País de vagos y maleantes es país que inexorablemente retrocede

En una importante empresa estatal, varias decenas de obreros tenían años sin trabajar porque se averió una máquina galvanizadora y se detuvo una importante línea de producción. Sin embargo cobraron sin falta todos esos años. Cuando un amigo fue nombrado presidente de esa empresa, debió enfrentarse a frecuentes saboteos internos para evitar que éste reactivara dicha línea de producción. A pesar de ello fue reactivada. Este amigo me contó cómo los obreros partían los herrajes de las pocetas para justificar ante IMPSASEL que no podían asistir a la empresa con tales condiciones “paupérrimas” de trabajo. Al poco tiempo mi amigo fue removido de su cargo.

Un técnico del departamento donde trabajo en la UCV lleva una vida entera sin trabajar. Ha vivido de gratis. A la fecha, de hecho, van 3 o 4 meses que este individuo ni siquiera asiste a su puesto de trabajo, donde jamás ha hecho nada útil. Cartas van, cartas vienen. Como siempre, “el sindicato” lo protege e impide su despido. Este personaje, tan común entre los venezolanos, además se atreve a denunciar que algunos animales de laboratorio, mantenidos en excelentes condiciones sanitarias por nosotros, en un departamento de investigaciones, creaban un ambiente “inapropiado” para trabajar. Nos abordan y nos obligan a mudar los animales, entorpeciendo importantes líneas de investigación. Sólo una de las tantas inconveniencias derivadas de tener un elemento tan negativo y ocioso en un pequeño grupo de trabajo.

Una empleada del bioterio de la misma Facultad se ausenta 3 años de su trabajo, porque está de “reposo médico” (¡vaya reposo!). Pero acude sin dolencias a cobrar sus cestatickets cada tanto. Si Ud. quiere ver gente desaparecida, vaya a las colas de la taquilla de caja en universidades públicas, ministerios, etc. cuando hay algo que buscar. Quien no trabaja, se enferma.
En las universidades autónomas, si se atrasa el pago un día, hay paro. Pero muchísimos trabajadores universitarios tienen una deuda histórica de trabajo con el país, y no tienen la moral suficiente para reclamar que el miserable sueldo sea cancelado —por lo menos— a tiempo.

Otro amigo tiene un cargo importante en otra empresa del Estado. Se enfrenta con una dualidad: a los superiores les importa un comino que un trabajador gane una miseria y deban pagar con su trabajo las irresponsabilidades, la improvisadera y los desaciertos de aquéllos.  Muchos trabajadores, por su parte,  deben ser presionados para que cumplan un horario de trabajo y para que sean más cuidadosos, más místicos. Y si no se les supervisa cercanamente, rápidamente decae el ímpetu necesario para hacer bien cualquier trabajo.
Leo en la prensa que el Viceministerio del Sistema Integrado de Policías le ordena a más de 2000 policías reposeros reintegrarse a su trabajo. Viene a mi mente esta analogía traída del área de la Fisiología Médica: si, en determinado momento, los neutrófilos y los macrófagos (células que nos defienden contra bacterias, virus, etc.) se fueran de reposo por unas horas o la médula ósea dejase de trabajar por una huelga, en cuestión de 48 o 72 horas el organismo sería invadido por toda clase de microorganismos, sucumbiendo rápidamente.

Un bachaquero gana varias veces más que un docente (100.000 mensual, según uno de ellos), por un esfuerzo infinitamente menor. Como efecto colateral, pone en jaque al país entero. El que se esfuerza a brazo partido por ganarse la vida decentemente, produciendo de verdad, a duras penas tiene para subsistir, porque su trabajo no es valorado. Este absurdo crea todo un fenómeno terrible que dejará al país sin un número adecuado de trabajadores, con la formación profesional necesaria, para impulsarlo hacia el desarrollo. Todos, más temprano que tarde, son devorados por la dinámica de vender sin producir o de sobrevalorar su trabajo.
En el comedor universitario (UCV), en 2011, 50% de sus trabajadores estaba de reposo por “problemas del manguito rotador”, de un total de 100 individuos. Una epidemia.

En la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UCV, desde antes de 2012, los obreros cumplen un horario hasta la 1:00 pm porque “los baños no sirven”, aunque muchos de esos obreros pertenecen al departamento de “mantenimiento”. La entrada debe ser a las 8:30 am, pero esa es una hora apropiada para el desayuno. Luego hay que descansar. Luego hay que prepararse para el almuerzo y hablar con los amigos. Luego hay que ir temprano a almorzar, y ya a las 12 “no se hace nada”. Mucho menos se hace cuando hay un apagón, que aunque sea de 30 minutos, condena el día. Además, dentro y fuera de la universidad autónoma, cuando uno trabaja veinte observan desde la sombrita. Asfaltando, podando, barriendo. He allí una causa directa del deterioro de las instalaciones y la infraestructura. Para completar el absurdo, se contratan empresas externas para hacer lo que dejan de hacer los empleados y obreros.

