Una victoria aplastante pero insipida

Vayámonos al carajo con los Yanquis de Mierda, Si no podemos avanzar en la transformación,

Ni un milímetro de duda de que la revolución ganó en buena lid en unas elecciones transparentes y libres. No puede deslegitimar la elección el que se abstiene voluntariamente sea cual fuere su razón. Abstenerse es otorgar a otros el derecho de decidir, aunque esa abstención tenga un objetivo político. Nadie duda de la legitimidad del poder legislativo Costarricense porque la abstención rondó el 80%.

Peor aún es la decisión del abstencionista que quería salir de Maduro y no le tomó la palabra. Si hubiesen votado unos 11 millones era casi que imposible que perdiera la oposición pero prefirieron abandonar la pelea antes de luchar. Basados en supuestos; que Maduro no cumplirá, que van a hacer trampa, fabricaron una realidad concreta, nada supuesta, que los aleja cada día más de su anhelado cambio de régimen y los deja en peores condiciones esperando más que un milagro.

Para el chavismo, nada que celebrar, la poca participación no deslegitima el triunfo aplastante pero le resta fuerza para poder transformar la dura coyuntura que ha hecho que perdamos el caudal de votos de 8 millones a mucho menos de la mitad con mayor número de electores. Una victoria insípida

Lo más triste es que a los victoriosos se les sube el ego y "flotan" separándose de sus raíces. Los balances se pierden en la celebración y nos condenan a seguir cometiendo los mismos errores o empeorarlos. Muy probablemente oiremos a "nuestros dirigentes" de la revolución decir que la abstención fue por la pandemia, por el bloqueo y la guerra económica, por la estupidez de la ultra derecha, en un análisis superficial que quitaría los ojos de lo que es realmente esencial en una revolución que se jacta de democracia popular, participativa y protagónica.

El asunto es que cada vez nos alejamos más de esa democracia participativa y protagónica, sin participación ni protagonismo del pueblo que decimos "dueño y señor" de la revolución. Lo más fácil es echar la culpa a los demás, pero que estamos haciendo para que eso no suceda, como estamos dirigiendo, que cada vez nos alejamos más de las mayorías.

Y nada de poner como excusa la guerra imperialista porque desde que Chávez mandó al carajo "a los Yanquis de Mierda" sabemos que hacer esta revolución debe ser a pesar del imperio. Más claro, si no podemos hacer que nuestra patria rejuvenezca con bloqueo y guerra multidimensional, vayámonos a la mierda nosotros también.

Si no volvemos a ser capaces de convocar al pueblo a la transformación, sino repolitizamos a nuestro pueblo y eso pasa, no por el reparto de coroticos y puestos de trabajo, sino por entregarle poder a un pueblo que ha crecido en conciencia y se arrecha cada vez que un "líder" piensa y actúa en su representación.

Ya la confrontación con "el escualidismo" no da saldo organizativo. Dediquemos nuestros esfuerzos en transformar al pueblo en la levadura que levanta el pan, en el principal actor de la transformación y no en el que espera "rezando" que le caiga del cielo, "que llueva café en el campo". Solo así desarrollaremos nuestra economía estructuralmente.

Si el pueblo siente suya la transformación, para nada le importará el tiempo invertido y los sacrificios realizados. Tal como los valientes que acompañaron a Bolívar, muertos de hambre, harapientos y diezmados nunca se cansaran de luchar hasta vencer por sentirse protagonistas de la historia.



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Noel Peralta Barreto


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