América del sur se acerca a dos meses de protestas y la situación parece estancarse. La crisis, que fue casi simultánea en varios países, pero por diversas razones, aunque en el fondo todas tienen el mismo denominador común, estalló en Ecuador con las negociaciones que hiciera el traidor Lenin Moreno con el Fondo Monetario Internacional. Ahora, el pueblo ecuatoriano, que en tiempos de Rafael Correa vivió una vida de crecimiento y de holgura, de saneamiento de sus ciudadanos y de incremento de la economía, vive uno de sus más amargos momentos, toda vez que la crisis les estalló en la cara y el nivel de vida se fue al piso. En medio de las protestas, los asesinatos y fuertes represiones, el hambre y la miseria comienzan a apoderarse del pueblo ecuatoriano.
Chile, que llevaba años de opresión y de sometimiento con la aplicación de programa y leyes neoliberales cada vez más agresivas, un simple decreto de aumento del pasaje estudiantil en el metro, terminó por hacer estallar la olla de presión y generó un levantamiento popular que no se veía desde los tiempos de la Unidad Popular de los años setenta antes del triunfo de Salvador Allende. La arremetida del gobierno ha sido feroz con técnicas de la policía que se vieron en tiempos del golpe de Estado contra el médico socialista, como esa dispararles a los ojos a las personas, aunque ahora se masifica la tortura y la violación pública contra los manifestantes, como el caso de Daniela Carrasco, una mimo callejera que no sólo fue violada, sino torturada y colgada en plena vía pública. Métodos sin duda usados por cuerpos policiales en estados dictatoriales. Por si fuera poco, un personaje como la señora esposa de Piñera, culpa a seres alienígenas del desastre en su país. Mientras que su esposo gestiona leyes ante el Parlamento para reforzar la represión y legalizar los asesinatos.
En cuanto al caso Bolivia fue la evidencia de que la guerra no sólo es en serio, sino que al enemigo ya no le importa que lo descubran en sus fechorías. Luego de los resultados electorales que le dieron un muy cómodo 10% de ventaja a Evo Morales, el argumento de la oposición, instigada por Estados Unidos, fue el fraude. De allí se agarró la oposición para desatar toda esa trama de violencia y de provocación que terminaron sacando a Morales de la presidencia que había ganado limpiamente. Y entonces descubrimos que la revolución no había llegado a Bolivia, sino que existía un gobierno con una gran política social que permitió el crecimiento económico de las fuerzas sociales, aunque en términos reales, convivían dos sociedades: la del pueblo boliviano con su mayoría aborigen; y la de los opulentos racistas y fascistas de las provincias del norte, quienes en términos reales tienen sus leyes, sus escuelas, sus universidades y su propia economía por la vía de sus empresas que se enriquecieron con los contratos del gobierno. Juntos, pero no revueltos. Un mes antes del derrocamiento de Evo, éste había dado nacimiento al primer carro hecho totalmente en América Latina, un vehículo de litio que corría a 60 kilómetros por hora, totalmente ecológico y que sin duda le cambiaría el curso a la industria automotriz por estos lares del continente. No hay duda de que las trasnacionales de los vehículos, presionaron a Donald Trump para atacar con todo. No podía ser que un montón de cholos con polleras y sombrero pudieran hacer un carro con asesoría alemana, usando uno de los minerales más importantes de la microelectrónica, la nanotecnología y la industria espacial. Mucha osadía para seres del tercer mundo. Hoy, el pueblo boliviano sufre una de las más atroces arremetidas por parte de policías corruptos y militares vendidos por varios millones de dólares. Y aunque la batalla es de todos los días, todo indica que no pasará nada.
Colombia sufre tres arremetidas por diferentes vías: Una del gobierno con una represión que comienza a ser igual a la de los otros países, como el caso de Dylan Cruz Medina, de 18 años, asesinado por una bomba lacrimógena disparada directamente a la cabeza; la otra arremetida es del paramilitarismo y el narcotráfico con todas las consecuencias que ella implica; y la tercera, la económica con la aplicación de medidas neoliberales aconsejadas por el FMI. Un nuevo paro está anunciado para este miércoles 4, y aunque la represión no se detiene, la gente se mantiene en la calle.
En Perú hemos visto varios conatos de protesta producto de la crisis que comienza a apoderarse de los incas, aunque no ha tomado las magnitudes de estos países. Y Centroamérica se mantiene en vilo, esperando que en cualquier momento estalle otra burbuja.
Como quiera que las protestas siguen en pie, todas tiene un denominador común: no se ve un desenlace. Pareciera que una estrategia del imperio es dejar que se disuelvan en el tiempo por sí mismas. Porque, además, las batallas diarias parecieran haber llegado a un punto muerto. La gente está en la calle todos los días, el gobierno las reprime todos los días, pero no ocurre nada más allá. Suelo monitorear con amigos los aconteceres en esos países hermanos y tengo la conclusión de que no saben qué hacer, no existe una vanguardia que motorice todo y que indique por dónde se debe marchar. No saben exactamente cuáles son las demandas que le harán a los gobiernos. Es un peligroso agotamiento con un saldo muy triste y un futuro muy sombrío, porque si la lucha se enfría, se intensificarán las matanzas selectivas a líderes sociales, estudiantiles, políticos y sindicales.
Chávez decía que sólo el pueblo salva al pueblo, y estoy totalmente de acuerdo con eso. Pero no veo un poder popular, es decir, una vanguardia que indique el camino. Y eso es preocupante. Y no sabe usted, querido lector, como espero estar equivocado. Ojalá y se abran las grandes alamedas en el continente, aunque deseos no empreñan.
Caminito de hormigas…
Funcionarios del gobierno de Trump, están convencidos de que Guaidó es insalvable. Presionan a su presidente para que le quite el respaldo. Ahora les es más útil muerto que vivo.