Determinismo economicista o complejidad dialéctica

¿Cómo entender nuestra realidad socio-política?

Es indudable que el desarrollo socio-político-cultural de toda sociedad, depende del nivel de desarrollo de su estructura económica, es decir, del crecimiento y calidad de sus fuerzas productivas. Pero, así mismo, la mayor potenciación de estas últimas, depende de la calidad de los tres primeros elementos. En ese devenir, se crea, entonces, una relación de interdependencia entre esos dos campos.

Metódicamente, Marx diferenció esa totalidad histórica-social en dos partes inseparables pero diferenciadas: por un lado, la estructura económica o infraestructura (base material, concreta e históricamente conformada por las formas de las relaciones sociales del trabajo para la producción de los bienes necesarios para el consumo de la población y la generación y acumulación de riqueza económica de la sociedad); y por el otro, la estructura social-política, jurídica, cultural o superestructura (conformada por el pacto social y toda la estructura política-jurídica, simbólica e inmaterial de la sociedad). Y en el medio de ambas estructuras, se erige el Estado como poder supremo de toda la sociedad, con todos sus atributos jurídicos-constitucionales, políticos-sociales y simbólicos de la historia y la cultura de la nación.

Pero, lo determinante para Marx es la estructura o el llamado modo de producción económica porque es allí donde han nacido y se han desarrollado y reproducen las formas de las relaciones sociales de explotación y desigualdad social entre los hombres y mujeres que pasan a formar las llamadas clases sociales, agrupadas y polarizadas entre dos fuerzas centrales: explotadores y explotados, capitalistas y trabajadores, dueños y contratados, ricos y pobres

En términos de las esencias fenomenológicas, la estructura económica representa la materialidad de la vida colectiva, social, de donde depende el tener objetos, bienes o dinero para consumir y acumular riqueza; mientras que la estructura jurídica-política-socio-cultural expresa las formas de relaciones no materiales, sino formales, convencionales, institucionales y simbólicas, expresadas en las representaciones (inclusión o exclusión) institucionales: la educación, la ciencia y la tecnología, el poder político, militar, la religión, el arte y todas las formas de reproducción de la ideología dominante.

La tercera estructura, representada por el Estado es, entonces, un poder que media entre las dos estructuras centrales de la sociedad. Por tal razón, se trata de un poder de doble dimensión y, en consecuencia, puede ser concebido como aparato de dominación político-militar-policial al servicio de la clase o de las clases dominantes, dueñas de la estructura económica; o bien como un poder moral-político-institucional, de unidad nacional y garante de los derechos y deberes de todos los ciudadanos, con base en el ordenamiento jurídico-constitucional. En última instancia, el Estado es una estructura con aparatos para la dominación ideológica y el control represivo-policial de toda la sociedad.

En el caso de Venezuela, el Estado actual (fundado hace más de cien años con el ascenso de Gómez al poder a partir del año 1908) es un Estado capitalista-burgués, al servicio de los intereses de la burguesía venezolana rentista, subordinada al modelo de dominación norteamericano y controlada por sus relaciones de dependencia comercial-tecnológica-monetaria. Así mismo este Estado ha sido y sigue gerenciado y administrado por una burocracia insensible e ineficaz, ferozmente rentista, corrupta, amoral y éticamente entreguista.

En consecuencia, creemos que el modelo de sociedad capitalista, dependiente, rentista y atrofiada que aún prevalece en Venezuela, es el resultado directo de las formas capitalistas-burguesas-dependientes-atrofiadas-corruptas que han prevalecido en la construcción y orientación de las relaciones complejas entre la base económica, la vida social, política-jurídica-cultural y el Poder del Estado. En tal sentido, pensamos que no es pertinente explicar nuestra realidad socio-política-cultural solamente desde su dependencia de la estructura económica o desde las orientaciones economicistas que se elaboran desde el Estado; sino, evaluar todas las partes (la economía, la sociedad y el Estado) en sus relaciones e interacciones complejas de subordinación y complementariedad, horizontalidad y verticalidad, antagonismos y unidad, contradicciones y dialogicidad, justicia y paz.

