La dependencia del petróleo

El capitalismo en nuestro tiempo se muestra aún más dependiente del petróleo. Si en el pasado el imperialismo puso en marcha la maquinaria belicista para controlar los pozos petroleros, los oleoductos y gasoductos, hoy continúan esa inversión de recursos en propiciar conflictos, pero se añaden otros peligros. La voracidad del sistema de explotación capitalista por obtener petróleo se demuestra en las salvajes y nefastas técnicas de extracción del petróleo de esquisto.

La fractura hidráulica o fracking emplea procedimientos que contaminan las aguas y los suelos debido al uso intensivo de químicos. También los cientíticos advierten que se convertirá en una verdadera amenaza de proliferación de sismos y terremotos de gran magnitud en los tiempos venideros.

A comienzos del siglo XX nuestro país fue designado por el sistema económico internacional como un enclave de campamentos petroleros que debía abocarse de manera exclusiva a la monoproducción de los hidrocarburos. Se trataba de un dictado externo. No fue sino a principios de este siglo que se comenzó a controlar estos recursos no renovables con una toma de decisiones propia.

Hoy en día nuestro pueblo se incorpora al clamor de los pueblos del mundo por un uso racional de los recursos de los cuales dispone el planeta. Así como en los propios Estados Unidos se han alzado voces de protesta contra la explotación irracional y desmedida que implica el fracking, de igual modo, nosotros tenemos que continuar evitando a toda costa que con ese tipo de explotación las compañías trasnacionales establecidas en el norte pretendan violar los acuerdos internacionales en materia de protección al medio ambiente. Venezuela ha mostrado su preocupación por la preservación del medio ambiente, cuando se le puso límites a la pesca de arrastre, y se promovió la misión árbol, entre muchas otras iniciativas.

Desde el Consejo de Seguridad de la ONU de la cual forma parte Venezuela a partir de enero de 2015, será posible advertir de las consecuencias de este tipo de prácticas. La razón económica antiecológica no debe prevalecer sobre las razones de supervivencia de la especie humana.



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