Temor del socialismo

La clase media le teme al socialismo desde posiciones aún contradictorias. El socialismo no es enemigo de una sola faz. Tiene las faces de quienes se consideran por él perjudicados. Para nosotros representa una filosofía que mira el problema ideológico de la vida de distinta manera a la que nos ilumina el capitalismo. Es problema de raíz y conceptos fundamentales. Es problema de soluciones últimas.

Un alerta de atención a los rojo-rojitos de cachucha y franela: No se es socialista y capitalista a la vez, así se admitan muchos argumentos y fórmulas del socialismo por su contenido positivo en la solución del fenómeno social e histórico.

El socialismo, desde este punto de vista filosófico, es una doctrina para ser discutida en familia, en los medios de comunicación audiovisuales y escritos, en la universidad y en la calle. Pero, a más de esto, el socialismo es un sistema político. El socialismo representa una teoría del Estado fundamentada en el hecho económico. El socialismo propugna cambios externos que van de lleno a la destrucción de los viejos sistemas de explotar el trabajo de la fuerza laboral y de gozar los bienes de la naturaleza. Al anti-socialista sistemático le espanta principalmente este aspecto real del socialismo, mucho más que sus propios medios y teoría, por cuanto sabe que la prédica de la revolución la hace fecunda la comprensión negativa del hecho social. Y el hecho social existente, y que la burguesía practica, es una negación de la justicia. Si hubiera sobre el campo del pueblo una siembra de realidades, nada vendría a mejorar las promesas de la revolución socialista.

Si hubiera una realidad capitalista, nada tendría que hacer el socialismo. Su programa carecería de intención y finalidad práctica. La revolución la predica el socialismo, pero la hace el capitalismo. El odio no surge de la agitación del Comandante Chávez. El odio lo engendra la injusticia reinante en el medio social. El pueblo, pongamos por caso, que viven bajo de los puentes, en quebradas y cerros de nuestras ciudades, y que para vengar su indefensión económica odian a los que están sobre ellos derrochando fortunas, no han sido llevados a ese extremo por la táctica de los Bolivarianos, sino por incapacidad de los puntofijistas, la explotación y la injusticia de las clases dominantes que se apoderaron de los instrumentos de producción.

Asentados estos hechos, podemos concluir en que ningún peligro representa el socialismo, si este no hallase el hecho negativo que lo hace fecundo. Desde nuestra posición el pueblo nada debe temer de una doctrina que en su aspecto teórico hallará la clara y firme contradicción de la burguesía. No piensan así los que están obligados a realizaciones positivas que implican renuncia de privilegios. Ellos se niegan a que sea libremente propagado el socialismo, no porque éste vaya contra las esencias del espiritualismo cristiano, sino por el deseo de mantenerse en el tranquilo goce de las ventajas que han venido disfrutando al amparo del viejo orden, que aquel ataca.

Para estos anti-socialistas interesados, la Iglesia tiene la fachada capitalista de la burguesía. No miran al pueblo pobre que señala su grito de angustia taladrante las demandas de justicia social. Miran la posibilidad de guarecer sus intereses bastardos tras consignas de espiritualidad y se hacen con ello a la lerda adhesión de las mismas masas sufridas e inocentes.

Las ideas se destruyen cuando, bien expuestas, son sustituidas por otras mejores. El callarlas las hace en cambio más profundas. La burguesía persigue al socialismo para conservar sus privilegios mal habidos en nombre de la libertad, la más erradiza tesis política, y en contraparte obtienen que su intransigencia adquiera mayor rechazo del pueblo. De una parte, la reacción que levanta lo prohibido, de la otra, la solidaridad que acompaña a las causas perseguidas de manera arbitraria. Porque, créanlo, por más que se diga que en el pueblo es indomable la fiera, hay en el fondo del espíritu humano una propensión natural a reaccionar contra la injusticia. Y todo lo que ataque la libertad de pensamiento es injusto.

Pero no podemos creer tampoco que consideremos libertad ese espantoso libertinaje que han hecho tribuna los medios de comunicación comerciales. Ese horrible comercio de noticias que ha convertido en centros industriales de mentiras a estos medios. Y ello es nada menos que legítima expresión del régimen capitalista en sus más imprevistas desviaciones teratológicas. Todo se explota. Se corrompe todo. Se enriquecen ya con la fuerza física del pueblo, sino con su propia fuerza moral. Se le irrespeta hasta en sus fueros más sagrados. Se le envenena, no sólo en los obscuros socavones donde se extraen los minerales para las industrias de la muerte, sino a pleno día, haciéndole tomar como verdad los más amargos brebajes. Eso no es libertad. Y tampoco alabamos a los jueces venales cuando ponderamos la justicia.

Y cara a cara, a plena luz, en los anchos caminos de la acción, debe ser nuestra contienda de hoy contra el enemigo común. Y ese enemigo, bien lo sabemos, no es otro sino la mentira capitalista con que hemos apeldañado nuestro ascenso cultural de pueblo. La mentira de una, de dos, de tres, cuatro o más generaciones de formación precaria que tomaron la rectoría de nuestra conciencia social. Se trata de generaciones sociales. De procesos de cultura que arrancan del modesto voceador de oficio para ir a parar en los señores de tozuda arrogancia y mentes huecas que se han apropiado la dirección de nuestro movimiento de pueblo. Se trata de cultura como afán permanente de realizarse la persona humana. No cultura de corear el “ideal gringo”, sino cultura de vencer las etapas inferiores del desarrollo social y sentir el afloramiento de la plenitud entitiva del pueblo.

Queremos ir a la lucha. Queremos que se abra una polémica en que, sobre la contradicción de la burguesía, aparezca el propósito uniforme de ir a soluciones acertadas. De ir al encuentro de la mentira pirata de la Iglesia Católica. La mentira de la Escuela, la mentira del liceo, la mentira de la Universidad, la mentira de la Academia, la mentira de la Política. Queremos que se abra una polémica heroica, que desnude tantos falsos valores como llenan de basura nuestro mundo cultural.

Pero no somos nosotros, los culpables de esta miseria social de exclusión. La deuda viene de atrás. Es el saldo desfavorable dejado por generaciones que pasaron sin cuidar su cuenta con el futuro. Es la deuda de una clase dirigente que financió su cultura con papeles sin respaldo.

Las ideas no se matan con el silencio. Las ideas se destruyen cuando bien expuestas, son sustituidas por otras mejores.

No teman la libertad, teman al imperialismo que se empeña en destruirla.



¡Pa’lante Comandante! Lucharemos, Viviremos y Venceremos.

Hasta la victoria siempre y Patria socialista.

¡Gringos Go Home!

¡Libertad para los cinco héroes de la Humanidad!

manueltaibo1936@gmail.com


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Manuel Taibo


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