Chávez, Cid Campeador de los pobres y olvidados de la Tierra

Cuando visité Italia en 2011 para realizar una pasantía de investigación en el ICTP, un importante centro de física teórica donde llegan investigadores y estudiantes de todo el mundo en desarrollo, me sorprendió la simpatía y el entusiasmo que despertaba Chávez entre jóvenes físicos y matemáticos de Africa, Medio Oriente y Asia. Incluso modestos ciudadanos italianos, como el padre de mi casero, simpatizaban con él y me llegaron a decir. “Italia necesita un Chávez”.

Chávez, Cid Campeador de los pobres y olvidados de la Tierra.

¡Cómo vamos a extrañarte, camarada, con tu apasionado combate para rescatar del olvido la memoria de los pueblos oprimidos; el coraje con el que, como jefe de Estado, levantaste tu voz altanera en todos los foros mundiales, frente a las canalladas del sistema capitalista, de los ricos y poderosos!

Con la partida de Hugo Chávez me invade la dolor y la melancolía, no así la desesperanza o el desasosiego frente al futuro. Cuando miro hacia veo una época de luchas sociales encabezadas por un líder popular como rara vez se tiene oportunidad de ver en la historia.

Melancolía, pero nunca desazón o desesperanza.

Quien escribe esta nota no es ni fue nunca un chavista militante. Nunca fui seguidor incondicional de Hugo Chávez. No iba a sus mítines, ni estuve en ninguna de las magnas marchas de la Revolución Bolivariana. No desempeñé papel alguno en partidos, comités, batallones, consejos o instituciones desde donde se movilizó el pueblo bolivariano para defender su revolución, aunque nunca dude en votar por él, convencido de que esa oposición de derecha --cipaya, proimperialista, racista, supremacista y clasista—había y hay que combatirla sin vacilaciones.

Nunca seguí líderes. Yo adherí desde muy joven a una teoría, un pronóstico histórico, un programa político y un método de construcción de la herramienta que, pensábamos, sería el ariete para tomar el poder e instaurar el socialismo, obrero, revolucionario, democrático y anti-imperialista.

Siempre fui escéptico respecto a la viabilidad del proyecto de Chávez. Pero en cada vuelta de la historia siempre quedaba descolgado y fuera de base, porque el hombre aprendía y aprendía, se desarrollaba por la izquierda, desafiaba nuestras ortodoxias, el método, el programa, el pronóstico histórico.

Pero nada encajaba en nuestros esquemas teóricos y programáticos, y eso me inhibía de participar o siquiera de escribir en las páginas de opinión.

La mayoría de mis ex-camaradas los arrastró el huracán del chavismo. Nuestro viejo Partido Socialista de los Trabajadores Unificado, Sección Venezolana de la Liga Internacional de Trabajadores (Cuarta Internacional), del que fui cuadro dirigente durante años, se hizo pedazos bajo las fuerzas centrífugas y centrípetas del inmenso movimiento popular que se levantó bajo el liderazgo de Hugo Chávez Frías. Muchos llegaron a ocupar altos cargos de gobiernos o se han convertido en importantes figuras públicas. Otros desertaron vergonzosamente a las filas de la derecha.

Mucho tiempo ha pasado desde que se rompiera mi confianza y mi fe en las tradiciones del marxismo, del bolchevismo y el trostkismo. Me atrincheré en mi trabajo científico y, durante un breve período, en la lucha política universitaria, mientras observaba el proceso venezolano y seguía los pormenores de la lucha de clases mundial. Desde ahí enfrentamos la derecha en asambleas memorables, durante el sabotaje petrolero y liderando junto a otros colegas el debate para el proceso de transformación universitaria en la Facultad Experimental de Ciencias de LUZ, desde 2000 hasta 2003.

Pero todo ocurría fuera de la universidad. La vida política del país palpitaba en las calles, en los consejos comunales, en la actividad febril de todo tipo de colectivos y comités, antes durante y después de cada elección. Así vi la magna epopeya de la Revolución Bolivariana, en los últimos 12 o 13 años. Los desafíos de Chávez a la rancia oligarquía venezolana y latinoamericana; sus fintas diplomáticas posicionando al país como líder en el forjamiento de la unidad latinoamericana que al final se configuraría en una Segunda Independencia, con los logros diplomáticos de la UNASUR, del ALBA, la batalla para la inserción de Venezuela en MERCOSUR y todos los realineamientos estratégicos que dejaron atrás la época en que Suramérica y el Caribe eran el patio trasero de los EEUU.

Y el pueblo concurría en torrentes, siguiendo a su líder, como lo hace hoy en las calles de Caracas, acompañándolo en su último adiós, esa figura descomunal en la historia de Venezuela y delas luchas de los pueblos nuestroamericanos.

