Carl Von Clausewitz, aquel brillante militar prusiano, dijo en su maravillosa obra El Libro de la Guerra (que todo dirigente político debe leer): "La guerra es la política por otros medios", y que sus intérpretes posteriores agregaron "la continuación", para poder darle forma a la expresión "la política es la continuación de la guerra, por otros medios".
La guerra es un hecho que nadie puede obviar. Solo que hoy día los escenarios son otros y las armas también. Se ajusta a la frase del prusiano. A menos que sea estrictamente necesario el uso de la violencia. Porque la guerra de Vietnam dejó una macula y una tragedia sobre la ética gringa (como si alguna vez la han tenido), que obligó a desarrollar lo que se llamó Guerra de Cuarta Generación, cuya esencia es encontrar formas de implosionar a los países, con la ayuda de quintas columnas internas. Es una guerra sin cuartel que, en el caso de Venezuela, no solo es la imposibilidad incluso de exportar petróleo, sino de producir o de importar los productos esenciales para la manutención de los pobladores.
Esa es la razón fundamental por la que las sociedades modernas, no pueden depender de la capacidad de producción de otros países, porque cualquier producto de la industria, sea alimentos o medicamentos, telas o repuestos, vehículos, etc, hoy día es instrumento de la Guerra de Cuarta Generación. Hasta no hace mucho, esta guerra era oculta, o al menos se hacía todo lo posible para invisibilizarla. En estos momentos, su aplicación es a rajatabla en algunos países que osaron enfrentarse al imperio, y por supuesto tiene niveles diferentes de aplicación, como en el caso de Venezuela, donde ha sido implacable, al punto de prohibir a las trasnacionales de la medicina, vender productos para la diálisis de pacientes renales, o retrovirales para pacientes de VIH; o la salida de barcos a aguas internacionales para vender petróleo y sus derivados, o cualquier producto que se pudiera vender fuera del país. Y las sanciones no llegan hasta allí. La pena es también para cualquier empresa foránea que se le ocurra negociar con Venezuela. Eso es imposible de soportar para un país que importaba el 90% de lo que consumía.
Por ello Hugo Chávez, en aquel extraordinario proyecto el Plan de la Patria, si acaso esbozó el avanzado material político que yo haya leído en los últimos años. En su contenido están expuestos los cinco puntos fundamentales, por cuya aplicación y desarrollo, el país iría por destinos distintos y avanzados.
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La defensa y consolidación de la independencia nacional.
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La construcción del socialismo bolivariano del siglo XXI.
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La transformación de Venezuela en un país potencia en lo social, económico y político.
Chávez era quizás el hombre más avanzado de la política mundial que quedaba vivo. Razón por la que fue asesinado. De aquel hombre confundido y en continua búsqueda que comenzó a gobernar en 1999, al Chávez estadista del 2015, había una distancia impresionante. No solo entendía la política, local y mundial, sino que entendía la historia, local y mundial. Y mucho más profundo que eso, entendía a los seres humanos como el sujeto histórico protagonista de toda esa cosmogonía, pues sin él, nada era posible.
Esa era la razón por la prisa que tenía con Venezuela, en el sentido de su crecimiento y de su desarrollo. Ese empeño en que aprendiéramos de tecnología, de desarrollo, de medicina, de agricultura, de tierras, de exploración, de petroquímica. Por ello su empeño por convertir los politécnicos en universidades tecnológicas para desarrollar la petroquímica, proyecto que nunca cuajó porque fue saboteado por miembros de su propio gobierno. O Movilnet, quebrada intencionalmente para que sea privatizada; o Cantv que se convirtió en una desgracia para los usuarios; o las empresas del Estado que ninguna terminó de servir en donde se invirtieron cientos de miles de millones de bolívares y se perdieron. Son casi icónicos cuatros casos: Leche Los Andes, Invepal, Invetubo y Venvidrio, cada uno más traumático que el otro. Leche Los Andes, en manos privadas, producía 70 renglones distintos y terminó haciendo solo leche, pero en cantidades que no cubrían ni siquiera el mercado de Carabobo. Por su parte, Venvidrio producía 12 millones de dólares de ganancia. Hoy, de trece líneas de producción, una sola está operando.
Eso evidencia no otra cosa, sino la ausencia de línea política, que en su esencia es la falta de conciencia revolucionaria, que a su vez es la falta de visión política, que a su vez es la ausencia de formación teórica.
A toda esta ruma de desastre, se suma la guerra económica, si acaso el más implacable bloqueo del que yo tenga conocimiento. Ni Corea del norte, ni Siria, ni Irán, ni Cuba, han recibido tales niveles de presión para acabar con un gobierno, o matar a su Presidente como lo han manifestado públicamente.
Venezuela vive la continuación de la guerra por otros medios. Es la más grande tragedia que ha vivido en toda su historia. Incluso más terrible que la esclavitud en tiempos de la colonia. Una tragedia que está pagando con creces el pueblo venezolano y para la que no hay respuesta, pues con la suma de la pandemia, al menos mis análisis indican que nada se resolverá por mucho tiempo. Al contrario, se profundizará la desgracia… Pero seguirán los negocios y el enriquecimiento de unos pocos. Por ello, la respuesta está en el debate sobre el socialismo, sobre la justicia social, y eso, no se ve tan fácil, pues nadie quiere asumirlo.
Caminito de hormigas…
Pregunta: En qué mercado de Valencia fueron encontrados cientos de perniles que habían sido escondidos por un dirigente del Psuv, quien solo fue despedido y puesto en observación… Otra pregunta: Quién acaba de entregar 36 mil dólares en efectivo para comprar una super camioneta Toyota.