Harina de Maíz Precocida y Guerra Económica

A partir del 1998, con la llegada de la Revolución Bolivariana, encabezada por el Comandante Chávez, se comienza un proceso de recuperación de la actividad productiva del campo, de vital importancia para el país y que para ese momento se había extinguido. En la constitución del 1999, impulsada por Chávez, se incorpora el concepto de Soberanía Agroalimentaria, dejando atrás la sola seguridad alimentaria propuesta por las instituciones del estamento internacional dado. La riqueza petrolera es utilizada para cumplir la función social que le corresponde y se comienzan las grandes inversiones en el campo venezolano: se recuperan grandes sistemas de riego, se crean instituciones para el apoyo del campesino (en cuanto a financiamiento, tenencia de tierras, equipamiento e infraestructura para la producción y cuantas cosas más). Con la Revolución Bolivariana se puede decir que ha habido aciertos y desaciertos en el campo venezolano, por lo que considero que todavía hay mucho por hacer para una verdadera y sostenible Soberanía Agroalimentaria.

La siembra y el procesamiento del maíz, fueron dos temas, en los que el Comandante Chávez puso gran interés, dado la importancia que tiene este rubro agrícola en la alimentación, tanto para el consumo de humanos como para los animales. El maíz es una materia prima de la cual se obtienen muchos productos, y en esta ocasión nos vamos a enfocar en uno de ellos, el cual se impuso como costumbre de consumo por los capitalistas agroindustriales: la harina de maíz precocida. La razón de esto es que con este producto se prepara uno de los alimentos más consumidos por los venezolanos, la popular arepa de maíz. La harina de maíz precocida, antes de Chávez, era producida en un 100% por empresas privadas, principalmente por las pertenecientes a dos grupos económicos Polar y Harina Juana, quienes establecieron sobre la producción y comercialización un oligopolio. Con la llegada de la Revolución Bolivariana, se comienza aumentar la superficie de siembra y se construyen nuevas plantas procesadoras de harina, en los estados productores de maíz para contrarrestar el control que tenían estos dos grupos económicos en un alimento de gran importancia en la alimentación de los venezolanos.

A partir del 2012, con la enfermedad del Comandante Chávez, la oposición venezolana arreció su ataque para acabar con la Revolución Bolivariana, provocando una guerra económica que, se aunó a la baja de los precios del petróleo a partir del 2013. La obtención de divisas para importación se convirtió en el mejor negocio. Se han podido detectar todas las trampas habidas y por haber como: desviación de los fines para los cuales son otorgadas las divisas, sobre facturación de productos importados, reventa de divisas, a esto se une el delito de contrabando o sustracción ilegal de productos de primera necesidad con precios regulados, tanto los importados como los que se producen en el país. Estos dos grupos oligopólicos se alinearon en torno a la guerra económica contra el pueblo, y la estrategia utilizada para desestabilizar el mercado fue restringir la oferta de productos alimenticios y la harina de maíz precocida fue principalmente uno de ellos, dada la sensibilidad que esta tiene en el mercado por su alto consumo diario.

No hay duda de que con la llegada de la Revolución Bolivariana estos dos grupos oligopólicos, de los alimentos básicos de los venezolanos, vieron afectados sus intereses mercantilistas, por lo que su actuación ha sido siempre para distorsionar el mercado de los productos que procesan, sin impórtales que el pueblo los pueda adquirir para su alimentación. Esto quedó demostrado en un audio de llamada telefónica donde el principal representante de Empresas Polar señala que el también está en la guerra económica. A un así el Gobierno Bolivariano siempre los ha apoyado entregándoles las divisas para la importación de materia prima, ya que nunca les interesó producirla en el país. Sobre la actuación de los representantes de estos grupos económicos creo que el gobierno ha pecado por impunidad, al no aplicar las medidas legales y de justicia que corresponde a los delitos cometidos por estos señores.

Las empresas que tienen el oligopolio de la harina precocida, en realidad no producen un kilo de maíz en la actualidad, la materia prima la obtienen del maíz que se produce a nivel nacional, que el gobierno les vende o que ellas le compran directamente al productor; y el resto de la demanda que no es cubierta por la producción nacional es importada por el gobierno o directamente por estas empresas con las divisas preferenciales que se les otorga. La baja en la oferta de harina por parte de Polar y Harina Juana, no ha podido ser contrarrestada por la producción de las plantas del estado dado que el funcionamiento de estas es ineficiente, y detrás de este mal funcionamiento no podemos dejar de dudar que al frente de estas empresas hay personas que responden a interés particulares que atentan contra los del pueblo (quinta columnas, corruptos, oportunistas) situación que el gobierno no ha tenido la capacidad de controlar y que es vital corregir estas desviaciones para así darle un duro golpe a los hambreadores del pueblo.

Para entender y enfrentar esta situación hago el siguiente análisis, el cual espero sea una herramienta para profundizar en la esencia del fenómeno y así poder abordar el problema desde su raíz, para neutralizar y superar la situación critica a la cual nos han llevado los grupos oligopólicos que tienen el control sobre la comercialización de la harina precocida de maíz. El modelo agroindustrial de este producto de consumo masivo, por su funcionamiento impone un sistema de producción de grandes extensiones de monocultivo, en cual requiere que los productores cuenten con la disponibilidad de equipos, maquinarias e implementos de mecanización, esto ha excluido de la producción a una gran cantidad de campesinos que no han tenido estas condiciones y que con la implantación de este modelo, poco a poco fueron dejando de sembrar sus pequeñas áreas con las cuales producían el maíz para su autoconsumo y con el excedente abastecían las comunidades donde habitan. La continuación de este modelo agroindustrial de monocultivo, por parte de la Revolución Bolivariana, desde mi punto de vista ha sido una debilidad ya que se ha permitido a estos dos grandes oligopolios puedan tener el control del producto, jugando con la oferta y la demanda a su antojo.

Ahora bien si el estado es el que tiene la mayor cantidad de silos de almacenamiento de maíz (tanto para el que se produce como para el que se importa), posee los recursos financieros para la producción, el país cuenta con la superficie suficiente para sembrar las hectáreas que se requieren, además posee los dólares para importar el maíz en caso de no producir la cantidad que se demanda, se cuenta con la capacidad industrial pública y privada para procesar toda la harina precocida; y se dispone de fábricas de tractores, implementos y agroquímicos necesarios para la producción. Entonces como es posible que teniendo la capacidad de controlar todas las variables antes mencionadas, permitamos que estos apátridas hagan de las suyas jugando con el hambre del pueblo. Todas las variables que acabo de mencionar, aunque no son las únicas pero si bien significativas y determinantes, son variables dadas (exógenas) no depender del azar y se pueden controlar, lo que permitiría hacer las correcciones pertinentes para que la producción de harina de maíz pueda cubrir las necesidades del pueblo. En función de estas variables voy a exponer un escenario de análisis y reflexión, tomando como referencia el ciclo de producción de maíz invierno 2016.

Nuestro Ministro del Poder Popular para la Productividad Agrícola y Tierras anunció que la producción de maíz para este año, estaba estimada en alrededor de dos millones de toneladas (2.000.000 TM), para lo cual podríamos esperar un rendimiento en producción de harina precocida de un millón seiscientas toneladas (1.600.000, 00 TM) considerando un descuento de 20% por kilo de maíz. Partiendo de que la población de Venezuela es de 31 millones quinientos mil habitantes y que en promedio de cada familia es de cuatro personas, con un consumo promedio anual de harina de maíz por familia de 250 kg; esto nos daría una demanda nacional de 1.968.750 toneladas de harina de maíz durante un año. Ahora bien con la producción nacional cubrimos el 81% del consumo, teniendo que importar solo 19% (368.750 TM). Aunado a ello tenemos, como dijimos antes, la ventaja de tener toda la capacidad de almacenamiento y procesamiento del maíz que se produce en el país y el que se requiere importar para producir toda la harina precocida demandada.

