El Gabo y yo: recordando a García Márquez

A pocas horas de recibir la noticia de la partida física del escritor Gabriel García Márquez y en medio de una tristeza de esas que te paralizan hasta las lágrimas, me atrevo a escribir estas líneas dedicadas a un hombre que marcó mi vida lectora. Recuerdo que como era costumbre en aquella época, mi primer acercamiento al realismo mágico de “El Gabo” fue mientras cursaba el inicio del bachillerato, cuando la tarea obligatoria era leer “Cien años de Soledad”, y gracias a ese primer beso literario que recibí del autor colombiano, decidí aferrarme –con absoluto placer y entrega- al resto de su producción artística.

Así, en plena adolescencia, conocí el estilo creativo de García Márquez, el cual definió una etapa de la literatura latinoamericana, pues de forma magistral supo reflejar el imaginario cotidiano de millones de familias que habitan en los pueblos recónditos de nuestros países. García Márquez imprimió en las páginas de sus libros -con la franqueza y naturalidad de quien ha nacido al calor de las tierras caribeñas- los cientos de historias, anécdotas y mitos que se esconden en los rincones de las casonas de los abuelos, esos mismos que acompañan las fundaciones de los caseríos, que guardan los amores escondidos de las tías solteronas, callan los hijos no reconocidos del patriarca de la familia, o que se albergan en la pasión secreta del vecino ya anciano.

García Márquez se atrevió a hacer públicas esas historias silentes del álbum de fotos familiares conservado bajo llave en el último cajón del armario, con el propósito de recordarnos -por medio de su mágica narrativa preñada de descripciones pintorescas- que nuestros países tienen una raíz común que se alimenta de realidades tan creativas hasta el punto de parecer fantásticas.

Tal vez por eso, desde que tengo conciencia, algunos de los libros del escritor colombiano permanecían sobre la mesita de noche de mi madre o en un lugar visible de la biblioteca de mi papá, casi como esperando que los secuestráramos por varios días para descubrir ante nuestros ojos un universo de sueños convertidos en verdades. Yo siempre me robé el de turno, lo disfruté y lo regresé a su sitio original para que otro también se embriagara en su lectura. De este modo, luego de mi primera experiencia garcíamarquiana, han pasado por mis manos “El coronel no tiene quien le escriba”, “El general en su laberinto”, “Relato de un náufrago”, “Ojos de perro azul”, “La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada”, “Crónica de una muerte anunciada”, “Los funerales de la Mamá Grande”, “El otoño del patriarca”, “Doce cuentos peregrinos”, “Del amor y otros demonios”, “Vivir para contarla”, “Memoria de mis putas tristes” y algunas crónicas publicadas en prensa; pero hay una novela en especial, con sus personajes Florentino Ariza y Fermina Daza, que se quedó grabada en mí para leerla y releerla en distintos momentos de mi vida, descubriéndola en cada oportunidad como un texto nuevo: “El amor en los tiempos del cólera”.

Y es que el Gabo nos relató quiénes somos y de dónde venimos, para que lo mantuviéramos perenne en nuestra memoria, tal como “muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”.


* Periodista y docente universitaria.


anachavez28@yahoo.es


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