Durante el interregno del posmodernismo, entre los corridillos intelectuales era una suerte de broma el catalogar a una persona de “pre” o “moderno”, cuando no era lo suficientemente “especializada”, es decir cuando no atomizaba su conocimiento en torno a una específica y reducida arista de la realidad. Vimos con regular intermitencia la proliferaron expertos-especialistas-específicos que se erguían en grandes bloques de sabedores, de pequeños segmentos de conocimientos. Como cada una de nuestras profesiones eran diseccionadas, bajo el poderoso microscopio del interés particular. En fin el mundo científico también se aproximo peligrosamente al individualismo metodológico neoliberal. Cada nuevo descubrimiento representaba un nuevo reduccionismo de la realidad, con el solapado fin de encubrir un determinado modelo de dominación. Si en el mundo de la investigación científica de lo social se sintió con fuerza, para una profesión como la Ciencia Política esto represento el falso y efímero cisma entre los modernos y posmodernos.
Repensar la sociedad posterior a la superación de la modernidad se convirtió en más que una moda intelectual, en el santo grial de las investigaciones de universidades, institutos, equipos y centros de investigación más retrógrados, conservadores y acomodados del mundo intelectual venezolano y mundial. Pero repensar una nueva sociedad, bajo parámetros nuevos es una cosa, lo otro, lo que lamentablemente sucedió fue la complacencia intelectual a determinado modelo de dominación. Repensaron “su nueva sociedad” para que se adoptara con criterios de supuesto nuevo cuño a los viejos parámetros de explotación.
Erigiéndose como los supremos productores de conocimiento, los autodenominados posmodernistas, desconociendo e ignorando fenómenos y problemas sociales provenientes del modernismo, por el contrario los adoptaron y adecuaron en el pensamiento postmodernista con la irresponsable libertad que da la simple descripción de una muy pequeña parte la realidad. Enmascararon la explotación y justificaron su instauración con constructos elaborados como déficit de institucionalización, redemocratización, globalidad política / económica, nuevas prácticas políticas, ingobernabilidad y pare de contar. Todas ellas muy bien entendidas y recibidas entre los cerrados círculos intelectuales, pero para su mayor fracaso, totalmente inconexa con la realidad e incomprendido por la misma sociedad que ellos mismos “autorepiensan”.
No estamos en contra de la especialización de funciones, de aquella vieja proposición durkheniana, no. Por el contrario nos parece sano y normal que la ciencia avance, pero que avance guiada por necesidades sociales complejas que ni el llamado modernismo ni su alter ego el posmodernismo han podido solucionar. La ciencia debe avanzar para solucionar problemas macros, no para enmascararlos bajos interpretaciones micros y descontextualizadas justificando políticamente una situación. La ciencia es compleja, busca el acercamiento al conocimiento real y verificable, la especialización guiada por intereses particulares solo produce mayor confusión e ignorancia, creando un escenario propicio para vaciar la política de su contenido social, dejando al decisor al nivel del frio tecnócrata.
No es de extrañar que entre los más radicales, identifiquen la desaparición de la política con entidades confusas como la antipolitica, cuando surge una fuerza política con la intensidad y el poder de torcer este incierto rumbo, rápidamente es catalogado como antipolitica, política show o por los más nostálgicos como neopopulismo. Con respecto al término de “política show” este es un ejemplo más de lo que Giovanni Sartori califico una vez como el “perrogato”, algo que no existe en la realidad, que solo existe en la mente del que lo construye o en la mente del que se le implanta. La “política show” sucede en el preciso momento en que el medio de comunicación deja de ser tal para convertirse en un militante político de clase, en términos gramscianos “cada periódico es un partido, es el vivo pensamiento de cada clase social o de algunas de sus fracciones” Pensar lo contrario nos convierte de hecho de ciudadanos en idiotas funcionales del sistema. Nombres como el de Gustavo Cisneros, Silvio Berlosconni o Ted Turner y su influjo en sus respectivas sociedades, son ejemplo de lo que acabo de describir.
El mal hecho por la visión posmoderna apenas se está mostrando. El pensar en una sociedad ideal, en la cual el tránsito de ciudadanos a consumidores (prosumidores) se haría sin conflicto, sin contradicción, pensar que en la despolitización del mundo social, es decir la desideologización se produciría dócilmente fue una quimera de mal gusto. El despertar del sueño global, para encontrarnos en un mundo colapsado, contaminado y alterado es solo el principio.
En nuestro querido país vemos como la intelectualidad que abrazo mayoritariamente al posmodernismo, hoy se encuentra sin respuestas ante la realidad que se los traga y vomita continuamente. Vemos como los especialistas y específicos expertos se ahogan en sus inacabados e inútiles análisis, ninguno hasta el momento ha podido acertar en sus predicciones o prescripciones con relación al sistema político y su rumbo actual y futuro.
Y esto tiene sus implicaciones políticas prácticas. Una oposición política total y absolutamente desvinculada de lo social. Por un lado con líderes que no representan el sentir popular y que su tiempo ya paso. Pérez Vivas, Álvarez Paz, Antonio Ledezma, son burdos remedos de una época que ya paso y no volverá. Por el otro lado lideres jóvenes pero con visones tan anacrónicas que los posicionan al mismo nivel que los viejos tramoyeros del ayer. Voceros jóvenes de viejas ideas. María Corina, Randosky, López, Caldera son algunos de los “nuevos jóvenes viejos” Con solo el afán de revanchismo, el “salir de Chávez” se impuso por encima del debate político y las propuestas de país. Líderes políticos torpes y asesores políticos incapaces de ver la realidad en su totalidad, es el triste espejo en el que se refleja a la oposición venezolana.
Ante la total ignorancia de la realidad, la desconexión con las masas y la miopía política que los enfrasca en disputas inorgánicas y estériles, los intelectuales de oposición están incapacitados, castrados, para proponer soluciones y cuando en los pocos escasos y raros casos en que las proponen, no son escuchados, son obviados por los mismos políticos que los contratan. A cada acción política le sobreviene un análisis “perrogatuno”. Nos reímos con la ingenuidad con que los intelectuales de oposición, catalogan con la seriada y gravedad reflejada en su rostro, que el caso amerita. Chavismo-castro-comunista, populismo-militarista, fascismo-comunismo, autocracia-militarista, cubanización, Estado Paria, son solo algunos de los conceptos y conceptualizaciones que “paren” ante una realidad que los arropa y los sobrepasa. El despertar del sueño posmodernista los encontró sin herramientas con que operar. Solo con análisis que parecen más bien consignas para marchas. Esta es solo una de las muchas consecuencias que el pensamiento posmodernista nos lego. La ciencia política venezolana debe de redefinirse a partir de este fracaso, tiene que salir delante de este dogma que lo único que nos trato de imponer fue la uniformidad del pensamiento. En un mundo como el actual no podemos darnos ese lujo.
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