Creemos que desde la dialéctica interna de ese imbricado campo multidimensional, diverso y plural, es posible explicar de mejor manera el surgimiento, desarrollo y posibles desenlaces de la conflictividad que hoy caracteriza por igual tanto la vida real y concreta como sus correlatos inmateriales, simbólicos, éticos, morales y espirituales de la sociedad venezolana. La feroz y criminal realidad del mercado capitalista en contraste con la generosa y extraordinariamente elevada condición política-cultural-moral-espiritual e institucional de la mayoría del pueblo, conforman una dimensión dialógica, gnoseológica, ética y estética inédita en nuestra historia, que merece ser tratada con sensibilidad e inteligencia y no desde las simplezas y mecanicismos del determinismo economicista, tanto en su versión dogmática-tradicional como en sus ideológicas posturas postmodernas que solo sirven de soporte y al avance del neoliberalismo imperialista.

Ubicados en esta perspectiva, podemos decir que la crisis económica que hoy vive nuestro país, es el resultado del nivel de contradicciones internas y externas, generadas a partir de la confrontación inevitable entre dos modelos: de un lado, el modelo dominante de la vieja estructura económica rentista-dependiente (que tiene más de un siglo de existencia y agotó su capacidad funcional para satisfacer las necesidades del pueblo a partir del viernes negro de 1985 y el estallido popular insurreccional del 27 de febrero de 1989); y del otro, el nuevo modelo emergente liberador y socialista, consagrado en el Plan de la Patria, y aún sin realizarse plenamente, sino en desarrollo.

Es necesario puntualizar que en el contexto de los 18 años de ensayo del proyecto bolivariano iniciado por Chávez y hoy continuado por Maduro, la vertiente del neoliberalismo capitalista imperialista, se ha fusionado con los elementos más perversos del viejo rentismo en una alianza contrarrevolucionaria que hoy pretende destruir por completo todo lo que se ha construido a favor del desarrollo social de nuestro pueblo en el marco jurídico-constitucional de la actual CRBV y el modelo político de la democracia participativa y protagónica.

Es necesario insistir en que el modelo económico del capitalismo neoliberal, avanza en su objetivo de destruir el Estado nacional e imponer la hegemonía del libre mercado capitalista trasnacional en nuestra sociedad para impedir el desarrollo de los cinco (5) objetivos históricos del Plan de la Patria. Veamos, entonces, esquemáticamente los elementos fundamentales de este proceso, sin la pretensión de examinar todos los componentes de esta confrontación, pues ya eso implica un plan de investigación y sistematización mucho más ambicioso que esta simple nota ensayística para el debate.

1.- En la sociedad capitalista, el determinismo economicista somete todo el desarrollo integral de la vida humana y no humana, a los intereses y determinaciones de la estructura económica privada, estatal o mixta. Ello implica, entre otras muchas cosas, lo siguiente:

Uno, la imposición de la hegemonía del Capital sobre el Trabajo para perpetuar la explotación de los trabajadores y su sometimiento eterno a una vida en la pobreza, el abandono y la miseria.

Dos, la mercantilización y cosificación o reificación de las relaciones sociales, bajo la hegemonía del dinero como instrumento regulador y determinativo de la movilidad social.

Tres, la ideologización colectiva de la población en función de dos líneas fundamentales del comportamiento humano: someterse pasivamente al trabajo en las condiciones de la esclavitud moderna y sofisticada del desarrollo capitalista; y consumir alegremente, según la capacidad adquisitiva, todas las mercancías que ofrece el mercado capitalista-burgués, sin detenerse a pensar o repensar ese modo de existencia.

