Universidad con olor a naftalina

Me parece que me matan un hijo cada vez que
privan a un hombre del derecho de pensar.

José Martí

No se asombren si les digo que las primeras instituciones en la historia de la humanidad en prohibir la lectura de libros considerados subversivos fueron las propias universidades. Así nos lo cuenta Fernando Báez en su libro Historia Universal de la Destrucción de los Libros. Pues bien, en pleno siglo XXI, negar la educación en nombre de una cruzada político económico, se equipara en buena medida a aquellas prohibiciones morbosas de la Edad Media.

Veamos, los sacrosantos espacios de universidades como la Sorbona, Lovaina, Luca, Siena y Venecia, poseían ya en el siglo XVI el Index generalis scriptorum interdictorum, que traduce: Índice General de Escritos Prohibidos. Esto nos revela los umbrales de la universidad dogmática. Ni el Renacimiento, ni la Universidad Napoleónica, las Reformas de Córdoba en 1918 o la Renovación Universitaria en Venezuela (1968-1969) lograron superar del todo al pensamiento inquisidor de aquellos claustros medievales. En sus inicios, las universidades tuvieron el mérito de conservar en hermosos códices la memoria histórica cultural y científica de tiempos remotos, pero al mismo tiempo iniciaron el resguardo celoso e inamovible del orden y las creencias ya instituidas.

Es bueno recordar que la subversión del conocimiento y el rompimiento del status quo terminaron siendo acciones de seres excepcionales que contradecían lo que establecía sus instituciones como verdades absolutas; ellos, temerariamente, nadaron en contracorriente del pensamiento político religioso de su época. Ejemplos, Juan Huss (1370-1415) profesor de la Universidad de Praga, llevado a la hoguera por sus ideas; Giordano Bruno, (1548 – 1600) Doctor en Teología, quemado vivo por desviarse de las enseñanzas de la Iglesia. Paradójicamente y como nota curiosa, en esos tribunales participaban académicos universitarios. Juan Agustín Franco Martínez de la Universidad de Extremadura (Badajoz, España), nos ilustra al respecto: “La mayoría de los inquisidores fueron titulados universitarios, aspirantes destacados para progresar en la Iglesia o en el Estado. (“Historia de España”. Tomo 11, páginas 82-85. Obra dirigida por John Lynch, 2007).”

Dentro de este contexto, cuando en pleno siglo XXI, ciertas autoridades y unos cuantos profesores universitarios de nuestro país prohíben a sus estudiantes hablar de política y además deciden negarles la educación en el nombre del dogma político que ellos profesan, nos retrotraen automáticamente a las inquisiciones, normas y dogmas de vetustas universidades. Las prohibiciones contemporáneas, como ya se habrán imaginado, están dirigidas a los chavistas. A estos se les ordena no abrir la boca so pena de expulsión, en tanto ellos, los amos de las universidades, transforman sus clases en envenenados sermones dirigidos a fomentan el odio hacia quienes piensan diferente. Lo que al parecer olvidan es que toda orden de prohibición esconde tras de sí el miedo, y en su caso, el terror que les genera una posible pérdida de sus privilegios, sus prerrogativas para seguir armando falanges y formando eunucos políticos y sus patentes de discriminadores por donde se les mire. Allí dónde se niega la razón, el debate, el pensamiento crítico, el estudio de las ciencias sociales, la política y la historia, y encima de todo ello se niega a la Patria, se impone de seguro el demonio informe del oscurantismo y del fascismo y eso, definitivamente no es universidad.

Es cierto que estas universidades cuentan profesionales prestigiosos y que de ellas egresan individuos altamente capacitados en el manejo de paquetes tecnológicos transnacionales pero ojo, también se gradúan seres maniatados intelectualmente, incapaces de generar una ciencia comprometida con su país. Su insensibilidad y egolatría, propia del ignorante, los transforma en zombies, y seres alienados, prestos a quemar carros, montañas y ciudades en nombre del libre mercado y del sueño americano. ,

En conclusión, todo esto nos dice que todavía es mucho el trayecto que tendremos que recorrer antes de alcanzar la independencia cultural que soñamos. Los claustros - del latín claudere, con el significado de "cerrar" y con los sinónimos de autoridades, monasterios o conventos y el derivativo claustrofobia - en los que aún se respira el olor a naftalina, han sido y seguirán reacios a los cambios; en ellos se revela el mismo pánico que la universidad medieval mantuvo frente a la evolución. Ese mismo terror que llevó a la universidad medieval a aliarse con la Santa Inquisición reaparece hoy con los estertores del moribundo queriendo torcer el rumbo de la historia, pero de seguro no lo lograrán como no lo lograron en siglos quitándole la vida a millones de irreverentes.

¡Chávez Vive, La Lucha Sigue!


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Rubén Rivas

Merideño, Profesor de Música, con estudios en la Escuela de Música de la ULA. Egresado de la U. de Chile. Magister de la U. de Cincinnati. Autor de los proyectos de Carrera de Licenciatura en Música de la Universidad del Zulia y Universidad del Táchira.

 alcidesrivas@gmail.com      @alcidesrivas0

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