Velado en el Aula Magna

Lamentamos profundamente la muerte del joven Bassil, de 22 años, en los trágicos sucesos del 12 de febrero. Al igual que la muerte de los otros 2 venezolanos en iguales circunstancias.

La aclaratoria que hiciera nuestro Presidente Nicolás Maduro, acerca de que trabajaba como carpintero en Guatire y no era, como se pensaba, estudiante de la universidad privada Humboldt, me hizo recordar la muerte de Carlos Yépez, de 24 años, ocurrida el 20 de febrero de 1989. Carlos trabajaba como bedel de la Cátedra de Fisiología en la Escuela de Medicina Luis Razetti, de la UCV, donde yo era docente. Un joven trabajador, siempre bien dispuesto, alegre, voluntarioso. Sin saberlo sus compañeros de la Cátedra, Carlos se mezcló ese fatal día, con los estudiantes encapuchados. Protestaban en aquel entonces por la receta impuesta por el FMI: el aumento de la gasolina, del pasaje, de los artículos de primera necesidad y también por la muerte de un estudiante en Mérida. Una bala entre los ojos, disparada por la Policía Metropolitana, comandada por el Gobernador de Caracas, en ese entonces el mismo Antonio Ledezma, lo asesinó vilmente. Justamente pudo ser ese hecho uno de los tantos que desencadenó el Caracazo, ocurrido una semana después, cuando Ledezma también ordenó disparar contra el pueblo.

Ese suceso me hizo reflexionar sobre los íntimos deseos de Carlos de ser estudiante. Por su juventud era lo comprensible, lo natural. En vez de eso, nos ayudaba a preparar las prácticas que dedicábamos a los estudiantes de medicina. Carlos compartía con ellos sólo su juventud.

Los veía en grupos ejerciendo la alegría de aprender, notaba su incipiente vanidad al lucir inmaculadas batas blancas, sus esperanzas certeras de un glorioso futuro cercano como profesionales, recibiendo honores, reconocimiento, poder, dinero. Carlos caminaba entre ellos, y con ellos se mezcló bajo una capucha que borraba la diferencia.

Carlitos, como le decíamos cariñosamente, dejó a Nellys, su viuda y tres niños, el mayor de 5 años. Seguramente esa fue la causa de tener que trabajar, sin recursos ni tiempo para los estudios. En los próximos días se cumplirán 25 años de su siembra. Carlos Yépez fue velado en el Aula Magna, por deseo de la comunidad universitaria dirigida por el ex Rector Luis Fuenmayor.

Bassil da Costa, joven carpintero, fue a la manifestación convidado por su primo estudiante. Se confundió en la marcha estudiantil como uno de ellos. ¿Porqué Bassil no pudo acceder, al igual que su primo, a los estudios universitarios?

¿Porqué ahora, en revolución? Ahora que gracias a la enorme sensibilidad de Chávez se crearon múltiples universidades bolivarianas, además de la Misión Sucre, donde el único requisito para el ingreso es la voluntad de estudiar. Ahora, a diferencia de la época de Carlitos, se acabaron los exclusivos cupos altamente selectivos, sólo para los más capaces, para los jóvenes sin preocupaciones ni compromisos que lograban estudiar en los mejores liceos. En aquella época, sólo una minoría humilde lograba milagrosamente ingresar a la universidad.

Hoy, gracias a la revolución bolivariana, las puertas al estudio están abiertas de par en par.
Tal vez Bassil no estuvo bien informado, seguramente manejaba otro tipo de información, quién sabe si fue “envenenado” contra la revolución y sus extraordinarios logros.

Imagino a Bassil, en otras circunstancias, aprovechando todas estas oportunidades, estudiando para ser Ingeniero Forestal y luego ocupándose del negocio familiar, llevándolo a otras alturas.
Carlitos y Bassil, hijos venezolanos que sin ser estudiantes murieron mimetizándose con ellos.

¡Pedimos a las autoridades cero impunidad! Ahora sí confiamos en las instituciones. ¡Adelante!


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Flavia Riggione

Profesora e investigadora (J) Titular de la UCV.

 flaviariggione@hotmail.com

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