Análisis post-Wikileaks: “Sin tetas no hay paraíso” o “Sin tetas burguesas no hay paraíso socialista”

La destitución de Eduardo Samán

Samán cuando era uno de los invitados preferidos de La Hojilla

1. Sin tetas burguesas no hay paraíso socialista

Eduardo Samán había atribuido su brutal destitución de ministro de comercio en el 2010 a un chantaje electoral de la burguesía suministradora de alimentos. Pero, la trama era más compleja de lo que Eduardo se imaginaba. Era, digamos, una variante venezolana de la telenovela colombiana, “Sin tetas no hay paraíso”. La suegra chavista transnacionalizada, el gran capital farmacéutico internacional, la Embajada gringa, los cortesanos del Palacio y la Asamblea Nacional actuaban en los roles principales, preparando silenciosamente y con un “lenguaje chavista” el fin político de Eduardo.

Cuando cayó  el telón todos estaban contentos. “Sin tetas burguesas no hay paraíso socialista”, cantaba triunfante la burguesía. El ángel caído fue destinado a trabajos “más importantes” para la Revolución, es decir, al desempleo político. Y la viuda negra con doctorado en “lenguaje chavista” tampoco se quedó desamparada. Sus servicios revolucionarios fueron premiados con la nueva misión de defender a Venezuela en la Corte de la Cosa Nostra en Washington, el CIADI (Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones); ya que Venezuela, a diferencia de Bolivia y Ecuador, nunca se desvinculó de ese organismo supracapitalista.

2. Las fuerzas que acabaron con Eduardo

La inquebrantable voluntad de Eduardo de servir al socialismo y a su Comandante Hugo Chávez lo convirtió en el enemigo número uno de la oligarquía nacional. Actuaba como había actuado el capitán Vielma Mora en el SENIAT y terminó igual. Los sectores que querían su remoción, eran esencialmente cinco.

1. Todos los sectores de la pequeña  y mediana burguesía a los cuales la inepta burocracia estatal fijaba precios de venta irreales, que los empujaba hacia el mercado negro y la actitud ilegal.

2. El gran capital, como Siemens, Pfizer o Microsoft, acostumbrado a determinar autónomamente los parámetros de su actuación, dentro y fuera de la ley.

3. El capital vinculado al crimen organizado. Como jefe del servicio metrológico (SENCAMER), Eduardo empezó a revisar las máquinas de los casinos y antros lúdicos, que en todo el mundo son refugios de narco-dólares y otros ingresos mal habidos.

4. Los burgueses y oportunistas del Chavismo estatal y partidista. De hecho, Eduardo había llegado a ser titular de la cartera, porque el anterior ministro se quejó con el Presidente y le puso un ultimátum a Chávez: “O Samán o yo.” Chávez, por supuesto, lo mandó al diablo y escogió a Samán.

3. La ley de propiedad intelectual

La gota que derramó el vaso --en la mitología azteca el quinto sol que genera la oscuridad eterna-- fue la ley de propiedad intelectual. Muchas veces conversé con Eduardo sobre el tema. Sin duda él tenía razón en ver a la OMPI (Organización Mundial de la Propiedad Intelectual) y el sistema vigente de patentes y licencias como herramientas principales de explotación del Tercer Mundo. Pero, su posición y propuesta eran radicales. Tan radicales que a veces se quejaba que los delegados cubanos a las reuniones de esos organismos defendían los intereses las transnacionales capitalistas. Lo que le hacía peligroso para esos intereses era su conocimiento científico de la materia, como profesor de bioquímica, y la férrea voluntad de cumplir como Adelantado el mandato del Rey.

4. La decisión de Chávez

La posición de Eduardo de que la monopolización mercantil del conocimiento es contraria a una sociedad solidaria y emancipadora, era correcta, pero imposible de implantar en un proyecto político y en las condiciones de poder de Hugo Chávez. De ahí, que el radicalismo y la honestidad de Eduardo --virtudes por las cuales el pueblo lo amaba y los buhoneros del Centro lo adoraban-- se convirtieron en centros de gravitación para las fuerzas anti-oficialistas. Cuando esas fuerzas acumularon una masa crítica de poder, el Presidente destituyó a Samán.

5. Lo normal y lo reprobable de la destitución

La destitución del ministro Samán por el Presidente Chávez es un acto normal en todo sistema político y, de hecho, en toda institución. El poder de un Presidente se basa en alianzas y cuando un subalterno pone en peligro esas alianzas, se le da de baja. Pero, lo que convirtió ese mecanismo normal de gobernar en un procedimiento inmoral en el caso de Samán, fue la forma en que se dio. De la noche a la mañana desapareció de la escena a través de un lacónico comentario de Chávez, que ante las protestas populares empeoró la situación con la mentira de que Samán iba a cumplir nuevas tareas importantes de la Revolución. Pero, al igual que Vielma Mora se quedó sin nada, a diferencia de muchos militares traidores del 2002, como Arias Cárdenas y Rangel que fueron reintegrados y premiados posteriormente en las estructura de poder y prebendas del Estado y del Partido.

6. El deber moral de Eduardo Samán

Injusticias sociales de este tipo son comunes en todo macro-proceso político y, probablemente, inevitables. Lo que sorprende, sin embargo, es, cuando las víctimas  renuncian al análisis objetivo de lo que ha pasado. Este es el caso de Eduardo. Como indica su entrevista de ayer (aporrea.org), se niega a analizar su destitución como un conflicto entre una praxis pretendida subjetivamente como socialista y revolucionaria, y el carácter de clase del desarrollismo burgués venezolano. Esto es lo que debe el amigo Eduardo Samán a los auténticos revolucionarios venezolanos que vieron en él un líder que los llevará a la nueva sociedad. No debería abandonarlos ahora. 


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Heinz Dieterich


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