Con el escenario presentado a través de estas cifras hipotéticas, el cual considero no está alejado de la realidad, hago una reflexión angustiosa que me lleva a la siguiente interrogante ¿Porque actualmente, cuando los silos deben estar llenos de maíz producto de la cosecha invierno 2016 y las plantas procesadoras (públicas y privadas) deberían estar trabajando al 100%, el pueblo padece para obtener un paquete de harina de maíz precocida? La respuesta esta interrogante nos hace suponer que pueden estar ocurriendo muchas desviaciones, las cuales tienen unos responsables. No podemos cerrar los ojos ante esta realidad. Si no estamos produciendo la cantidad de harina que se requiere, podría ser por varias razones y entre las cuales supongo las siguientes:

  1. Que la cantidad de maíz que se estimaba cosechar en 2016, está muy por debajo de la anunciada por ciudadano Ministro.

  2. Que gran parte del maíz cosechado se lo estén llevando por contrabando de extracción a países vecinos.

  3. Que el producto está almacenado en los silos públicos y privados y no está siendo procesando.

  4. Que la cantidad de maíz que debería llegar por importación por parte de las empresas privadas no está llegando al país, ya sea que desviaron las divisas o sobrefacturaron el producto, o que desvían el producto a otros países antes de llegar al nuestro.

  5. Que la cantidad de maíz que debería llegar por importación por parte del estado no está llegando, o está almacenado en silos o se podría también estar desviando divisas o sobre facturando, o que el maíz una vez llegado al país es desviado por contrabando.

  6. Que la harina producida en el país se está haciendo a cuenta gotas, o que gran parte es desviada de contrabando a otros países.

Ante esta compleja y difícil situación que afecta el sagrado derecho que tiene el pueblo venezolano de alimentarse, y que los que quieren acabar con la revolución lo han violado como alma de guerra para doblegar la moral a través del estomago vacío; urge que se tomen todas las medidas de control, haciéndole seguimiento permanente a todos los procesos que conllevan a la producción de harina precocida y que los responsables que no hayan estado a la altura para acabar con estas irregularidades deben ser investigados y que se actué conforme a la ley tanto los públicos como los privados. Los responsables son personas con nombres y apellidos. No podemos quedarnos en solo en culpar al bachaquero de la esquina, que es una consecuencia de los grandes bachaqueros de cuello blanco, que caída quien caiga, el pueblo quiere que se haga justicia, ya basta de tanta impunidad.

Este análisis puede ser una herramienta para encontrar una solución coyuntural al problema desde una perspectiva positivista, dentro del modelo de producción dado. Pero que en mi opinión no resuelve el problema en lo estructural, en su esencia, en las contradicciones, en lo antagónico; porque por un lado tenemos un gobierno que quiere que el pueblo se alimente pero basándose en las armas melladas del modo de producción capitalista (como decía el Che) y por otro lado tenemos a unos empresarios donde su fin no es que el pueblo se alimente sino obtener la máxima ganancia que sea posible, a costa de lo que sea. El momento histórico que se vive en Venezuela no es casual, es producto de la profundización de la pugna de fuerzas encontradas que han alcanzado un estado de crisis, donde lo viejo se niega a morir y lo nuevo no termina de nacer. Cito una frase de Bertolt Brecht "Las revoluciones se producen en los callejones sin salida". Aunque pareciera para muchos estar en un callejón sin salida, creo que esta es una oportunidad para hacer una verdadera revolución irreversible, para avanzar en la construcción de un nuevo modo de producción, que vaya contra la lógica de la acumulación del capital, contra la explotación del hombre por el hombre.

En función de lo antes expuesto, el planteamiento que a continuación voy a realizar, lo hare desde la dialéctica (inversión de la praxis o negación de la negación), colocando elementos que nos den el fundamento para un nuevo modo de producción, y en este caso tomo como ejemplo, un producto que los capitalistas impusieron como costumbre de consumo a los venezolanos y a otra gran parte de la población latinoamericana: la harina de maíz precocida, aunque que puede ser otro de los tantos, que los enemigos de la revolución han utilizado como arma de guerra.

En la coyuntura presente, producto de la guerra económica, el pueblo ha tenido que volver a realizar prácticas productivas y de consumo que habían sido olvidadas y que producto de la necesidad, ha tenido que volver a ponerlas en funcionamiento. Como por ejemplo los pilones o trilladoras de maíz, los cuales fueron desempolvados, en el caso de los ya existentes, y los que han sido construidos en esta nueva etapa por innovadores populares; por otro lado, muchos hogares retomaron la práctica de moler maíz pilado y en muchos casos compran la masa ya molida. Estas actividades ha dado una nueva dinámica, ha resurgido una economía popular porque la materia prima de la arepa es producida localmente.

Un elemento importante es que para el momento en que los pilones representaban una actividad económica fundamental, hasta la década de los 70 del siglo pasado, el pueblo no dependía de la harina de maíz precocida, en ese momento éramos soberano porque consumíamos de forma directa el maíz que provenía de los conucos de nuestros campesinos. Con la limitación para ese entonces de que los equipos para pilar en su mayoría eran importados, pero hoy tenemos la ventaja de que esa fuerza productiva es desarrollada por nosotros mismos, a través de los innovadores populares. Eso es bien significativo porque permite hacer de la necesidad un fin, una vez que el pueblo ha tomado conciencia de ella.

El fin es superar la dependencia que se tiene para obtener la harina de maíz de las grandes empresas monopólicas y para ello hay que hacer una inversión de la praxis o una negación de la negación de este modo de producción. Estas grandes industrias capitalista que negaron el procesamiento del maíz por medio de los pilones o trilladoras locales, ahora hay que negarlas porque el producto producido por los trabajadores (harina de maíz precocida) ahora reaccionó contra ellos. Con esto no quiero decir que hay que volver hacer la arepa de la misma manera que cuando se procesaba el maíz con pilones locales, sino que partiendo de esa fuerza productiva de las trilladoras, que ya no las tenemos que importar sino que es fabricada por innovadores populares, podemos universalizarla y colectivizarla con el predominio de la propiedad social; y así romper con el monopolio y dominio de la propiedad privada sobre los medios de producción, que limitan la reproducción de la vida del hombre. Tampoco es quedarse con la sola trilladora, nuestro pueblo ya tiene la capacidad de procesar el maíz pilado y hacer harina en diferentes modalidades, porque también sabe fabricar los equipos y maneja los procesos. De manera que, no debemos dejar pasar esta oportunidad de romper el modelo de dependencia que nos impusieron los grandes capitalistas.

Tenemos en el país una gran cantidad de innovadores populares con una gran creatividad, dispersos por todo el territorio, sedientos de apoyo para que sus productos puedan concretarse y ponerlos al servicio del poder popular. El desarrollo de la potencialidad de nuestros innovadores populares es una de las claves para acabar con la hegemonía del modo de producción explotador capitalista. Al respecto de esto, me voy a detener para hacer una crítica constructiva. Hoy da tristeza ver tanta inversión paralizada (fábricas de todo tipo de productos, equipos de transporte y agrícolas inoperativos, entre otros) que se pueden recuperar. Es sorprende el potencial que tenemos por desarrollar en el aspecto tecnológico, y pareciera que hay intereses que niegan prestarle la atención a todos los proyectos innovadores que ha propiciado la Revolución Bolivariana. La actual situación coyuntural que se ha presentado hace más presente este potencial, si en los años en que lleva la revolución nos hubiésemos dedicado hacer concretos todos esos proyectos, las cosas hoy serian diferentes, pero no ha sido así, las personas que dirigen las instituciones que tienen más que ver con esta realidad, no han estado a la altura. El tema de la innovación popular se ha utilizado como algo eventista (solamente para hacer actos en televisión y tomarse la foto) y después todo queda allí, generando desilusión y desesperanza en las personas que proponen proyectos que de verdad contribuirían a enfrentar sustancialmente la guerra económica que se está confrontando.

Tenemos que buscar la universalidad del comercio, quitarle la distribución de alimentos a los capitalista que lo que piensan es en la ganancia y la acumulación, sin importar el daño que le hacen a la mayoría. De allí la importancia de impulsar la economía comunal, el comercio debe comenzar por los actores de la misma comunidad, la comunidad debe ser capaz de producir sus bienes y comercializarlos internamente y el excedente intercambiarlo con otras comunidades, esto contrarrestaría el monopolio del comercio por una minoría que solo busca maximizar las ganancias (la harina de maíz, puede ser un ejemplo de esto). De igual manera se debe buscar la universalidad de las fuerzas productivas, están deben estar en las manos del pueblo y que éste tenga conciencia de uso; esto nos permitiría superar la propiedad privada y a la división capitalista del trabajo, que son elementos claves de las relaciones sociales del modo de producción capitalista.

No se trata de volver a la etapa de producción primitiva, sino de establecer unas relaciones de producción que estén en correspondencia con las fuerzas productivas, no podemos depender del grado de desarrollo de las fuerzas productivas de otros países, tenemos que lograr desarrollar el potencial acumulado con el saber de los innovadores de nuestro pueblo. Aquí hay que acabar con el parasitismo de nuestra burguesía, que solo busca en la inmediatez de la importación de bienes, maximizar sus ganancias. Apoyemos en la mediación de todos los nexos causales, para la producción de alimentos, a los que verdaderamente quieren de hacer de este país una patria soberana, más allá de los intereses capitalistas.

Ahora quiero abordar otro aspecto de vital importancia para acabar con la dependencia que tenemos con la harina de maíz precocida, que comercializan los grandes industriales capitalistas; ya que no podemos concentrarnos solamente en crear una nueva estructura de procesamiento, por lo que se requiere y es fundamentar desmostar el actual sistema de producción, almacenamiento y comercialización de la materia prima para la producción de la harina, porque de que sirve que financiemos proyectos de procesamiento del maíz (trillado y molienda) al poder popular (comunas y concejos comunales), si este no van tener los medios para la obtención del maíz que requieren para el procesamiento. Esta práctica errada para construir un nuevo modelo de producción la hemos visto a lo largo de los años de la Revolución Bolivariana, porque abordamos el problema desde elementos aislados y no de manera estructural. La construcción de un nuevo modo de producción requiere de la transformación de las actuales relaciones de producción, como un todo, las cuales deben estar en correspondencia con el desarrollo de las fuerzas productivas y el estamento, jurídico, cultural, político, ideológico e institucional.

En función de lo anterior se hace necesario superar el sistema de producción del maíz en grandes extensiones de monocultivos, el cual solo es posible para los grandes capitalistas, quienes se guían por la razón instrumental de la rentabilidad como único fin, sin importar los medios que tenga que utilizar, así sea en detrimento o explotación del hombre y del medio ambiente. No podemos poner en la misma balanza a un capitalista de los agronegocios y a un campesino, la función social de cada uno de ellos no es la misma, el primero lo que busca producir para obtener una ganancia mercantil, en cambio el segundo produce para su autoabastecimiento para poder reproducir su vida en el campo y el excedente para intercambiarlo o venderlo para adquirir otros bienes que complementan parte de sus necesidades.

No podemos aplicar los mismos principios de producción mecanicista que el capitalista hace en las fábricas, a la agricultura. En esta última se dificulta la mecanización y la automatización, es muy dinámica y se expone a la incertidumbre, por la intervienen de innumerables seres vivos y factores ambientales, que no son fácil controlar. Esto se complica más para el caso de los pequeños productores, quienes además de toparse a las condiciones adversas de la naturaleza, tienen que enfrentarse a las carencias de los medios de producción y de las condiciones que garanticen el cumplimiento de sus actividades productivas.

Si de verdad se quiere acabar con la hegemonía del modo de producción capitalista de la harina de maíz precocida, es necesario que el poder político conquistado por la revolución bolivariana no se utilizado para discursear y aburguesarse, sino para incidir en la economía y desmontar el estado burgués parasitario implantado, que se resiste a morir. En tal sentido se debe establecer una política para acompañar integral y permanentemente a los pequeños productores, que hacen vida en el campo (campesinos y campesinas). Este acompañamiento implica organización para la producción, dotación de servicios básicos (agua potable, energía eléctrica, acceso a medios de comunicación), vialidad, vivienda, transporte, implementos, equipos de mecanización, formación, condiciones de almacenamiento del maíz y comercialización para abastecer el sistema de procesamiento del maíz que está bajo el control del poder popular. Para esto es necesario que revisemos el actual aparato institucional, el cual está muy burocratizado, y no responde a las exigencias del momento histórico, para enfrentar la envestida del capital en su intento de acabar con la Revolución Bolivariana. Como por ejemplo los entes de financiamiento (tanto públicos como privados) están diseñados para afianzar el modelo capitalista de producción: financiamiento de monocultivos, los campesinos están excluidos porque no cumplen con los requerimientos de los entes al no contar con equipamiento e infraestructura. El conuco no aparece en sus plantillas de financiamiento. Entonces es vital rectificar y transformar estas instituciones para que se desplieguen a trabajar directamente con el pueblo productor y atenderlo en lo que realmente necesitan para lograr una producción sustentable, más allá de la razón instrumental de la rentabilidad y de producir por producir. A estas personas que con su sudor producen los alimentos que consumen los que habitan en las ciudades, hay dignificarles su trabajo ya que el capitalismo se ha encargado de marginalizarlos. No podemos quedarnos en el simple asistencialismo eventual.

Es con los campesinos y campesinas de esta patria que podemos darle en la medula al capitalismo y acabar con el monopolio de los alimentos. Durante estos tres últimos años de intensa guerra económica, hemos podido ver que en los mercados populares a cielo abierto nunca ha faltado la producción de los conucos, allí se consiguen verduras, frutas, hortalizas, leguminosa y cereales y con ellos el pueblo ha paleado la carencia de los productos industriales. En su gran mayoría estos patriotas (campesinas y campesinos), que con su esfuerzo producen estos alimentos no reciben ningún financiamiento u otro apoyo del estado y están sometidos al asedio de la inseguridad (la cual dudo que sea casual). Para iniciar esta gran una revolución agrícola socialista, contamos con un instrumento que nos dejó el Comandante Chávez: la Gran Misión AgroVenezuela, la cual comenzó en el 2011 y fue promulgada en ley en año 2014. Esta Misión es importante que la reimpulsemos, sin cometer el error iniciar de dejarla en manos del burocratismo institucional. Relancémosla pero con musculo propio, y con una lógica contraria al agronegocio de los monocultivos, para apoyar a nuestras campesinas y campesinos (a los excluidos) con un acompañamiento integral y orgánico, y así crear una base sólida productiva que rompa con la estructura de las relaciones capitalistas. Esta ley contiene siete vértices de acción, que permitirán aumentar la capacidad de nuestra gente en el campo, partiendo de la organización productiva sobre la base de nuevas relaciones de producción, dándole los medios y las condiciones de producción, impulsando los proyectos de desarrollo e innovación tecnológica y seguir avanzando en la formación de la conciencia para el desarrollo de las fuerzas productivas.

Para darle una base sólida a la Gran Misión Agrovenezuela, es sumamente importante la organización de los campesinos y campesinas, como lo orienta la Ley de Soberanía y Seguridad Agroalimentaria: en Asambleas Agrarias con diferentes alcances geográficos (comunidad, parroquia, municipio, estado, y nacional). En estas Asambleas Agrarias participan todas las fuerzas del poder popular: concejos campesinos, comunas, concejos comunales, redes de productores, cooperativas, colectivos, empresas de producción familiar, frentes sociales y cualquier otra organización del poder popular que quiera incorporarse; y deben ser acompañadas por todas las instituciones del Estado. Estas asambleas son espacios de participación protagónica y planificación la producción agrícola. En el Municipio Ezequiel Zamora del Estado Monagas he tenido la oportunidad de acompañar desde el 2013 a la Asamblea Agraria que se conformó allí, y de verdad que a mi juicio ha sido una experiencia bien motivadora y satisfactoria. A pesar de la limitación de no contar con todo el apoyo, en el acompañamiento institucional, para la ejecución de los planes productivos, los objetivos alcanzados han sido bien significativos en lo productivo y en lo organizativo. Vale resaltar en esta experiencia el compromiso de los campesinos y campesinas del municipio con el apoyo de su alcalde; y por otro lado el acompañamiento de algunos trabajadores que pertenecen a instituciones como la Dirección de Desarrollo Endógeno de la Alcaldía del Municipio Ezequiel Zamora, CANTV, INIA, CIARA, y la UBV entre otras; que han actuado como verdaderos cuadros políticos más allá de la institucionalidad, comprometidos en lograr que el Poder Popular pueda impulsar un nuevo modelo productivo.

Con lo antes expuesto creo plantear dos escenarios de acción: uno desde la coyuntura actual del modo de producción capitalista de harina precocida, para corregir las desviaciones que impiden al pueblo el acceso a este producto; que no es el que nos liberara de la dependencia, pero que actuando decididamente sobre él podemos ganar tiempo para construir el nuevo modo de producción planteado con el segundo escenario. Es con la segunda opción con la cual si llegaremos a la esencia del problema, de acabar con los grandes monopolios de los alimentos, atacando al capitalismo en su lógica de la acumulación que causa la explotación y degradación del hombre y los recursos naturales. La consolidación de esta segunda opción si sería un ejemplo para caminar hacia una verdadera Soberanía Agroalimentaria, con la que podemos lograr que la producción y el procesamiento del maíz estén en manos de los campesinos y campesinas, bases del poder popular.

Para ir cerrando, a continuación voy a plantear algunas opiniones que complementan lo argumentado y que son un aporte para el debate y la acción. En primer lugar me voy a referir distorsión del precio del maíz pagado a los productores durante la cosecha 2016, para el maíz blanco se fijó un precio de 96,5 Bs/Kg acondicionado y para el maíz amarillo 88,00 Bs/Kg acondicionado. Esto contrasta con el alto precio de la harina de maíz que supuestamente se trae por importación, la cual se comercializa por encima de los 1.000 Bs/Kg sobrepasando en algunos casos los 3.000 Bs/Kg. En estos días se tomó la medida de incrementar el precio del maíz y de la harina precocida por presión de los industriales y asociaciones de productores de los agronegocios (representantes del modo de producción capitalista), medida que se dice de precio justo basada en la estructura de costos de estos representantes; y entonces me pregunto ¿será ajustará esta medida a los ingresos que el pueblo devenga? Esta práctica de considerar un precio justo solo tomando en cuenta la estructura de costos de los capitalistas y obviando el nivel de ingreso de la gran mayoría, se ha hecho normal en plena guerra económica auspiciada por el capital contra el pueblo. Es indignante la burla de estos empresarios de la harina, que consiguen que se les aumente el precio de su mercancía, con lo cual aumentan sus ganancias, y no producen lo que tienen que producir o comienzan a producir en mayor cantidad mezclas de harinas, cuyos precios no están regulados. Pasaran unos días y volverán a decir que hay que ajustar los precios porque sus costos aumentaron y para ello se valen de la estrategia oligopólica de disminuir la oferta, convirtiendo esto en un ciclo donde jamás habrá precio justo, y cuyo fin es hambrear al pueblo para así acabar con la Revolución Bolivariana. Y lo más triste es que los que están al frente de las políticas agroalimentarias les facilitan el juego. Ahora mismo podemos ver que se aumentó el precio de la harina, y es como si nada, esta sigue desaparecida

Otra critica que hago es referente a los 14 motores de la Agenda Económica, desde un principio considere que era un desperdicio de esfuerzos y que nos debíamos concentrar en resolver el problema de los alimentos, ya que en una guerra, lo primero que busca el enemigo es cortar los suministros materiales y principalmente los alimentos, ya que estos satisfacen la necesidad primaria y vital de los seres humanos. Después de unos meses el tiempo y los hechos dieron la razón, de que debíamos concentrar el esfuerzo en las cosas que más nos estaban afectando: los alimentos y las medicinas. Por otro lado, con esta Agenda seguimos reproduciendo la lógica del capital, asumiendo que con dar más recursos a los capitalistas vamos a vencer en la guerra económica y espiritual, a la cual ha estado sometido el pueblo venezolano. No podemos apelar a la moralidad del capital, este va a actuar de acuerdo a su naturaleza de acumulación competencia y explotación, para así lograr su expansión. Tenemos tres años apostándoles a los empresarios privados y lo que hemos visto es que las cosas se han puesto dada día más difíciles. Hay que entender que esta es una guerra del capital contra el pueblo, y que su mano no es invisible como dice Adam Smith, el impone los sobreprecios, la tasa de cambio paralela y el riesgo país; reduce la producción, soborna, especula, bachaquea, desvía divisas y cuantas otras trampas más; y quienes los representan están dentro y fuera del país. Al final estos empresarios se alinearan a la lógica del capital, como por ejemplo, ajustando los precios de sus mercancías al dólar paralelo.

En esta guerra no podemos vencer entregándole nuestras armas al enemigo, como por ejemplo el caso del maíz para hacer la harina precocida, el cual después que cuesta tanto trabajo producirlo, almacenarlo, acondicionarlo, trasladarlo y al final tengamos que entregárselo a nuestros propios verdugos (los empresarios de Polar y Harina Juana). Otra práctica a favor de nuestros enemigos es que las mismas empresas del estado han ajustado los precios de sus productos, casi al nivel especulativo del privado, que el ciudadano común ya ni los puede comprar, y de paso se les cataloga con precios justos. Por dios no podemos ser tan ingenuos ante la barbarie del capital. Para complementar cito un pensamiento de nuestro comandante Chávez: "La burguesía nunca le resolverá al pueblo los problemas que ella misma les creo".

Finalizando voy a emitir un juicio de valor en cuanto a la gestiones del Ministro del Poder Popular para la Alimentación y del Ministro del Poder Popular para la Agricultura productiva y Tierras. Con el respecto que se merecen esos camarada, pero yo creo que han estado desconectado con la realidad. El de alimentación está concentrado solamente en el tema de la importación de alimentos, hasta el punto de convertirse en una gran noticia que arribe un barca a nuestros puertos cargado de alimentos, no ha planteado ninguna propuesta política para acabar con esta dependencia, o es que no le interesa o no tiene capacidad para ir mas allá de lo dado. El de agricultura está alineado con la lógica de producción de monocultivos, lo cual favorece a los grandes empresarios del campo, que no tienen interés en apoyar las políticas del gobierno en favor del pueblo, sino de velar por sus beneficios particulares. A lo largo de un año de gestión, ninguno de los dos presentó una propuesta revolucionaria para enfrentar esta criminal guerra, limitándose cada vez más el acceso a los alimentos; estos camaradas se creyeron que con la eficiencia de los capitalista íbamos a salir victoriosos, buscando las soluciones dentro del mismo sistema y entonces me pregunto ¿para qué hablamos de construir el socialismo, si el capitalismo es más eficiente? ¿Para qué seguir luchando? aceptemos las leyes del mercado y dejemos todo como está y así todos seremos felices.

Quizás el lector pueda tener otras inquietudes u otras propuestas al respecto del tema, a no estar de acuerdo con las opiniones aquí planteadas, pero bueno esto es para el debate.

 

Ingeniero Agrónomo, Magíster en Economía del Medio ambiente y los Recursos Naturales

floresali01@gmail.com



Esta nota ha sido leída aproximadamente 5366 veces.



Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter