Binóculo Nº 182

Megacorrupción, supraincompetencia

Cualquier ministerio de Venezuela es un monstruo inmanejable. La administración pública que según algunos conocedores ya pasó los cuatro millones de empleados, es hoy mucho más obsoleta y paquidérmica, con la incapacidad de no resolver un solo problema de algún ciudadano a tres décadas de haber aparecido la tecnología. Las misiones se crearon precisamente porque los ministerios no solo no funcionaban, sino que entorpecían los proyectos y propuestas de las misiones. Pero las misiones quedaron en manos de los ministros de turno, por lo que terminaron siendo ministerios paralelos. No sé en cuántos países del mundo el 18% de su población trabaja para el Estado, creo que en ninguno de Europa, lo que sí sé es que ninguno es tan incompetente.

Soy un convencido de que ministerios como el de Salud, Fuerzas Armadas, Educación, Infraestructura y ambiente, deberían tener no un ministro, sino un equipo de ministros que elaboren políticas, pero que operen en áreas diferentes, precisamente para poder funcionar y ser eficientes. Y creo que la designación de un ministro per sé, es ya un acto contra la eficiencia. No es cierto que un ministro vaya a ser eficiente en un monstruo como por ejemplo el Ministerio de Educación donde hasta hace nada se perdía un oficio enviado por el mensajero interno desde el PH hasta el piso 4. Y si ya es un absurdo designar a una persona como el único ministro, imagine el lector a ese ministro con cinco cargos más. Fueron los absurdos de Hugo y son los absurdos de Nicolás, que un personaje sea designado ministro de alguna vaina, más director de la Superintendencia de Asuntos sin Importancia, Presidente de Instituto para no Hacer Nada, Comisionado de la Misión Róbense Todo, Vicepresidente del Banco de los Atracadores a Corto Plazo y cosas por el estilo. Es obvio que no va a ser eficiente en ninguno, y que además, si lo era en alguno, esa carga lo terminará por descontrolar.

Si el Estado es corrupto por definición, la desinflamación y el descongestionamiento son los remedios, y eso, no hay forma de lograrlo sino con la horizontalidad. Es decir, diseñar y operar con las políticas macros en las altas esferas del gobierno, y permear aguas abajo todas las condiciones para que las cosas funcionen.

La vergüenza debería ser lo que imperara en el gobierno, porque es imposible creer que a estas alturas, hasta sacar una cédula de identidad sea una complicación, o un pasaporte, o una licencia o la placa de un carro, o cualquier cosa que se necesite del Estado. Todo es una absoluta complicación, con el agravante de que las tecnología nos llevan por cualquier camino, hasta por los más insospechados, para hacernos más expedita la vida y más fácil de resolver las innumerables exigencias que nos hace ese mismo Estado en cumplimiento de las leyes.

A dónde nos lleva eso, indefectiblemente a la corrupción. Es el caldo de cultivo. Y todo es posible ofreciendo dinero. Se abren las puertas en cualquier parte y a cualquier nivel. No hay nada más seductor que un fajo de billetes. El problema estriba en que ya se perdieron los parámetros porque todos quieren estar en el negocio, tener ese fajo de billetes y a cualquier escala.

La tarjeta telefónica cuesta 100 pero el tipo del kiosco te la vende a 110. Eso, según él no es corrupción, sino compensar la inflación. Cien mil costaba un cupo de medicina de la Universidad de Carabobo, hasta que por fin el gobierno les acaba de quitar el negocio.

Estando en el Palacio de “Injusticia” en Valencia, en una cola que es la mayor expresión de desprecio a los seres humanos, esperaba por mi turno en un pasillo donde había unas 300 personas, aunque los baños estaban dañados. “Ya está todo listo. Le vamos a dar 50 al juez, 20 a cada uno de los policías y 10 al tipo de la cárcel para que no lo metan en las rejas. Eso te va a costar 100 palos, y date con una piedra en los dientes porque te hubiera costado 500 fácil”, fue la conversación que escuché a dos personas que estaban detrás de mí. Aclaro que habíamos varios esperando allí y ellos no hicieron ningún esfuerzo para que no los escucháramos. No hubo susurros. Fue un negocio y nada más. Las mafias, interconchupadas con funcionarios, controlan las colas de todo.