En definitiva, y rememorando a Erich Fromm, decimos que la hegemonía del Capital se sostiene en la liquidación moral y ética del homo sapiens y la reproducción y manipulación permanente (ideologización) del homo faber y homo consumens que siempre hemos sido. Por esa razón, las zonas industriales, los mercados, centros comerciales y, en general, la vida urbana de las principales capitales y ciudades de las principales regiones, son los grandes espacios donde se concentra la vida social, automatizada y banalizada de nuestra modernidad; mientras que en las bibliotecas, librerías, centros de investigación y zonas rurales o marginales, es muy escasa la movilidad de gente estudiando, investigando, analizando, interpretando, inventando, proponiendo, discutiendo y buscando nuevas alternativas. Ahondar el abismo entre estas dos esferas, es de interés vital para el poder capitalista-burgués. En cambio, cerrarlo y unificar el trabajo, el pensamiento y el consumo en términos racionales, de equilibrio, equidad, justicia y paz, es lo que interesa al socialismo.

2.- En los ensayos de los modelos socialistas existentes a lo largo del siglo XX, el determinismo economicista logró desplazar la ubicación del Capital (núcleo hegemónico de la sociedad moderna) desde la propiedad privada hacia la propiedad estatal; y no proletaria o comunal. No se eliminaron las relaciones de explotación y subordinación del trabajo al Capital; pero, sí se generó un nuevo modelo de Estado planificador y centralizador de la producción económica (que siguió siendo capitalista en su esencia, pero socializador en su forma), que le ofrece garantías de mayor y mejor atención social a los trabajadores, a los pobres y a la población en general, a partir de nuevas formas de distribución de la riqueza nacional de manera más justas y equitativas.

Surge así el mal llamado nuevo Estado socialista moderno, sustentado en la reproducción del Capital, es decir, a imagen y semejanza de su antecesor el viejo Estado capitalista-burgués. Esto representa una contradicción que aún no se ha superado a favor del socialismo pleno y total; sino que, por el contrario, en los casos de Rusia y China, por ejemplo, se ha mantenido y reproducido el capitalismo moderno en términos y condiciones tan iguales o superiores al viejo capitalismo europeo o norteamericano.

3.- En definitiva, lo que queremos demostrar es que el determinismo economicista dominante tanto en la tradición capitalista burguesa privada como en la socialista estatal, no es la alternativa para la construcción del nuevo socialismo bolivariano del siglo XXI, plasmado en el Plan de la Patria, aprobado por la mayoría electoral de la sociedad venezolana y apoyado y seguido por los pueblos de Nuestra América en general. Ese nuevo modelo socialista, venezolano y nuestro americano, tiene raíces propias y debe sustentarse con base en sus propias tradiciones, necesidades, competencias, potencialidades y posibilidades históricas.

En consecuencia, no es viable que en Venezuela el cambio socialista se reduzca y someta a los modelos existentes, sino que asumamos la transformación desde las particularidades de nuestra propia realidad histórica, sustentada en un pueblo configurado en tres formas o dimensiones fundamentales para la construcción de la nueva sociedad: el poder de la clase trabajadora del campo y las ciudades; el poder de los diversos sectores sociales, reconocidos e incluidos en el Poder Constituyente; y el Poder Comunal conformado por los Consejos Comunales y las Comunas vecinales y socio-productivas. La unidad orgánica, política, cultural y socio-productiva de estos tres sujetos históricos es lo que podemos identificar como el sujeto histórico o verdadero Poder Popular de nuestra revolución bolivariana.

4.- El proceso de la revolución bolivariana, pacífica, constitucional, democrática, participativa y profundamente popular, iniciada bajo el mandato de Hugo Chávez hace 18 años, ha llegado a su momento histórico estelar y decisivo, determinado por la crisis económica impuesta a través de la guerra económica. Esto quiere decir que el proyecto bolivariano o avanza y se consolida en sus bases económicas programáticas del Plan de la Patria; o retrocede y es derrotado definitivamente por la contra-ofensiva economicista, no convencional; pero sí muy perversa y criminal guerra económica, desatada de manera mancomunada por las fuerzas de la burguesía imperialista neoliberal y la nueva burguesía mafiosa rentista, que controla la instrumentación de las políticas económicas del gobierno bolivariano.

