Diferenciar lo público de lo privado

El cuento de los 800.000 dólares en la maleta puede ser un delito muy específico: evasión de impuestos, burla al fisco, engaño a CADIVI, sobrepeso de equipaje. Si es un delito, que sea investigado y, si no es mucho pedir, que se nos informe sobre el desarrollo de esta investigación.

Lo que no podemos perder de vista es que no es lo mismo, ver al residente de Key Biscayne, como lo llama el Herald, viajando con su maleta en un vuelo de Aeropostal, a
que lo veamos bajándose de un vuelo charter, contratado por la empresa estatal de energía de Argentina (ENARSA), en compañía de empleados de esa empresa y de nuestra propia PDVSA.

PDVSA, la Asamblea Nacional y el Ejecutivo venezolano no tienen que esperar que Argentina les pida explicaciones: los empleados de PDVSA son empleados públicos y por ello deben ellos explicarse ante la empresa, ante el Estado y ante los venezolanos:
¿Estaban los empleados de PDVSA en viaje oficial? Si el viaje es oficial, ¿por qué no utilizar los mecanismos oficiales de emisión de pasajes y pago de viáticos? ¿Era imprescindible que estos empleados le pidieran la colita a ENARSA para poder cumplir con sus funciones profesionales?

Si el viaje de los empleados de PDVSA no era oficial sólo puede ser de placer ¿no es peculado de uso utilizar un avión contratado por ENARSA para trasladar a estas personas hacia su destino vacacional, entre ellos un menor? ¿O es que ENARSA cada vez que contrata un avión abre sus puertas para que los venezolanos en necesidad
de traslado ocupe los puestos vacíos en la nave? ¿Me daría ENARSA la colita si se la pido?

Señores y señoras, creo que es hora de que aprendamos a marcar un límite bien definido entre lo público y lo privado. Hora de que los funcionarios y empleados
públicos dejen de "aprovechar" que los mandan a cualquier congreso, a cualquier misión, a cualquier trabajo fuera y dentro del país para llevarse a la familia o a los amigos a pasear. Es difícil disgustar a los panas y el turismo académico, congresal y político es muy sabroso, pero podríamos aprovechar esta última colita, no dada sino recibida por PDVSA, para establecer normas estrictas sobre la viajadera de funcionarios públicos, de esos que salen a representar al país llevándose a su familia.

Cuentas clarísimas contribuyen a que el pueblo comience a confiar en sus dirigentes. Que los funcionarios salgan del país con sus boletos bien comprados y sus viáticos justamente calculados; que no tengan que pedir colas a extraños, exponiéndose a tantos riesgos. Agradezcan que esta vez fueron nada más 800.000 dólares en
billetes de a cien. En un futuro puede que el compañero de viaje lleve los mismos 800.000 dólares pero en cocaína... y ahí si que nos va a quedar feo a todos.


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