La situación socioeconómica en Venezuela es cada vez más terrible, empeorada por el manejo global y local de la pandemia por COVID-19, a tal punto que la pobreza y miseria han crecido de forma alarmante en los últimos meses, en un contexto caracterizado por el descenso progresivo de las reservas internacionales y del PIB, el aumento notable del desempleo y la acelerada degradación salarial-laboral, con mayor énfasis en el sector público. A estas alturas, por ejemplo, la mayoría de los asalariados, incluidos los profesionales (como los docentes) no percibe ni 5 dólares mensuales entre salario integral y bono de alimentación, y por tanto no alcanza ni a medio comer adecuadamente, y ya es común la desnutrición en adultos y aún más en niños; en consecuencia las enfermedades y la muerte acechan con mayor facilidad a numerosos venezolanos, para colmo en un país donde la salud pública se encuentra en un estado de decadencia general, salvo por la aparente importancia que el Estado ha dado a la atención de enfermos por COVID-19.
En medio de tan oscuro panorama es evidente el profundo malestar de millones de venezolanos, desesperados porque no se ve la luz al final del túnel. El caldo de cultivo perfecto para una insurrección civil contra el Statu Quo, incluida la falsa dirigencia izquierdista que gobierna a Venezuela. Una bomba de tiempo social a punto de estallar en plena crisis sanitaria por la pandemia, con justa razón desde la óptica de los de abajo, de los explotados y oprimidos por las élites. Activarse con la lucha es lo lógico para la mayoría empobrecida, mientras que lo contrario significa no perturbar a los poderosos en su zona de confort.
Claro está que para intentar prevenir un estallido social tipo El Caracazo o algo parecido, el Estado cuenta con las fuerzas armadas, en especial con comandos especiales como las FAES, conformadas por individuos de muy dudosa reputación y oscuro proceder en pro de la estabilidad, la paz y el orden democrático-burgueses. Las Fuerzas de Acciones Especiales fueron creadas hace pocos años, y no obstante son responsables de cientos de asesinatos injustificados, torturas, detenciones arbitrarias y de otros delitos, siempre con la excusa del combate a la delincuencia. Recientemente, en el marco de la emergencia sanitaria y el empeoramiento de las condiciones socioeconómicas del grueso de la población venezolana, las FAES han actuado de manera más sucia y brutal que nunca, acribillando y torturando a muchos ciudadanos pobres, no por ser éstos unos delincuentes sino porque de esa manera se intenta evitar una reacción popular masiva contra el Statu Quo y sus defensores. En este sentido las FAES desempeñan un papel clave en favor de los intereses elitescos en el periodo tan crítico que vivimos en Venezuela; sin embargo no podrán contener la furia de millones por muy sanguinarios que sean sus miembros.
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