Hay que pagar para tener derecho a hacer cola para comprar una batería. 150 palos cuestan entrar en la lista para que te den un taxi por el Estado. 200 para optar a un autobús. 600 para poder comprar un carro iraní o chino. 250 para comprar una moto. Solo comisiones, luego tienes que tener el dinero para comprar.

Es eso distinto a lo que ocurre en la policía, en las Fuerzas Armadas, en la salud, en la educación, en la compra de alimentos, o en la de medicina. Apresan a un consejo comunal por negociar con unas casas que habían construido, pero hay alguien de Fundacomunal detenido. ¿O es que me van a decir que ese organismo no sabía que ese negocio se estaba haciendo? Destituyen a algún huelefrito porque vendió una caja de pollo de Pdval, pero nadie ve a policías, guardias nacionales y funcionarios salir por la parte de atrás de los mercados con cajas y cajas de alimentos, bajo la mirada impotente de los compradores que llevan horas haciendo cola. ¿Será que ese funcionario cree que eso no es corrupción?

¿Hay alguna diferencia entre ese kiosquero, las autoridades de la universidad y el abogado, o son todas basuras de la misma calaña? Quizás el más perdonable sería el kiosquero porque a final de cuentas es un pobre diablo que trata de sobrevivir, no de ser opulento.

Y sáquense de la cabeza que eso es la administración pública únicamente. La empresa privada es igual de corrupta, y hasta peor. Un amigo que trabaja en una firma de más de 500 trabajadores, me decía el otro día que le pagaba al de Servicios Generales para que le entregara de primero su pedido de papelería de la semana, porque de lo contrario lo recibía el martes en la mañana. El funcionario del banco te pide una comisión para poner de primero tu carpeta de solicitud de un crédito y promete influir para que te lo aprueben; y además, te conseguirá una tarjeta de crédito.

Creo que Chávez no supo cómo enfrentar este problema aunque se cansó de cuestionarlo, pero sin tomar medidas. Porque tomar medidas significa sacar a flote todo el estiércol, y con toda seguridad que caería gente de su propio entorno. Allí se olvidó de que esto debería ser una revolución y de que las revoluciones no solo son complejas, sino que en algún momento se tomarán medidas que no gustarán a todos. Y es su culpa muchas cosas que se hicieron y que él prefirió pasar por debajo de la mesa.

Maduro está adoleciendo de lo mismo. Con el agravante de que no es Chávez. Su gobierno se le ha convertido en un derroche de retórica permanente, con una serie de ofrecimientos que nunca cumple. Aún no sabemos quién se robó los 25.000 millones de dólares, aún no sabemos quién es el diputado planificador de asesinatos, aún desconocemos la mano dura del gobierno, aún no sabemos de planes económicos, aún no sabemos nada de nada.

Estamos como sin brújula, con la complicación de que el país está en una encrucijada. Y todo el que se atreve a cuestionar, es, sin duda, un enemigo.
Es estrictamente necesario detenerse, oír, oír mucho, analizar, buscar otras opiniones. No tengo claro si el gobierno entiende el problema en el que estamos metidos, pero si no combatimos la corrupción y no buscamos la eficiencia, el destino está trazado… Y nos alcanzará.


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Rafael Rodríguez Olmos

Periodista, analista político, profesor universitario y articulista. Desde hace nueve años mantiene su programa de radio ¿Aquí no es así?, que se transmite en Valencia por Tecnológica 93.7 FM.

 rafaelolmos101@gmail.com      @aureliano2327

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