Una jugada maestra... y asquerosa

Desde el punto de vista de la confrontación política que existe entre dos bandos (¿o bandas?) de la política nacional, la decisión de convocar una Asamblea Nacional Constituyente es una jugada maestra.  Desde el punto de vista de respeto a la soberanía popular y hasta la más mínima compasión y condolencia con el pueblo venezolano, la jugada es asquerosa.  Veamos porqué.
 
Con la convocatoria a la ANC en los términos que se expresan en la Gaceta, el Gobierno Nacional (GN)  consigue:
Mostrar al mundo, al menos mediática y superficialmente, que está dispuesto a ir a una confrontación electoral de la más alta importancia; contraviniendo el argumento de que las tácticas del GN estaban vinculadas al miedo a medirse en elecciones.
Congelar de inmediato la celebración de cualquier otro tipo de elección, incluyendo la vencida de Gobernadores, la muy próxima de Alcaldes y la próxima a la Presidencia de la República.
Colocar a la oposición entre la espada y la pared con el argumento de que si rechazan la convocatoria es porque no tienen vocación democrática y que lo único que buscan en la toma del poder por cualquier otra vía.  Inclusive, si la rechazan se estarían contradiciendo porque ellos habían insistido en esta posibilidad apenas el año pasado.  Si la aceptan, caen en la trampa de una convocatoria manipulada para tener una proporción muy alta de Constituyentes vinculados al GN. 
Ganar tiempo para que pueda concluir el mandato de Maduro, con la posibilidad de que se extienda más allá de los seis años que precisa la CRBV si así lo determina la ANC.
Dejar a la oposición sin exigencias constitucionales válidas.  No pueden solicitar ni revocatorio, ni elecciones generales, ni consulta popular a una ANC con bases distintas a las presentadas por el Presidente, ni siquiera elecciones a Gobernadores.  El marco de acción de la oposición se restringe a la calle, los medios y los organismos internacionales.
 
De modo que podemos afirmar que el GN le dio un golpe muy duro a su adversario político y en ese sentido están disfrutando en su inmenso triunfo político.  Sin embargo, vale preguntarse ¿cómo queda el pueblo venezolano en este cuadro?
 
Los venezolanos estamos en mitad de una guerra que enfrenta dentro de nuestro territorio (aunque con intervención internacional) a dos grupos.  Ambos tienen poder económico, político, mediático y bélico; y ambos se disputan un gran premio de guerra llamado Venezuela.  Por un lado tenemos al GN acompañado de un conjunto de empresarios parásitos de los recursos del pueblo venezolano y dominados por quienes con sus prácticas mañosas y corruptas se han apoderado del control del Estado y han usufructuado del patrimonio nacional.  Por otro lado tenemos a los opositores al GN protagonizado por los parásitos empresariales de un pasado reciente que buscan reconquistar los beneficios que se derivan de tener el poder político y cuyas prácticas corruptas no son sólo cosas de antaño .  Como se ve, en esta guerra no hay confrontación de ideologías, sino una simple lucha de aves de rapiña.
 
Mientras tanto, el pueblo cae muchas veces en el engaño de los mensajes que se emiten desde uno y otro bando donde se anuncia que lo que está de fondo es la defensa de los derechos populares, la soberanía, la democracia y el bienestar común.  El pueblo venezolano es la gran víctima de esta guerra.  Es el único que realmente pierde en esta confrontación mientras que las pandillas de la confrontación se aprovechan con sus prácticas abusivas de la especulación usurera y de los sobornos.
 
Yo, como simple miembro de este gran colectivo denominado Pueblo Venezolano, lo único que deseo en relación con esta guerra es que termine.  No me interesa el triunfo de una u otra pandilla y poco me interesan los mordiscos o zancadillas que se metan.  Lo único que queremos es que se nos respete como pueblo.  Ese respeto involucra dos aspectos fundamentales.  El primero tiene que ver con la autodeterminación de los pueblos y el segundo con la defensa del bien público.
 
