La revolución va al abismo con los ojos abiertos


Una revolución es por definición un suceso y un acto responsable. Todo episodio, desde el estado y desde el gobierno revolucionario, que no esté signado por la más rigurosa e inflexible responsabilidad es sencillamente un acción contrarrevolucionaria, lo demás es paja loca defensiva y justificatoria para el consumo del que se quiera anotar como idiota, de pana.

Una revolución llega a un país por el descontento, el desencanto y el deterioro social y moral de una sociedad principalísimamente encabezada por los gobiernos que vinieron capitaneando la frustración popular. Pero igualito, una revolución se va, se pierde, se derrumba, colapsa y finalmente hace sus maletas por estos mismitos motivos. Es simplista el pensamiento de que a una revolución la tumban sus opositores, es un argumento por lo menos idiota. Las revoluciones se derriban ellas mismas.

Una revolución llega para poner orden, no para instaurar el desorden ni para alcahuetear o fomentar pendejeras contra ella misma. El funcionario que le quede mal a una revolución debe irse voluntaria o forzadamente a una cuarentena indefinida y no puede volver jamás a representar ni dirigir la revolución en el más mínimo oficio, es una cuestión de honor. Esa costumbrita irresponsable que recicla a los personajes que le fallan a la revolución es contrarrevolucionaria y estimula el deterioro inspiracional y moral de los que verdaderamente le echan un cerro de bolas diariamente. Bolívar dice (¡no es que dijo en tiempo pasado!): “la clemencia con los criminales es un ataque a los virtuosos”.

Una revolución no es acto de llorones ni de señoritos pusilánimes que andan todo el día con las manos puestas en la cabeza, dando lástima y pena, ante las vicisitudes que se presentan. La revolución es solo para verracos y hacedores heroicos que no se paran en artículos ni en consideraciones para tomar decisiones difíciles, en el ánimo de garantizar el disfrute digno, gratificante y humano de la vida en sociedad.

Una revolución tiene que exorcizarse de complejos y engreimientos infantiles para tener un carácter y una personalidad que se gane el respeto hasta de los que no estén de acuerdo inicialmente con ella. La revolución no es un suceso de bravuconerías, ni de odiosidades, ni de retrecherías. Tampoco es un acontecimiento de extrema filantropía que lleva la lenidad humana hasta linderos delictuales que terminan azarándola y, en muchos casos, poniendo a tambalear a la propia revolución.

Por ejemplo, sí los malandros ponen en jaque a la sociedad y al prestigio de la revolución, entonces la revolución tiene que poner en jaque al hampa por los medios más activos y eficaces, en presencia de esa misma sociedad víctima. El delincuente que quiera canchas y otras oportunidades pacíficas de la revolución, bienvenido. Pero el delincuente mata gente y mata votos debe recibir otro tipo de respuesta revolucionaria, sencillito. Una revolución que desafía todos los días al imperio mas armado y guerrerista del planeta no puede ni debe dejarse someter por la malandrería cobarde que todos los días mata a gente indefensa, que no porta ni siquiera un corta uñas en el bolsillo.

Una revolución no puede ser ociosa ni enrollarse en vainas por caprichos y antojos de embarazadas (con mucho respeto por ellas). Tampoco puede ponerse a curiosear teniendo tantos asuntos relevantes que atender. Por ejemplo ¿que coño hace una revolución expropiando (cuando paga) a un productor de yogurt o a un envasador de aceite o aun empaquetador de café o a un expendedor de cerámicas, que vendían sus productos de pinga, para ponerse ella de entrépita e impertinente a vender esas y otras innumerables pendejuras.

Estas decisiones experimentales, sin la experiencia comercial, metieron inútilmente a la revolución en un laberinto de ineficiencia e improductividad comprobada que no dio ni dará resultados satisfactorios. Lo peor es que el consumidor habitual de aquellos productos, al no tenerlos a su alcance en el mercado, se forma, al respecto, la idea del fiasco revolucionario y no celebra ni tira papelillos: se arrecha (ver el drama doloroso e infame de los bicentenarios, sí hay dudas)

Lo expropiado que hasta la fecha no resultó, no resultará en el futuro y lo responsable, con cuatro bolas cuadradas de responsabilidad, es rectificar y devolver esa paja a sus antiguos dueños, recibir la plata que se pagó, incentivarlos para que abran más fabricas e inunden los anaqueles de productos, acompañarlos en la producción de más empleos, aplicar con severidad y sinceridad la ley de precios y cobrarles los impuestos que correspondan. Más nada.

Zapatero a su zapato: el estado revolucionario tiene que dedicarse a desarrollar la infraestructura social que demanda la sociedad, electricidad, educación, seguridad, salud, comunicaciones, petróleo y al abatimiento estructural de la pobreza. Con el insostenible mare mágnum de asuntos, asumidos hoy, la revolución ni hace bien lo uno ni hace bien lo otro. Y al pasar la raya de total el resultado es regresión social y la regresión produce también regreso del apoyo y el reflujo de aquel voto popular que, un buen día, trajo a la Revolución Bolivariana como una esperanza regeneracional para ésta sociedad.

El comandante Chávez, en el año 2006, le ganó al filósofo del Zulia con una ventaja de 3 millones seiscientos mil votos, para un registro electoral de 15 millones de votantes. En el 2012 venció a Capriles con poco más de 1 millón ochocientos mil sufragios, pero esta vez con un registro de 19 millones de inscritos. ¿Hay regresión o no hay regresión?. Chávez y la Biblia dicen (¡no es que dijeron en pretérito!) “él que tenga ojos que vea y él que tenga oídos que oiga”. La matemática es una ciencia insobornable e intransigente.

Una revolución no puede andar con escalofríos ni atajaperros electorales cada vez que se avecina una elección. Sí es así está jodida. La revolución tiene que pararle bola al gentío que anhela un cambio de gobierno por la vía democrática y al otro contingente hirviente que aspira cambios importantes en el gobierno. El lecho de roca de la revolución (unos 5 ó 6 millones duros,duros) no podrá contener los dos vectores anteriores cuando se conviertan en masa crítica resolutoria, un domingo electoral de estos. No es fatalismo camaradas, el 14 de abril del 2013 es un apropiado referente.

Una revolución que se respete no puede andar de imprecisión en imprecisión, diciendo una vaina hoy y otra mañana. La revolución es el referente moral obligado de la vida social que quiere transformar, por eso no puede presentar, con una capucha protectora en sus cabezas, a los corruptos que fueron a guardar desvergonzadamente los dólares del pueblo en el mismo imperio alevoso que dicen combatir. Esos miles de millones de dólares, choreados en la patria de Bolívar y de Chávez, están en este momento incorporados a la economía norteamericana a través de los bancos en que fueron guardados, pero faltan en la economía patria causando depresión en los bienes y servicios que demanda nuestro pueblo pobre.

Cada corrupto y su cobarde encubridor, cada ineficiente y su indiferente alcahuete, cada maltratador del pueblo y su jefe empleador, cada ineficiente y su apático acompañante, cada extorsionador y su cómplice picador constituyen el hato suelto de bandidos contrarrevolucionarios que enlodan diariamente el legado del gran gigante, bajo la mas pasmosa e infamante impunidad. ¡A esta gente hay que escarmentarla duro en cadena nacional!

Chávez dice (¡no es que dijo en tiempo pasado carajo!): “ El Pueblo Venezolano no es un pueblo de cobardes, el Pueblo Venezolano no es un pueblo de apáticos, el pueblo Venezolano no es un pueblo de cínicos, el Pueblo Venezolano no es un pueblo de cobardes”.

Me perdonan compatriotas, pero sí la revolución sigue así, solo cacareando el inmarcesible legado del Comandante Eterno, entonces… ¡va al abismo pero con los ojos abiertos!





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