En el mismo núcleo de la UCV, el comedor no funciona desde —quizás— 2013, porque hay algunos “problemas sanitarios”. Sin embargo, todos los trabajadores, de reposo, siguen cobrando. Mientras tanto, muchos estudiantes se ven obligados a abandonar porque no pueden costear su manutención, y el dueño del único restaurant/cafetín universitario tiene un negocio próspero y redondo.
El alcalde X invierte en recuperación de áreas verdes. Millones de bolívares y de dólares. Siembran, y siembran, y siembran. Arreglan, arreglan, y arreglan. Todo queda perfecto. Riegan las maticas por dos meses. Vienen los espasmos. Dejan de mantener. En un año se ha perdido todo. Un año después se otorga otro contrato millonario para recuperar aquello. Y así muchos ciclos. Al final, con lo que pudo haberse construido un país, nos legan una placita maltrecha. Para ejemplificar esto, también puede utilizarse el caso patético del Hospital del Mar, en Aragua. Sólo en Venezuela se usan con tanta frecuencia las palabras “reinauguración”, “relanzamiento”, “reimpulso”, “rescate”, etc., que indican, de manera poética, que los esfuerzos son espasmódicos al igual que los resultados.

Se decretan lunes y viernes no laborables, porque hay una emergencia eléctrica. Pero los empleados se van a sus casas a consumir lo que no consumen en sus trabajos, en vez de justificar su trabajo en algo que no requiera consumo eléctrico. Trabajo social, por ejemplo.
Exterminan a “El Picure” en un barrio. Pasa por casa de inocentes y los inocentes son exterminados también. La OLP va liberando al pueblo de tantos malhechores. Sin embargo, no hay OLP para exterminar a los corruptos de mayor peso, que valen cada uno de ellos por cien picures. Los ladrones de cuello blanco son los primeros responsables de que haya ladrones de cuello sucio.
En el municipio Mario Briceño Iragorry, Estado Aragua, literalmente ya no hay espacio libre de montañas de basura, moscas, ratas y aguas podridas, porque “no hay camiones suficientes” para recolectar la basura. ¿Qué harán mientras tanto los trabajadores? Busque en la sombra.

Un familiar tiene la iniciativa de crear una empresa de prefabricados de cocina, para venderlos a precios solidarios. Permisos, leyes, seguridad ante todo, etc. La planta funciona de maravillas. No mucho tiempo después, empiezan los problemas con los trabajadores. Trabajan la primera semana. La segunda quieren salir más temprano el viernes para irse a la licorería. La tercera faltan el lunes por la borrachera, y la flojera. La cuarta faltan tres días y los otros dos llegan tarde. Se quejan cuando les descuentan del salario e insisten en que “le han echado un camión”. Nadie parece servir para nada.

Los justos de afuera mantenemos a los injustos de adentro. Trabajamos arduamente para mantener a los presos que desde adentro nos asesinan y nos torturan y nos roban y nos acorralan y nos angustian. Simultáneamente el gobierno indica que hay que superar el modelo rentista y eso se hace produciendo. ¿Y entonces qué hacen tantos brazos caídos que no están sembrando los campos de Aragua, Carabobo, Yaracuy, Cojedes, etc. si ya empezó a llover hace más de tres semanas? Ya estarían grandes las plantas.
Muchas empresas privadas son productivas aunque se rigen por el mismo marco legal (Ley Orgánica del Trabajo). El problema, o la maldición ésta interminable y aborrecible, parece ser sólo en el sector público.

En un sistema ganadero, según especialistas en reproducción animal, se aumenta automáticamente la eficiencia reproductiva sacando del rebaño los animales improductivos. Por otra parte, los perros (y otros animales) llegan a quedar en el hueso cuando están muy parasitados. Anémicos, pelaje hirsuto, tristes, famélicos, caquécticos, barrigones, arruinados. Basta con desparasitarlos, y al poco tiempo los animalitos se recuperan de manera impresionante. Les brilla el pelo, engordan, se vuelven muy activos, felices, ladran y cuidan. Se vuelven productivos.

En la Cuarta República, según algunos estudiosos, el desfalco a la nación ascendió a una cifra cercana a 250 mil millones de dólares, equivalente a unas veinte veces el Plan Marshall impulsado por los EEUU para recuperar a los países europeos más afectados (destruidos) por la guerra. En la Quinta República, según otros estudiosos, y en un tiempo mucho menor, el desfalco asciende a unos 600 mil millones de dólares, es decir, el equivalente a cerca de 46 veces el mencionado plan. Lo cual demuestra que los ladrones, (principalmente los de cuello blanco) y el despilfarro, son muy eficientes para llevar un país de la gloria a la mierda en muy poco tiempo.

Esta cultura de la flojera, del desprecio por el mérito y de la impunidad, fabrica eficientemente corruptos, maleantes, vagos y ladrones, que son todos lo mismo. ¿Si esta cultura (de la que aquí sólo se exponen algunos ejemplos) tiene  a nuestro país sitiado a pesar de su riqueza y a pesar de tan enorme inversión social, qué esperamos para darle un revolcón —en serio— a los vagos y maleantes que nos están llevando con ellos hacia el infierno?

*Docente UCV

aerg58@gmail.com



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