadada y fría. En ella se usa la mentira y la violencia, pero cuando la guerra es directa se busca distancia del horror, emplean drones, cohetes, formas automatizadas de exterminio a fin de evitar las implicaciones humanas en las devastaciones; y los guerreros son máquinas homicidas, mercenarios, y los que no, también son preparados como homicidas, vaciados de consciencia y razones. En el capitalismo lo que no es útil como mercancía se desecha, si no produce lucro no sirve, esa es su lógica, una lógica plana y simple.

En la otra orilla, el socialismo es un ideal temible por los ideólogos del capital. Es un norte a seguir el cual restituye el equilibrio de las pulsiones humanas. Mientras el capitalismo que nos induce a la disolución social, a la destrucción de la naturaleza, el socialismo restituye el impulso humano de ordenar el caos, de darle forma humana, racional a instintos encontrados, el egoísmo que codicia y compite y la subsistencia en sociedad de forma solidaria, inteligente y racional.

El socialismo es una forma radical de restituir los valores humanos desde los más básico, la igualdad y la justicia social originarias que estable la razón, diluir el instinto de guerra en una vida social equilibrada en la disensión y la perfección, la discusión y el cambio como formas de convivencia; resolver las diferencias en el debate público, en los certámenes y juegos, estableciendo reglas simples, y en la educación para la crítica y la perfección. Para nuestra especie la educación siempre ha sido la forma humana por excelencia para superar las asperezas de la naturaleza y la violencia, el medio propio de perpetuarnos como especie; la educación como experiencia, tradición, como transmisión de valores y conocimientos; educación para enseñar a los más jóvenes a cómo aprender, como pensar, trabajar y convivir.

No es la educación occidental hecha para propalar prejuicios judeocristianos y seudocientíficos propios del capitalismo, formas ideológicas hechas para la dominación de unos pocos sobre muchos al costo que sea y de forma fatalista: las religiones de la fatalidad y las seudociencias de la fatalidad.

El socialismo es confrontar la ideología del capital, la de los oligarcas, a favor de la ideología del trabajo, de la justicia social y la igualdad, para compensar el extravío humano, para cambiar el mundo y al hombre, desarrollar la verdadera individualidad en libertad en una sociedad sana, vivir en ese equilibrio, como el volatinero, siempre cerca de la verdad.



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Héctor Baiz

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