Colectivos

“Soy un militante de los sueños”…, nos dijo Alí Primera, a mediados de 1983. Finalizamos aquella entrevista apuntando: “Nosotros también somos militantes del batallón de los soñadores”. Somos militantes de ese batallón de los soñadores (añadimos en cada paso) quienes luchamos por una patria libre, soberana, humana, solidaria, la del hombre y la mujer nueva del Che, la Patria Buena a la que el Padre Cantor ofrendó toda su vida, la Patria Socialista.
Treinta y un años después, sin ningún tipo de sorpresas, uno se encuentra con que ha formado parte, desde nuestras primeras conciencias, de un colectivo extremadamente peligroso: el de los pueblos que luchan por liberarse de la opresión imperial. Ahora hay una perversión en el uso de la denominación “Colectivos”, pretendiendo criminalizar a quienes defienden nuestro proceso revolucionario.
En el diccionario, se dice que “colectivo” significa: “Grupo o conjunto de personas con intereses comunes”. Es decir que, partiendo desde nuestra organización primaria, la familia, siempre formamos parte de un colectivo, a menos que nos aislemos.
Los “colectivos”, entonces, existen desde tiempos inmemoriales. El principal sería el liderado por un muchacho llamado Jesús de Nazaret –nuestro primer camarada, lo definió Alí-, asesinado a los 33 años, quien al frente de un puñado de hombres, apóstoles, enfrentó al Imperio Romano y convertido en terrible amenaza (expulsó del templo al colectivo equivalente a nuestra Fedecámaras) , por encabezar a un peligroso grupo que proclamaba la reivindicación de los desposeídos, fue criminalizado (con los medios de entonces), perseguido, apresado, torturado, ejecutado públicamente en el monte Calvario, como advertencia para los subversivos.
Hay innumerables ejemplos de colectivos “buenos” y “malos” en la humanidad. De colectivos criminales, inevitable voltear hacia una vaina llamada Casa Blanca, en Estados Unidos, país que usurpa el gentilicio continental de todos los americanos. Allí está ubicado el colectivo más criminal de la historia universal: el Departamento de Estado.
Ése, diría algún lugarcomunista, no requiere presentación: ¿cuántos miles de millones de muertos pueden contarse, ordenados por ese colectivo? Desde tiempos de Hiroshima y Nagasaki, sus instrucciones de genocidios se dan con sólo apretar un botón. Antes sentenciaban por otras vías (siempre “el destino manifiesto”). Tal es el cinismo, que al títere de turno los suecos le otorgan un premio de esos llamados nobel por pacifista, luego de detonar a control remoto no se sabe cuantas bombas, en países igualmente remotos.
Ese colectivo criminal tiene aliados en el mundo: en Belén, Palestina, donde dicen que nació Jesús, quien luego sería el Cristo, los niños no pueden tener pesebres –aunque el camarada habría nacido en uno de ellos- y mucho menos regalos del Niño Jesús (o tal vez no los han encontrado bajo los escombros, tras los bombardeos perennes del gobierno de Israel, socio genocida del colectivo criminal instalado en esa monstruosidad llamada “White House”).
En nuestro país, conocemos la criminalidad de los colectivos desde que Colón llegó a masacrar a nuestros indígenas en nombre de un reinado con el cual nada tenían que ver Guaicaipuro y demás camaradas. Apareció Bolívar con su colectivo independentista, lo extendió por otras naciones y sabemos lo que vino, la herencia libertaria, acrisolada entre otros por un pana a quien bautizaron Hugo Rafael

Acortemos el cuento: en los 60’s, el líder de Acción Democrática, presidente de la República Rómulo Betancourt (padre, se ufanan, del partido o colectivo “del pueblo”), públicamente ordenó a sus esbirros: “¡Disparen primero y averigüen después!” (recordemos: un colectivo es un grupo de personas unidas con un mismo fin, es decir, un partido político o la Liga de Beisbol). Su sucesor Raúl Leoni, perteneciente al mismo clan o colectivo e irónicamente llamado por sus propagandistas “el presidente bueno”, inauguró en Venezuela la práctica de los desaparecidos políticos, que luego aplicarían todas las dictaduras del Sur.

Algunos colectivos contemporáneos: los cabilleros de Acción Democrática; la Disip, con el mayor terrorista en la historia de nuestro continente, Luis Posada Carriles, gozando de la protección de sus jefes en la Casa Blanca. Infaltable, Henry López Sisco, con la sangre en sus manos de masacres como las de Cantaura, Yumare, El Amparo, hoy ilustre huésped del gobierno de Costa Rica. Muchísimos son.

Bajo esas circunstancias, se crearon condiciones para que nuestras organizaciones (colectivas), confluyeran en torno al liderazgo de nuestro Comandante Eterno y germinaran las siembras en la Revolución Bolivariana.

Era inevitable: iban a crearse colectivos de uno y otro lado, buenos y malos. Los nuestros, como era de esperarse, han sido estigmatizados desde el mismo momento en que comenzaron a llamarse así, por defender la Revolución. Ciertamente, algunos se desviaron y enmascararon, con otros fines. Nada que ver con ellos

Sin embargo, uno debe reiterar preguntas, con respuestas conocidas, aunque no deben dejar de hacerse: ¿No es acaso Primero Justicia un colectivo, engendro de otro colectivo enfermizo, nazista, llamado Tradición, Familia y Propiedad, en el cual nacieron Julio Borges, Capriles Radonski y Leopoldo López? ¿Ese colectivo armado no ha participado activamente en todas las conspiraciones contra una democracia legítimamente constituida desde 1998?
¿No forman ellos parte del mismo colectivo, el imperio estadounidense: Mari-cori, el vampiro Ledezma, Fedecámaras, toda esa caterva de lacayos? ¿No fue ese colectivo cobarde, con Simonóvis, Vivas, Forero, como ejecutores, el que programó quirúrgicamente la masacre del 11 de abril? ¿No fue esa banda armada, liderada por Leopoldo López, con los demás sigüises de los gringos, la que guió y sigue buscando otra masacre con guión rotulado “La Salida”?

¿No son Voluntad Popular, Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo, Proyecto Venezuela, AD, Copei, Mas, Javu o ese nido de delatores cuyo cabecilla es Gabriel Puerta, bandas armadas recién maquilladas, “colectivos” con recursos y sin escrúpulos para apoderarse de nuestra Patria sin importar la sangre, la vía? ¿No es la MUD un colectivo fascista?

Uno debe volver al comienzo, a lo que nos quedó de niños, a lo que nos dejaron la resistencia, el andar, las fortalezas indoblegables de Alí Primera, David Nieves ( padres de lucha), frente a las torturas, acosos, amenazas, persecuciones, de los colectivos policiales cuartorrepublicanos; uno debe volver a lo que nos quedó de tantos mártires que llevamos en las palmas, almas, letras y corazones.

Por ellos, por centenares, se reiteran los pasos de Andrés Eloy, Aquiles Nazoa, los credos de todas las miradas que sembraron caminos en nuestras sangres, alimento de los mismos colectivos, de los mismos batallones. Somos militantes de los sueños. Estamos en ese colectivo gigantesco, el de quienes sueñan con un mundo diferente. Somos unos cuantos, miles de millones de soñadores en el planeta.

Que los del colectivo genocida del frente, los del odio, vengan a buscarnos, pues. Que le echen bolas.


jimmylopez1010@yahoo.es


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