Y vino la lucha por las enmiendas constitucionales. El debate nacional alrededor de una idea genial y poco comprendida de Hugo Chávez de rehacer la estructura interna del estado venezolano tomando en cuenta las nuevas realidades de los sujetos regionales. Una nueva estadística, una nueva cartografía serían necesarias para sustentar ese proyecto con métodos científicos. Una ciencia centrada el Hombre como sujeto de su drama cotidiano, no en las insensibles estadísticas oficiales que ofrecen un retrato deformado de la producción material, del comercio, la demografía, la salud, la educación, la energía y las infraestructuras que conforman el sustrato material de las dinámicas sociales y económicas en las regiones y territorios que conforman esta República Bolivariana de Venezuela.

El proyecto de enmienda y sus posteriores reelaboraciones –proyecto Simón Bolívar, la idea de un estado de comunas, etc.- se caracterizaba, como mucho de lo que intentó Chávez, por un utopismo ecléctico y heterodoxo, lleno de fervor revolucionario, compasión y espíritu de redención hacia los más pobres y oprimidos. Ahí se mezclaba su ardiente oratoria de luchador social, en el río profuso de sus lecturas que abarcaban desde el perspicaz y afectuoso acercamiento a la obra del Libertador, hasta la densa obra científica de István Meszáros, entre otros.

¡Ah, Chávez! Desafío a cualquiera de estos ignaros, mezquinos y miserables dirigentes de la oposición venezolana a que hagan un debate serio en torno a la obra “Más Allá del Capital”, de Meszáros, que te sirvió en sus últimos años como guía teórica --junto a una montaña de lecturas—para darle forma a tu propuesta de una vía venezolana al socialismo.

Yo pasé años buscando pistas para entender mejor el problema de la transición histórica al socialismo en esas y otras literaturas y no encontré nada que me fuera de utilidad en esa obra, para descifrar el problema de la transición, tal vez porque, al igual que El Capital y tantas otras más, no fueron concebidas como “hoja de ruta” para esbozar un camino hacia esa sociedad alternativa más democrática, más incluyente, más igualitaria, más humana, más emancipada, ecológica y materialmente sustentable, que todavía seguimos llamando “socialismo”, quizás por apego a las tradiciones del movimiento obrero europeo.

Hugo Chávez, jefe de Estado, encontró una manera, en conjunto con intelectuales de dentro y fuera del país venidos de las tradiciones y corrientes más dispares, para usar esta y obras de gran densidad teórica, para elaborar un programa de acción de masas y las políticas de Estado que conforman el cuerpo de su proyecto político. No importa que opinión tengamos sobre las conclusiones que Chávez extrajo de ella. Este simple hecho es suficientemente razón para que, aún desde la perspectiva de un crítico del proyecto político encarnado en el chavismo y de la llamada “vía venezolana al socialismo”, rinda honores al líder popular, al estudioso y estadista infatigable, Hugo Rafael Chávez Frías.

Chávez Cid Campeador de los pobres del mundo, también era jefe de Estado, es decir, integrante de la comunidad de autoridades que le proporciona funcionalidad al sistema inter-estatal, el mismísimo esqueleto institucional que hace posible la acumulación incesante, la mercantilización de todo y la destrucción del planeta por la acción depredadora de la industria de extracción y transformación.

Chávez jefe de estado y líder de un pueblo. Chávez revolucionario y Chávez presidente de una república democrático-burguesa, con fuertes tintes populares. Chávez nacionalista y anti-imperialista acordando con chinos y rusos la explotación del petróleo de la Faja del Orinoco. Chávez obrerista declarado, que sin embargo se las arregló para sostener con su apoyo un liderazgo burocrático de la FSBT. Chávez el campeón de la participación activa del pueblo en la Revolución Bolivariana, legitimando el método de cooptación y la elección a dedo de candidatos y de unos dirigentes que seguían sus propias agendas de poder, a nivel local y regional, muchas veces en complicidad con los enemigos de la Revolución Bolivariana. Chávez indigenista, gobernando al lado de funcionarios cómplices, junto a ganaderos y terrófagos de Machiqués y Perijá, del asesinato del cacique yukpa, Sabino Romero, el último cacique Karibe en rebeldía.

Todas estas contradicciones emanaban de este doble rol de líder popular revolucionario, jefe de Estado responsable de las políticas públicas que debían llevar hacia la meta de una Venezuela socialista, potencia mundial. De ese doble rol emanaban las contradicciones que eran el solaz y la decepción de sus críticos de derecha e izquierda, alimentando el río de tinta de los palangristas de derecha, dedicados a la inmensamente abyecta tarea de destripar y ridiculizar a Chávez cotidianamente, por orden de sus contratistas, sin que por ello hubieran logrado nunca hacer la menor mella en el amor y la confianza que le otorgó todo un pueblo.

Estoy seguro de que Chávez era consciente de éstas y muchas otras contradicciones, pero que debía verlas como válidas y necesarias con el fin supremo de convertir a Venezuela en una potencia mundial, auspiciando y forjando junto con Brasil y Argentina, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Cuba, una alianza geopolítica de la que nace la segunda independencia suramericana, quizás el logro histórico más trascendental e importante de su obra de vasta gobierno, y por la cual será reconocido en la historia de las luchas de los pueblos nuestroamericanos.

