Ojo pelao con nuestro proceso de transición

Si en algo sobresale el capitalismo, en su carácter de fase superior de las sociedades clasistas, es en su poder de disociación: disocia a la sociedad de su entorno natural, al productor del consumidor, al explotador del explotado, al trabajo manual del mental, a lo material de lo espiritual, a lo individual de lo colectivo, etc., etc. En su forma elemental, la mercancía, disocia a la sustancia, al valor de uso o la capacidad de satisfacer necesidades de su valor de cambio o valor, de su magnitud, tal y como lo señala Carlos Marx en el Capítulo I de El Capital intitulado La Mercancía.

Si la consigna de la sociedad postcapitalista que nosotros nominamos ecológica en lugar de socialista, es de cada quién según su capacidad y a cada quien según su necesidad, entonces, las formas elementales de ésta deben ser los bienes sociales y, por tanto, sus intercambios, sus valores de cambio o sus valores, deben estar asociados a la alícuota de necesidades sociales que satisfacen. Como militantes del enfoque radical, consideramos que, así como nos ha tocado revivir a nuestro libertador Simón Bolívar, se hace indispensable revivir a la metodología que Carlos Marx utilizó para desenmascarar el capitalismo y, en consecuencia, nos toca aplicarla para visualizar la sociedad postcapitalista que lo suplantará.

Haciendo uso de un par de analogías, es válido afirmar, por una parte, que si según Carlos Marx “la riqueza de las sociedades en que impera el régimen capitalista de producción se nos aparece como un inmenso arsenal de mercancías”, entonces, el bienestar social integral de las sociedades en que imperará el sistema social ecológico o socialista de producción, distribución y consumo se nos aparecerá como un adecuado conjunto de bienes sociales y, por otra parte, que si las células humanas constituyen las formas elementales del organismo humano, entonces, los bienes sociales constituirán las formas elementales o células de la sociedad nueva postcapitalista.

Continuando las analogías, podemos aseverar que si las células humanas almacenan a largo plazo la información, la receta o el código que contiene las instrucciones necesarias para construir otros de sus componentes, entonces, las mercancías recopilan a extendido término la manifestación, la fórmula o el símbolo que abarca los mandatos necesarios para edificar otros de los componentes de la sociedad capitalista. En consecuencia, la subversión del capitalismo exige necesariamente la transformación de las mercancías en bienes sociales.

En consecuencia, si el divorcio entre la sociedad y el entorno natural, entre el ser humano explotador y explotado, entre lo individual y lo colectivo y entre lo material y lo espiritual conforman las raíces de la posibilidad cierta de la desaparición de la vida humana en nuestro planeta, entonces, la vinculación de los bienes sociales y de sus valores se convierte en un objetivo esencial del proceso revolucionario.

Ahora bien, al estar inmersos en un mundo donde mayoritariamente predomina el código capitalista, esta transformación se hace muy difícil, inclusive a largo plazo, y, por tanto, le corresponde al soberano Poder Popular Constituido asumir esta responsabilidad a través de un proceso progresivamente extensible en que impere el intercambio de bienes sociales de acuerdo con las necesidades que éstos satisfagan y no por el valor de la fuerza de trabajo que contengan. De esta forma, por ejemplo, un bien social en el renglón de los alimentos que aporte el doble de nutrientes que otro, debería duplicarlo en valor. Así mismo, de esta forma la comida chatarra tendría un valor negativo, ya que los efectos colaterales que tienen que ver con los trastornos que producen a la salud de sus consumidores lejos de satisfacer una necesidad social, al contrario, generan la necesidad social que implica la subsanación de estos males.

Adicionalmente, el carácter vinculante exclusivo que el valor de las mercancías posee con la fuerza de trabajo humano, refleja el divorcio de los seres humanos con los recursos naturales y, en consecuencia, al limitarse a la esfera humana la satisfacción de necesidades, se expande progresivamente la explotación de nuestra madre naturaleza por parte del capital. La integración de los seres humanos nuevos a su madre naturaleza obliga a incluir dentro del código social de la sociedad ecológica capitalista el derecho que ella tiene de satisfacer las necesidades que le garanticen su sustentabilidad y, por tanto, los bienes que la sociedad ecológica debe generar adquirirán un talante social.

nicolasurdaneta@gmail.com


Esta nota ha sido leída aproximadamente 1272 veces.



Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter