¿Y quién nos defiende del latifundio de la medicina privada?

En estos días que hablamos bastante sobre la soberanía patria amenazada por el gobierno rastrero de Uribe, es oportuno abrazar el tema pero en las otras áreas álgidas y determinantes como lo son el de alimentos y la salud. Como lo reseña el escritor Luis Britto García en su artículo “La guerra contra Venezuela”, tenemos flancos muy débiles que deben ser atendidos de inmediato por el gobierno nacional. Me cuesta entender porqué este señor no es invitado a VTV para disertar sobre temas tan importantes y que nos arrojarían luces para mayor comprensión de la estrategia bolivariana que debemos diseñar. Me disculpan la digresión pero lo considero de suma importancia. Volviendo al asunto de la soberanía, sabemos que ésta es múltiple y nos atañe en varios frentes. Ya el frente alimentario comenzó a ser atendido, faltando hacer una exhaustiva supervisión en los distribuidores de alimentos a Mercal y Pdval que se enriquecen groseramente y no les pasa nada por la complicidad de algunos funcionarios de gobierno. Ayer fueron incautadas siete gandolas en el Puente sobre el Lago de Maracaibo, con alimentos que estaban siendo desviados a Colombia. Esto ocurre a diario (el contrabando de extracción) con la complicidad de la Guardia Nacional y civiles apátridas. Ojalá y rompamos definitivamente relaciones comerciales con ese hostil vecino para que aprovechemos en suelo patrio millones de barriles de gasolina y miles de toneladas de alimentos de la dieta diaria. Ojalá. Pero donde estamos un poco peor es en lo referente a la salud pública. El ex ministro Erick Rodríguez intentó meterse con esa mafia pero los tentáculos que llegan a Miraflores lo hicieron renunciar. Hay un negocio grosero, asqueroso, repugnante en el sector privado de la salud, que priva de salud al grueso de la población. Jamás de los jamases llegaremos a ningún socialismo del siglo 21 con una estructura sanitaria como la que tenemos. Los millones de bolívares que se comercian en clínicas y hospitales privados son para asustarse. Son un poder prácticamente intocable, nadie se mete con ellos. Esa mafia tiene “brazos” por todas partes. El propio gobierno siempre ha mantenido pólizas de HCM con esos mercaderes de la salud y así financia una buena parte de empresas aseguradoras. Es verdad que hemos logrado ciertos avances con la Misión Barrio Adentro pero aún estamos lejos de llegar a la meta ideal. Los Centros de Alta Tecnología deben ser multiplicados por cien ya que los que actualmente tenemos son insuficientes y presentan algunas fallas operativas. Para hacerte una endoscopia, por ejemplo, solamente te aplican un spray sedante en la garganta y te introducen la horrenda manguera a lo Jalisco y si no aguantas las ganas de vomitar te devuelves a tu casa. El procedimiento es traumático. ¿Por qué? Porque la mentalidad del cuerpo médico que rige esas prácticas no tiene sensibilidad social, pues según ellos, el que requiera de ese monstruoso examen que se las arregle, para eso no paga nada. Así piensa esa gente. En una clínica privada te asisten con todos los pasos adecuados, te sedan completamente y no sientes nada. Pero tienes que pagar. Referente a los Centros de Diagnóstico Integral deben mejorar sustancialmente para salir del estancamiento en que los sumergió el siniestro ministro saliente. Lo mismo ocurre con los cientos de ambulatorios que podrían ayudarnos mucho en la atención sanitaria. La corrupción en el ministerio de salud es terrible. Desaparecen medicamentos y material médico y se cocinan muchos “guisos” en la refacción de los centros de salud. No hay peor trauma para un enfermo que acude a un hospital o ambulatorio público, que enfrentarse al infierno de las colas para poder ser atendido, a menos que llegue con medio cerebro abierto o con parte del intestino al aire, sólo así sería atendido ipso facto. Esa dantesca situación debe cambiar o el socialismo que queremos deberá esperar al siglo 22. ¿O estoy exagerando? Ante un panorama tan desalentador, si se nos enferma un hijo lo pensamos dos veces. ¿Qué hago? ¿Voy al hospital, al CDI y me tomo un Isordil para no infartarme de la angustia y arrechera? ¿O tomo prestado el dinero que le iba a pagar a fulano y me lo llevo a una clínica mercantilista? ¿O le pido prestado unos miles de bolívares al amigo X para que mi hijo(a) reciba una buena atención y no tenga que esperar a que se me muera en los brazos? ¡Coño dios mío, ¿qué hago?! Y que no sea un caso de persona tiroteada o con un dolor fuerte de apendicitis o infartado para que, llegando a un hospital privado te pregunten:” ¿Cuál será su forma de pago?” Y le respondas: Pagaré a crédito señor administrador. “No señor(a), lléveselo a un hospital público, aquí no atendemos gente insolvente”. Esa es la cruda realidad de los hechos. Y no vemos una salida. No hay voluntad política para enfrentar al monstruo de la salud privada y seguimos perdiendo tiempo. Por eso es que yo no creo en esa Asamblea Nacional burócrata que se olvidó para qué fue electa. Claro, ellos(as) tienen su póliza de seguro y a los pobres que se los coma el tigre. Queremos ver una propuesta seria para que la salud privada sea reducida a su mínima expresión con la implantación de una red pública de salud que cuente con varios hospitales tipo 3 y 4 en cada ciudad del país y con las especialidades básicas cubiertas como lo son cardiología, oncología, gastroenterología y traumatología, entre otros. ¿Por qué una persona que viva en Anzoátegui, por ejemplo, tiene que trasladarse a otro estado del país para ser atendido en alguna especialidad? ¿Por qué? ¿Y si muere en el camino, como ya ha sucedido? ¿Y si debe ser trasladado en ambulancia o helicóptero, quien le gestiona ese transporte? ¿Mandrake? ¿Y los que viven en zonas rurales cómo hacen? ¿Rezar para que los cure el espíritu santo? El tiempo sigue pasando y continuamos cazando moscas en lugar de atender lo prioritario. Sin salud no hay futuro, no hay socialismo, no hay nada. efraingran@gmail.com


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Efraín José Granadillo


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