Ñángaras y sus tentaciones

En Venezuela, en nuestra condición de caribeños y petroleros, en la década de los 60 -especialmente a finales de ella- ocurrió un fenómeno generacional, especial, en todos los que cursábamos estudios de secundaria en sus diversas modalidades: escuelas técnicas, normales, entre otras. Éramos Ñángaras. Y en ese final de década, con el primer gobierno de Rafael Caldera, se da la primera arremetida escandalosamente pública contra esa juventud que estudiaba. Todas las consejas intelectuales de  Revolución Cubana, Teología de la  Liberación, Feminismo comprometido con sus píldoras anticonceptivas, música de los Beatles, Existencialismo de Sartre y Simone, Maoísmo desde China, Guerra de Vietnam, Mayo Francés, desembocaron para los estudiantes venezolanos en su propio Mayo 69. La intelectualidad demócrata cristiana ya había vivido, en su maquinaria partidista, el sismo interno de toda esa revuelta. No iban a permitir que esos soñadores derrumbaran su Ópera Prima Gubernamental. Aunque habían estado desde el inicio, hasta ese mandato, en consonancia con Acción Democrática (AD), con los adecos se habían colado estructuras libertarías: Gratuidad de la Enseñanza. Autonomía Universitaria, Derechos Sindicales, Reforma Agraria, Salud Pública, entre otras reivindicaciones, empujadas por el pueblo. La democracia represiva adeca no tenía tantos contenidos de ideas revolucionarias con qué enfrentarse: era sólo una guerrilla en las montañas, bastante aislada de las masas, con una dirigencia urbana muchas veces encandilada por las mieles de la posible pacificación y en lo internacional con la negativa de la URSS a secundar estos alzamientos. La muerte del Ché Guevara había derrotado en  la subjetividad venezolana de izquierda citadina, la esperanza en estos compañeros guerrilleros.   

La inteligencia copeyana, con la antiquísima experiencia del Opus Dei, movilizó todas sus piezas exitosamente. Movieron sus líderes profesorales y estudiantiles a lo largo y ancho del país. Paralelamente, aceleraban los acuerdos de pacificación con las altas cúpulas de la izquierda venezolana. Quedaban aislados los sectores de la lucha guerrillera, con lo académico y sindical. Se dejaba una izquierda formal a la zaga de la URSS, con otros sectores  como MAS, CAUSA R. BANDERA ROJA, PRV, y a nosotros los Ñángaras, en su mayoría con alergia a los partidos y a su burocracia izquierdosa. De manera que nos conformamos en una especie de parias, con asimétricas militancias cotidianas y formación política similar. Nuestro espacio era la calle; desde las aulas estudiantiles, amigos y apoyadores de toda causa justa y colectiva, inclusive en riesgo de la vida y la libertad.

A pesar de todo ya muchos, para el I Carlos Andrés Pérez (AD), éramos noveles profesionales entre los cuales durante esa presidencia, en muchos casos se desdibujó su compromiso revolucionario. Particularmente, alejando esa franja profesional del día a día, de los desmanes que se cometían con los sectores populares en el país, a la juventud académica se les enviaba con el Plan Mariscal de Ayacucho, con becas cuyo monto, para ese momento, en muchos países como Francia doblaban los salarios de los docentes de esa nación. Entramos entonces a la Venezuela de las capas medias, viajando a visitar los hijos becados, tomándole el gusto a los aviones. En fin, el país idílico dado por la bonanza petrolera del 73, del ta’barato dame dos, 

El mantenerse como juventud profesional en el país, en muchos casos fue una decisión más azarosa que por compromiso revolucionario. Pero este quedarse, a mi modo de ver, nos alumbró a algunos con la riqueza intelectual de maestros de la talla de Francisco Mieres (+) y Kleber Ramírez (+), por ejemplo. En fin, se trataba de caminar una sociedad de compartimientos estancos, alejada mediáticamente de las mayorías pobres. Esa pobreza era invisible. Solamente a los encapuchados de finales de los 80 les dolía públicamente. En el caso de la Universidad de Carabobo, por citar un solo caso, salían con los camiones de comida para repartirla en los barrios aledaños. De manera que a los Ñángaras, el Caracazo del 89 nos agarró a la gran mayoría, como a todo el mundo, claros y sin vista. Muchos de los  que se decían nuestros, empezaron a buscar chopos para defender sus casas de esas hordas lumpen proletarias.   De manera que no solamente militares que luego estuvieron en el 4F comandaron tropas contra ese pueblo pobre insurrecto. Tampoco esos Ñángaras de las capas medias lograron comprender. Hubo excepciones como Luis Villafañe (+) y YulimarReyes (+), primera víctima de ese lunes 27 de febrero. Quizás porque eran encapuchados que en ese ultimo quinquenio habían hecho pedagogía de lucha urbana. Es anecdótico cómo  en el segundo día, el martes 28, las barriadas insurrectas cercanas al Alma Mater carabobeña, esperaron en el Arco de Bárbula durante unos momentos, antes de ir a saquear abastos y supermercados. Y se fueron sin muchos de los de  capucha, ya que un grupo de ellos el viernes anterior quedaron presos o en retirada en horas de la noche, debido a las violentas protestas universitarias de ese día. Se llevaban la pedagogía de la lucha de calle citadina especialmente dirigida por ellos, a la mediana empresa del transporte de las mayorías y los centros de comercialización de mercancías, particularmente de comida.

La memoria histórica que se intenta activar es para comprender a la gente común e inclusive a artistas, tradicionalmente de izquierda. En este hoy, en sus opiniones de rechazo total a lo que se ha hecho de este gobierno bolivariano. Entendiendo los errores. Pero ahora observamos la totalidad, al ver ese pueblo del Caracazo, recibiendo atención de Barrio Adentro, estudiando, publicando su poesía; ahora hijos o nietos de estas capas medias, tienen posibilidades de defenderse de las estafas bancarias y en el ahora de las inmobiliarias. Creemos que se avanza. Lentamente a nuestro modo de ver  al interior de la construcción socialista. En parte, porque  los Ñángaras que participaron en esa insurrección popular o como mínimo con simpatía hacia ella no terminamos de entrar con nuestras experiencias o palabras en el rescate de esta corta historia de tres días de Febrero de 1989. No se acaba de entender en su grandeza pedagógica. Sólo el Pueblo Salva al Pueblo.

Prof. Roraima Quiñonez. Noviembre 2010.



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