El chavismo acrítico

Hace tiempo que alzó vuelo público la expresión “chavismo crítico”. Y aunque llevo muchos años  identificándome con la frase, no deja de producirme cierto desasosiego su actual divulgación. Me preocupa que refleje una falsa coherencia, cuando en realidad el chavismo crítico expresa un amplio abanico de posturas. Porque basta que alguien se considere chavista y esté en desacuerdo con el gobierno para cobijarse bajo esa etiqueta (y hoy en día no es difícil estar en desacuerdo con el gobierno).

Y, además, en el país reina la más pertinaz confusión de términos. Imagínense que el presidente, por un lado, y la oposición, por el otro, discuten sobre profundizar o desechar un “socialismo” que nadie ha visto, y que a lo sumo se refieren (si es que se refieren a algo) a un atajo de clásicas medidas keynesianas o al viejo estatismo. Las siempre resbaladizas etiquetas se han vuelto aún más peligrosas.
Pero enfocados en esa corriente crítica, olvidamos inquirir sobre otra corriente que suena mucho y declara todos los días, esa sostenedora del poder político que no se atreve a decir su nombre: el chavismo acrítico.

Aclaro de entrada que el chavismo no se puede dividir exclusivamente en crítico y acrítico.

Hay sectores populares del chavismo imposibles de clasificar: en privado son críticos, rechazan al gobierno incapaz y a la burocracia arrogante; pero públicamente apoyan a Maduro por temor a esa Oposición rapaz, retrógrada, desnacionalizada, cuyo remedio para la escasez es la carestía más excluyente. De ese sector chavista han salido a la abstención, al silencio político (no a la Oposición), mucho más de dos millones de compatriotas. Tampoco es justo clasificar como chavismo acrítico al tropel de arribistas, oportunistas y ladrones que se dicen chavistas para mantenerse pegados al Estado o al Partido.

Los que sí pertenecen al chavismo acrítico son los fiscales con vocación de inquisición, esos Torquemadas prestos a acusar de traidor al que se aparte de las consignas del partido. Vanessa Davies y hasta el mismo Bernal son imputados de ser Quinta Columnas por estos arrogantes jueces defensores de la fe. La denuncia arranca apenas alguien dice algunas verdades: al Santo Oficio no le inquietan los cuentos de hadas, sino las verdades desnudas y públicas. En realidad, su don de censores es más apropiado para el Vaticano o la CIA que para el proceso bolivariano.

Pero el chavismo acrítico más decepcionante está en los cuadros medios del proceso, los cuadros honestos pero empecinadamente ofuscados. Ciegos y sordos para ver o escuchar lo que clama la calle a diario. Y hay tanto pueblo que les daría luces.
Esa ceguera, creo, la adquirieron por hábito. Porque esta crisis no apareció como súbito rayo en cielo abierto. Años sin enterarse del alza de la deuda externa, ni de la ineficacia de las inversiones públicas ni de los desequilibrios económicos que sostenían la economía (¡Esas son vainas de intelectuales!, advertían). Pretender defender un proceso sin conocerlo ni analizarlo, sin intentar predecirlo, expresa una absoluta propensión acrítica. Sorprendido por el 6D (Dios sabrá cómo), el chavismo acrítico se amparó en el rosario de consignas que, a falta de pan, les provee el gobierno.

Maduro lleva años malgastando el tiempo: enfrenta la situación cuando ya no queda de otra, y con medidas mediáticas, tardías o limitadas, mientras evade la transparencia, la lucha contra la corrupción y la participación popular para enfrentar la crisis. El gobierno ya llevó el chavismo a una derrota electoral segura, y con la misma receta está llevando la causa bolivariana a una derrota social. Cosa grave, porque afecta la vigencia histórica del movimiento popular y revolucionario.

Es difícil pretender que el chavismo acrítico sea revolucionario. No es el tipo de pensamiento que alimenta los cambios y las revoluciones. No se construye una fuerza de cambio sobre las simplezas de consignas, o con argumentos sin pertinencia como que Maduro trabaja mucho. Además el chavismo acrítico, al justificar lo injustificable, paraliza las rectificaciones, desarma a todo el movimiento y le impide rearmarse. Así condena históricamente al chavismo.



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Orlando Zabaleta

Editor, escritor, articulista, publicista y diseñador gráfico.

 orlandojpz@yahoo.com

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