Deploro vehementemente que algunos camaradas que, al señalar estas contradicciones, se unieran al coro de hienas de la derecha, invalidando moralmente la crítica de izquierda, cuando es más necesaria que nunca. Especialmente aquellas venidas de los herederos de León Trostky, el campeón de la lucha contra el socialismo en un solo país.

Pero la valentía de Chávez, en medio de sus logros y contradicciones, no me ciega frente al hecho de que, al utilizar las palancas de los capitales monopólicos brasileños, argentinos, rusos, chinos e iraníes –así sea revestidos por la promesa de hacer de nuestro país una potencia mundial en un mundo multipolar— renacen con renovados ímpetus, en esta República Bolivariana, los mecanismos que engendran la opresión y la explotación, la desigualdad y la miseria humana, la concentración de capital, el monopolio y las dinámicas centro-periferia, que algunos creían que quedarían atrás, al romperse las cadenas que nos ataban a los dictados del Consenso de Washington y del FMI.

Esta es la explicación material de los reveses de las tantas veces proclamadas rectificaciones, reimpulsos y triple-erres de la Revolución Bolivariana, y no la simple mala voluntad o el saboteo de algunos funcionarios corruptos.

Yo vi en Chávez a un honesto y apasionado luchador social que se debatía entre sus ideas de emancipación, el sueño de la grandeza de Venezuela y los deberes y obligaciones que contraía como jefe de Estado de una nación capitalista que vive principalmente de la renta petrolera, una condición que no ha cambiado un ápice –más bien se ha acentuado—durante estos trece años de Revolución Bolivariana.

No hacía falta negar el valor humano y la estatura extraordinaria de Chávez como líder popular y mundial, para adversar su proyecto político y marcar a fuego las contradicciones que emergen violentamente de la inviabilidad histórica del “socialismo en sólo país”, como lo demuestran el vil asesinato de Sabino, la especulación cambiaria contra el bolívar, el acaparamiento de productos y la escala de aumento de precios en todos los ramos del comercio.

Hoy, desde mi casa, acompañado por mis hijos y mi esposa, solo pero lleno de fe en el futuro de este país y las luchas de los pueblos oprimidos del mundo, sin más partido que mis libros y mis elaboraciones, sin mis viejos camaradas, proclamo mi más firme convicción de que los elementos para elaborar una respuesta en positivo positiva al problema de la transición ya existen en la obra teóricas y del trabajo científico de generaciones de investigadores y que sólo esperan su traducción al lenguaje de la política, de la lucha de clases y de la acción de los luchadores sociales, rompiendo con paradigmas y las narrativas heredados del cientificismo y el racionalismo, del determinismo y el positivismo de la Razón Ilustrada.

Una respuesta que se puede plasmar en términos de políticas concretas, de un programa para la acción, para la lucha y el combate de ese pueblo bolivariano que hoy se echó a las calles a despedir a su líder, para los millones que salen a la calle desde la India hasta Egipto, desde Bulgaria hasta Portugal, desde los cafetales colombianos hasta los territorios ancestrales de los pueblos originarios de Suramérica, para encontrarle una salida a la crisis sistémica del capitalismo mundial, la única unidad de análisis pertinente, realista y viable para cualquier política que quiera ser genuinamente revolucionaria, agente de transformación y cambio social.

Los síntomas son inequívocos. La revolución bolivariana se aproxima a una encrucijada histórica, originada en la inviabilidad a largo plazo de las políticas del Estado, del saboteo consciente de los capitalistas, grandes y pequeños, nacionales e internacionales, de la presión del capital financiero internacional y la conspiración de la quinta columna proimperialista, que no cesa ni cesará hasta darle la estocada final a la revolución o hasta que ésta consiga aplastarla por sus propios medios.

Así pues, no escribo esta nota para cumplir con un ritual funerario o por sentimentalismo, sino para tomar partido, para incorporarme al debate cada vez más urgente sobre el futuro de esta Revolución Bolivariana, que ha sido y sigue siendo uno de los laboratorios más avanzados de la lucha de clases para experimentar la viabilidad de ese otro mundo posible. Este es el tiempo de los reagrupamientos políticos y de las elaboraciones programáticas. Es la hora de desechar las ilusiones y prepararse para los combates que vendrán.

Chávez sembró un sueño en millones de hombres, mujeres, jóvenes y niños, dentro y fuera de Venezuela. El rescató la memoria de los hombres y sus lugares, de las batallas y los sufrimientos, de las luchas emancipadoras y les dio nombre propio, les dio entidad y proyección de Estado.

Me declaro en pie de lucha al lado del pueblo bolivariano, para defender el sueño que se encarnó en la figura del Comandante-Presidente Hugo Rafael Chávez Frías, un mundo donde las generaciones futuras puedan disfrutar plenamente de una vida libre y limpia de toda forma de opresión y explotación.

La muerte no existe. La vida nos unió y nos seguirá uniendo en pos de ese ideal de emancipación humana.

¡Viva Chávez, carajo!¡Viva la Revolución Bolivariana¡¡Viva la Revolución Mundial!


puebloalzao@aporrea.org


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