Sabemos que el interés político-estratégico de la unidad cívico-militar de las fuerzas bolivarianas debe privar por encima de cualquier diferencia. Pero, también sabemos y entendemos que los hechos ya son inocultables ante los ojos que ven y los oídos que oyen de ese pueblo que trabaja, sufre, resiste y lucha con una conciencia profunda y un amor patrio indudable que merece todo nuestro respeto, defensa y solidaridad. Por eso, es importante precisar algunos indicadores que muestran claramente la dinámica y la tendencia de esta contradicción hacia el debilitamiento del legado del comandante Chávez y el fortalecimiento de la contrarrevolución al interior del proceso bolivariano.

En materia de alimentación, por ejemplo, mientras se produce el fracaso o distorsión y ruina de proyectos como Mercal, PDVAL, Abastos Bicentenario; vemos el esplendor de Makro, Kromi, Hiperlíder, Eco Market y todos sus congéneres. Mientras los altísimos presupuestos, equipos de tecnología avanzada, insumos y medicamentos, para los centros de salud del Estado venezolano, son en buena parte desviados, saboteados, robados, desaparecidos; observamos el crecimiento y fortalecimiento de las grandes clínicas privadas, cuyos precios son de libre mercado neoliberal. Pero, además, con el ingrediente de nuevos accionistas y propietarios que son al mismo tiempo altos funcionarios del MPPS y del Sistema Nacional de Salud Pública. Igualmente sucede en la distribución y venta de materiales para la construcción de viviendas, en el mantenimiento del transporte, la distribución del gas doméstico, los servicios de electricidad y alumbrado público, agua, aseo y ornato público.

En síntesis, se trata de un proceso planificado y direccionado para el desmontaje y destrucción de la obra social que puso en marcha el comandante Chávez, con el claro y firme objetivo de desmoralizar y derrotar al pueblo y su revolución, desde adentro con sus caballitos de Troya y desde afuera con sus guarimbas y guerra mediática. En tal sentido, una simple observación atenta, nos permite afirmar, por ahora, la siguiente conclusión transitoria:

Mientras que por un lado, la visión compleja y dialéctica se fundamenta en la racionalidad política, en el abordaje de las contradicciones y el diálogo para superar las diferencias y abismos económicos-socio-culturales, con base en la legalidad y la institucionalidad en función de un orden sustentado en la equidad, la justicia, la paz, la solidaridad para el fortalecimiento de la inclusión de todos los ciudadanos y ciudadanas como base del progreso general de la nación; en el lado opuesto, el determinismo economicista, bajo la concepción del neoliberalismo capitalista-burgués-imperialista, impone la ley única y absoluta del libre mercado, en donde los empresarios y comerciantes, los inversionistas extranjeros y nacionales, hacen y deshacen como les da la gana y en función de sus propias ganancias, con base en la única ley que los rige: la ley de la oferta y la demanda, que ellos mismos manipulan y orientan desde sus propias perspectivas civilizatorias e intereses económicos, sociales y culturales, sustentados en su ideología del egoísmo y el "sálvese quien pueda", cuyo resultado práctico, real y concreto es la anarquía, el desorden, la amoralidad, la liquidación de la ética y el humanismo más elemental.

Frente a ese avance del fascismo económico-social, debemos oponer las prácticas socialistas y socializadoras en la vida del trabajo productivo y en las estructuras organizativas y socio-políticas de nuestras comunidades. En síntesis, fortalecer la soberanía popular y las formas socialistas de la vida comunitaria, económica-social y política de nuestro pueblo



Esta nota ha sido leída aproximadamente 7499 veces.



Christian Román Farías Aguilar

Licenciado en Educación. Docente universitario.

 chfariasa@hotmail.com

Visite el perfil de Christian Román Farías Aguilar para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes: