Juro que, hasta la semana pasada, estaba convencido de que las carreras de caballo ya no existían. Cuando escuché a Nicolás comentar sobre las carreras. Fue cuando tuve que investigar de qué se trataba. Y supe entonces que se habían reeditado las carreras de caballo, que las apuestas eran hipermillonarias, fundamentalmente afuera y que habían más de un camarada propietario de caballos, magnate y apostador adentro y afuera de las carreras. Crecí viendo a propios y extraños comprar la Gaceta Hípica los días martes, y estudiar esa bendita revista para luego hacer un cuadro los días domingo, para perder siempre. De los miles, sino millones que conocí, ninguno se hizo millonario. Aún tengo la estampa de un vecino que los martes se levantaba, iba a la panadería, se tomaba un café, se fumaba un cigarro y de inmediato iba al kiosko para comprar su Gaceta Hípica. Lo ví hacer eso por años, a pesar de que no tenía dinero para comprar los tennis de su hijo para la educación física. Un buen día lo alcanzó la diabetes. Cuando le cortaron el primer pie, decidió suicidarse. Era una buena persona, y un buen vecino.
Recuerdo que, estudiante universitario, me iba los domingos a las siete de la mañana a Tierra de Nadie, en mi amada UCV. Todas las panaderías y los cafetines estaban abiertos porque en la mayoría había un sellado, es decir, un sitio donde se pagaba por el cuadro que uno llenaba y que, al troquelarlo una máquina, entraba en las apuestas de esa tarde. Luego venía la otra parte ritual que era la televisión conectada al Hipódromo La Rinconada desde las doce del día, hasta las seis de la tarde, cuando por fin se acababan las carreras. Nunca en mi vida hice un cuadro de caballo, ni siquiera porque aprendí. Era mi época de la militancia dura y prefería invertir mi tiempo en mis estudios y el trabajo político en los barrios caraqueños.
Pues ahora caigo en cuenta de que en esta "revolución" de la que tanto alardean los "revolucionarios", regresaron tres de los peores vicios del capitalismo, tres de los peores antros de la corrupción y de la descomposición social: las carreras de caballo que, como otrora, tienen canal de televisión y todo; los casinos y las corridas de toros, un recordatorio permanente de que fuimos animales siempre. Aunque algunos le llaman arte taurino. No sé qué de artístico tiene ponerle alambre de púas en las bolas a un toro y luego de cansarlo clavarle una espada en el lomo.
Creo que fue Marx quien dijo que lo mejor del capitalismo eran sus vinos y sus mujeres, cosa en la coincido por completo.
Los masistas, cuando fueron acusados por la izquierda comecandela de revisionistas y amigos de la burguesía por allá a mediado de los 80, acuñaron una expresión: "entre bonche y revolución, no hay contradicción".
Ex profeso, Chávez le dio una batalla solapada y luego abierta tanto a caballos, como a los casinos y a las corridas. Siempre desvió el tema, pero estaba a favor de que eso no existiera más. Sabía que era un instrumento del mal.
No hace mucho tuve una encarnizada discusión con un camarada. Y quiero aclarar que por años deje de discutir, porque me parece que las discusiones no llevan a ningún lado. Las personas están convencidas de que la verdad es una sola y la tienen ellos. De allí la esterilidad del esfuerzo. Pues mi camarada y amigo quería convencerme de que estas cosas se aprobaron como un mecanismo para conseguir recursos. No entiende, porque es una persona decente y me consta, que los recursos que de allí emanan, van a parar a las arcas de las cuentas bancarias de los "revolucionarios" en el extranjero, o de algún ministro o generalote que esté metido en el guiso.
No existe un solo indicio de que las riquezas provenientes de esas actividades, se hayan destinado a los pobres, o a la justicia social, o al desarrollo de algún proyecto económico del país. No recuerdan el Kino Táchira. Qué pobre diablo del pueblo venezolano se beneficio de allí, pero los propietarios de ese garito nacional, en interconchupancia con diputados, ministros y generales, amasaron fortunas que ya quisiera algún narcotraficante. Y eso, carreras de caballo, los casinos y las corridas, no serán más que otro elefante blanco, que produce riqueza para un grupito de chavistas y opositores, pero no para el pueblo. Tal como ocurrirá con las fulanas Zonas Económicas Especiales, de las cuales, no existe ninguna experiencia en el mundo, donde se hayan aplicado, que hayan significado una ganancia o un beneficio para el país.
Chávez siempre le tuvo horror a estas actividades porque sabía que absolutamente nada de esas ganancias, pasaban a manos del pueblo, o se convertían en un proyecto de desarrollo. Con un agregado más, es la entrada a la prostitución, al narcotráfico y al aumento del consumo de alcohol.
Y yo supongo que esto ha debido consultársele a diversos sectores del país. Pero resulta que nadie opinó al respecto, porque a nadie le consultaron. Tal como ocurrió con la privatización de las empresas del Estado, todas quebradas y que las están vendiendo aprecio de gallina flaca.
Siempre que escribo esto, aparecen los enemigos gratuitos, porque el malo resulto ser yo, porque lo evidencio y eso no debo hacerlo porque le estoy dando armas al enemigo. Pero es que el enemigo también se está enriqueciendo de allí. No tengan dudas. Pero hay fanáticos, y no hay una cosa más contrarrevolucionaria que un fanático.
Caminito de hormigas…
Entro a mi semana número 26 sin teléfono y sin internet. No tengo a quien acudir. No importa las veces que llame, Cati nunca está. Debe estar con su novio Corpoelec… Un camarada me pregunta si yo sé a dónde va a parar el queso amarillo y la riqueza que el gobierno destina para las escuelas. Ni idea… Los alumnos de la Escuela Técnica Industrial de La Quizanda, me denuncian que no los dejan entrar si no tienen botas de seguridad y batas, cuando apenas tienen para usar chancletas. De paso, están cobrando tres dólares por la insignia, y son 1.400 alumnos. Hagan es cuenta. Díganme quién autorizó ese cobro. Me pregunto, y porque los profesores no crean una fórmula para ayudar a esos estudiantes, en lugar de perseguirlos.