La Universidad. ¿Esperanza en una Venezuela insondable? (II)

 

"Empezamos redefiniendo qué es un profesional.

Un profesional es alguien con una combinación entre competencia, confianza y fe.

Un zahorí es un profesional. Una partera tradicional es una profesional.

Un alfarero tradicional es un profesional.

Son profesionales que están en cualquier aldea aislada del mundo"

(Bunker Roy, Escuela de los descalzos)

 

 

En un artículo anterior abordamos la universidad desde una perspectiva anclada en el agotamiento del modelo rentista y el extravío de la institución universitaria en ese modelo. Señalamos el drama que supone para una universidad no estar en condiciones de tributar a la sociedad lo que se supone es su tarea fundamental y la condición de accesorio que adquiere la universidad para la sociedad misma. Veamos ahora una perspectiva distinta. Consideremos el tema desde una dimensión que hemos denominado la Venezuela insondable. Para ello, requerimos trazar de forma gruesa alguna de sus características.

Es evidente que la Venezuela del presente ha experimentado una transformación cultural que no termina de generar un vector resultante visible para todos. Bastaría con señalar que el número de venezolanos conscientes de su condición de ciudadano en tanto demandante de derechos y con potencia de acción colectiva supera con creces el estado de depresión e indiferencia que se vivió en los años 80 y 90 del siglo pasado. Probablemente, ese nuevo estado presente en mayorías importantes del país son los que nos permiten ver con claridad las contradicciones propias del agotamiento del modelo rentista. Insistimos, se trata no de que el modelo haya sido sustituido por otro, sino de que se alcanzó el punto del no retorno con respecto a la insuficiencia de la renta. La aclaratoria es importante porque hace referencia al agotamiento del rentismo sin que la propuesta esgrimida como socialismo productivo haya podido hacerse hegemónica. Precisamente, es allí donde comienza el carácter insondable de la Venezuela del presente. Hay evidentes muestras de agotamiento del discurso sobre el proyecto socialista porque no hay referentes que muestren avances en esa dirección de forma irrefutable. Esto no quiere decir que no hayan mejorías en algunos indicadores asociados a la satisfacción de necesidades y acceso a bienes y servicios para venezolanos que en condiciones del capitalismo rentístico previo a 1999, no hubieran podido tener y peor aún, no habrían pretendido tener. Pero, de nuevo, la profundidad del fundamento socio-político que pueda guiar el curso de la sociedad venezolana desde este presente hacía el futuro es desconocido. Es insondable, lo que puede significar que es demasiado profundo o sencillamente no existe... o, acaso no podemos verlo porque no tenemos instrumentos para ello.

Ante la dimensión de esta incertidumbre, quizás le corresponda a la universidad como institución y más aún como práctica, el formularse la pregunta inquietante sobre el sentido del fundamento de la sociedad venezolana en todo el espectro de sus acciones en lo cultural, político y económico. El caracter de la tarea yace en la raíz del fundamento del pensamiento universitario: Pensar con el otro. Esto último que se dice tan fácil va más allá del plano de lo que venimos entendiendo como universidad y educación universitaria. Veamos una posible interpretación de "pensar con el otro" en el contexto de lo insondable de la sociedad venezolana.

Si la sociedad venezolana es insondable parece evidente que el conocimiento gestado por las formas disciplinarias de la ciencia tradicional y consolidada son necesarios pero insuficientes. En su insuficiencia y acaso por un afán de seguridad del conocimiento, entonces este conocimiento deviene en compañero inapropiado para formular las preguntas específicas para hacer comprensible la sociedad en la cual vivimos. Este punto es de capital importancia porque pone en su justo lugar una diatriba mal formulada entre la ciencia socialmente pertinente y la ciencia necesaria por razones propias del desarrollo de la disciplina. El planteamiento de una u otra ciencia, es un atajo engañoso para no atender demandas de la sociedad que pueden ser incómodas o la incorporación de nuevos actores en la competencia por los siempre escasos recursos para la investigación e innovación.

En todo caso, lo que es de destacar es que las preguntas ya no vienen solamente impulsadas por el avance de la disciplina sino por las necesidades que la sociedad se plantea. Las condiciones están servidas para una nueva forma de concebir a la universidad. En realidad, se trata de volver a la condición humana original: La universidad como una práctica social donde el pensar con el otro es "liberado" de las condiciones de las disciplinas para ser puesta en el contexto del descubrimiento del problema y la construcción de las soluciones. En una palabra, en reconstituir el espacio de aprendizaje no desde la trayectoria de la disciplinas y profesiones definidas por perfiles definidos por el mercado sino por las necesidades cognitivas que se dan en comunidades que desempeñan alguna actividad en la cual el conocimiento es fundamental para hacerlo mejor y hacerlo con otros.

La Venezuela insondable que toca las puertas a la universidad se constituye así en una oportunidad para que la universidad se constituya en esperanza. Al mismo tiempo, la Venezuela insondable es una posible esperanza para una transformación de la universidad que parece languidecer ante el influjo del conocimiento como servicio y objeto de mercado. Quisiera concluir señalando un posible punto común en que ambas trayectorias de esperanzas se tocan: La constitución de la universidad como espacio de aprendizaje desde la experiencia y la pregunta a diferencia de los procesos de adiestramiento y entrenamiento técnico que cada vez más domina en el discurso universitario. Es decir una universidad capaz de estimular la confianza, la fé y la posibilidad de construir competencias con los otros y no para competir sino complementar.

Asumir que la universidad es pensar con el otro en estos tiempos es optar por un proceso cooperativo de aprendizaje. En realidad, preferiríamos llamarlo colaborativo para resaltar la condición de un bien trascendental que va más allá de las competencias para incorporar la actitud de saber preguntar e indagar al mundo no sólo para transformarlo y controlarlo, sino quizás para la más modesta labor de cuidarlo. Este proceso deberá complementar las disciplinas y sus preguntas con las preguntas que desde el cotidiano andar se van haciendo y desgranando para que las comunidades aprendan a aprender y así ser transformadoras de su entorno y de ellas mismas. Allí, en esa modesta labor de preguntar en lo local, quizás comenzarán a emerger nuevos instrumentos para mirarnos y comprendernos desde la singularidad que somos, incluso a pesar de los esfuerzos de nosotros mismos por diluirnos en identidades que además de ajenas, no nos sirven para reconocernos con el otro. Comunidad que pregunta es, sin lugar a dudas, el primer paso para una comunidad que aprende.

Finalmente, deberá aprenderse que una universidad abierta no es aquella que acoge a los estudiantes para enajenarlos del mundo sino aquella que sale a preguntarse con quienes habitan en el mundo por el sentido del conocimiento y sus ciencias.

A Tiempo: "La patria es el otro" es quizás la forma más incluyente de definir que las fronteras de la patria las define la humanidad. Si aceptamos que la universidad es pensar con el otro, entonces veremos que la universalidad no puede estar reñida con lo local, a riesgo de enajenarse y pensar con un otro hecho a imagen y semejanza nuestra: el más precario de los otros.

 



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