La rebelión de los bebés

En un lugar bonito, donde el sol y las nubes se transforman en crepúsculos; donde los hombres, las mujeres, sus ideas y música fluye por doquier, aconteció algo insólito.
La cotidianidad de la vida de los lugareños se había trastornado desde que la guerra económica penetró en sus hogares. La responsabilidad laboral y escolar se convirtió en ausentismo; la estabilidad económica, en merma de recursos y bienes; las largas y agotadoras colas se hicieron costumbre y la angustia y el desespero, en los sentimientos más comunes.

Un día, cuando se disponían a salir de sus hogares, ocurrió algo extraño: no encontraron a sus hijos e hijas por ninguna parte. Gritaron sus nombres y ninguno respondió; preguntaron en la vecindad y nada. Se fueron a la estación de policía más cercana para verificar si sabían algo; tampoco. Nadie sabía nada. El pánico se apoderó de todos; los celulares colapsaron; corrieron presurosos ante las autoridades para que resolvieran tan delicado conflicto.

En el camino vieron de repente un televisor; transmitían una noticia urgente. La periodista explicaba: “Desde tempranas horas de la madrugada se han formado largas colas frente a Chaliky, Kleops, Sandrita, Royal Center, Farmatodo y Madeirense. Miles y miles de bebés de distintas edades, tamaños, con pelos rojizos, negros, amarillos, lisos y ensortijados, esperan el turno para comprar sus pañales”. Mientras la periodista explicaba, el camarógrafo mostraba las imágenes de los niños y las niñas: unos lloraban, otros jugaban con su chupón; el resto miraba distraído a la cámara. Cuando las mamás y papás vieron las imágenes, reconocieron a sus bebés; no se habían extraviado.

La transmisión continuó. Otra periodista entrevistaba al más grandecito, lo llamaban Florentino. Él explicó: “Tenemos días planificando esta protesta. Estamos cansados de las colas, del calor, de la lluvia, del frío. Nuestras nalguitas y genitales sufren mucho por un pañal sucio durante tantas horas. Nuestras mamás lloran, pelean, gritan; los bachaqueros las maltratan; los policías también exigiéndoles no sé qué papel. Queremos estar en nuestras casas, alimentarnos de la tetica de mamá, saborear su leche nutritiva para que podamos crecer sanos y fuertes. No queremos más abusos. Nadie nos defiende, aunque mencionen palabras raras. Basta ya!

La ciudad se conmocionó; las fuerzas vivas se movilizaron. Al encuentro con los bebés acudieron presurosos fiscales, defensores, políticos, líderes populares, feministas. Forentino les precisó: “Iremos a nuestras casas con nuestras mamás cuando nos garanticen que no volveremos a hacer más colas para comprar los pañales. Necesitamos estar junto a ellas para jugar, dormir, escuchar sus canciones y sentir sus tiernos arrullos. Sólo así dejaremos esta protesta!”

Los presentes se miraron entre sí; no sabían qué responder. De repente, una lágrima resbaló por sus mejillas; sintieron el llamado del amor verdadero, el más tierno de los sentimientos humanos.

Con especial atención y respeto para: Cilia Flores, María León, Andreína Tarazón y las valientes luchadoras feministas.

elgaropa13@gmail.com


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