La autodeterminación no está restringida a la no intervención externa a los asuntos de los pueblos de cada nación, sino a la posibilidad concreta de que los pueblos determinen su destino.  Se podría decir entonces que con la convocatoria a esta ANC se estaría convalidando este criterio pero la realidad es distinta por las siguientes razones:
La convocatoria a la ANC no la está haciendo el pueblo.  A pesar de que la CRBV establece la potestad del Presidente de la República de hacerlo, no es menos cierto que el pueblo venezolano no propuso y ni siquiera fue consultado acerca de su apoyo a esta iniciativa.  Si realmente hay respeto al soberano, entonces habría que realizar un referendo consultivo para un tema de suprema importancia e interés colectivo.  Por otro lado, cuando tengamos una nueva oportunidad de reformar la constitución debemos eliminar ese privilegio indebido que tiene actualmente el Presidente de la República que le da poderes por encima del (supuesto) soberano.
No todos los ciudadanos tenemos la misma posibilidad de ser electos miembros de la ANC.  En efecto, dado el carácter sectorial que se le dio a esta convocatoria, quiere decir que los miembros de los sectores seleccionados (aún no definidos) tendrán mayores probabilidades de conformar la ANC.  Esto es contrario a los principios fundamentales de nuestra CRBV y contra todo criterio de justicia.
No todos los ciudadanos tenemos las mismas posibilidades de participar como electores.  Si un venezolano pertenece a varios de esos sectores (por ejemplo es un miembro de Consejo Comunal reconocido, de Sindicato reconocido, y de Federación Estudiantil reconocida) entonces podrá votar cuatro veces, incluyendo su condición territorial.  Por lo tanto es falso que la elección a miembros de la ANC tenga un carácter universal.  En este contexto no puedo dejar de mencionar a Orwel en su Rebelión en la Granja cuando describió que la primera Constitución Animal pasó a tener un artículo que decía: “Todos los animales somos iguales” a otro que decía: “Algunos animales somos más iguales que otros.”
La conformación de los denominados “sectores” ha sido manipulada (asquerosamente) por el GN.       En efecto, el reconocimiento que se le da a los distintos sectores va acompañado de una gran discrecionalidad y entrabamiento burocrático intencional.  Es así como, por poner un ejemplo, el Consejo Comunal de mi comunidad, del cual he sido miembro varias veces, no es reconocido en la actualidad sencillamente porque su integración es ahora mayoritariamente opositora.  De esta misma manera, se reconocen y se desconocen, sindicatos, federaciones estudiantiles, consejos obreros y comunas.  Esa gran discrecionalidad es otro elemento que alimento la sensación de injusticia en la población nacional.
 
En cuanto al bien público, es claro que estamos en una terrible situación social con un carácter degenerativo.  Esta situación se deriva fundamentalmente de la mencionada guerra y de la cual tanto opositores como quienes protagonizan el GN tienen toda la culpa (mientras unos le echan la culpa a los otros).  Mantenerse en este plan de guerra es comportarse de manera indolente y mezquina con el sufrimiento de la población nacional.  Estoy bien convencido de que el próximo gobierno será peor que el actual y que ya tendremos oportunidades de confrontarlo.  Pero también estoy convencido de que uno de los sectores en disputa se debilitará sustancialmente al salir del gobierno y eso representará el fin de esta guerra absurda y atroz.
 
Los venezolanos jamás debemos olvidar y mucho menos perdonar a los dos bandos que nos llevaron a esta guerra y a este sufrimiento.  Pero por lo pronto la urgencia es la de superarla.  Sé que es prácticamente imposible que el GN derogue la convocatoria a ANC.  De esta manera, más que lograr un gran triunfo político lo que está logrando es contribuir con el sufrimiento de los venezolanos y la prolongación del estado de angustia que nos domina.  Esto es asqueroso, por decir lo menos. 
 


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Felipe Pachano Azuaje

Profesor de la Universidad de los Andes

 pachano@gmail.com

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