La revolución debe cambiar o perecerá

Por la autoridad que me confiere la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Por la nueva forma de entender y practicar la política (por aquello de la democracia participativa y protagónica). Por mi derecho a decir y reclamar a viva voz todo aquello con lo cual no estoy de acuerdo; por ser soberano, porque soy un animal político en esencia (según Aristóteles), porque soy de izquierda, irremediablemente insumiso,  porque soy así, porque sí; porque tengo el deber de ejercer soberanamente mi derecho a disentir so pena de los etiquetajes fáciles y las adjetivaciones excesivas y, más de las veces, ridículas; porque soy dueño de mi voz y mi palabra, porque no busco un “carguito”, porque quiero justicia social, porque sueño y pienso que podemos ser mejores cada día, porque no puedo dejar que mi voz se acalle en los escondrijo del “muere callao, no es el momento”, porque no puedo ausentarme del debate, porque de algo sirve pensar y echar la palabra al aire, porque no deseo que le dejemos el camino abierto y servido a la derecha sea cual sea su signo, porque no quiero morir con un grito en el estómago, por todo eso y por más, demando:
  • Que se averigüe el “caso Mario Silva” (la veracidad o no del audio). Si es verdad lo que allí expresa el ex conductor de la Hojilla, entonces demando igualmente cárcel a los corruptos. Si no es verdad, entonces demando explicaciones serias por parte del Sr. Silva, más allá de las “excusas” y posiciones “estratégicas”; demando la verdad.
  • Que los implicados en el caso de la “asignación” de casi 20 mil millones de dólares por parte del SITME a “empresas de maletín” les caiga todo el peso de la ley; que se pudran en la cárcel, todos y cada uno. Los que asignaron la bicoca del 20 mil millones y a quienes se los asignaron. Eso es REVOLUCIÓN. Al modo del que “caiga quien caiga”.
  • Que los problemas estructurales sean atendidos puntualmente; que las políticas de Estado sean trascendentes, que ayuden a la reconfiguración de la patria. Ello pasa por entender que se deben erigir nuevos polos de desarrollo. Que hay que deshabilitar las condiciones de exclusión y generar nuevas formas de vivir juntos. Con espacios más vivibles y respirables; lo cual implica una reorganización espacial y humana; a partir de allí generar todas las políticas públicas necesarias para las transformaciones sociales, económicas y culturales. Habrá que hacer una nueva gestión del espacio y de la vida. Es un error estratégico y contraproducente habilitar las condiciones para que la exclusión espiritual y física se perpetúen.
  • Que la propaganda política no siga operando como si ella, en sí misma, sea generadora de realidades emancipadas. La propaganda no es la política; la propaganda es un efecto, un juego de espejo, truco de los sentidos, espejismos simbólicos. No más gastos en franelas, afiches (a todo color y de todos los tamaños), gorras, pancartas, marchas, concentraciones. La mejor propaganda es un gobierno de la eficiencia (ese que apunta a lo trascendente y perdurable, no a los efectismos propagandísticos). No hay que anteponer lo electoral por encima de lo trascendente: lo político.
  • Que se deje el reciclaje político. Basta de los Enrique Maestre, los Rodrigo Cabeza, los Arias Cárdenas (“Chávez tiene las manos llenas de sangre”, así dijo a propósito de los hechos del 11-A), los Di Martino, los Rangel Gómez, los Chino Kahn, entre otros. Hay que renovar los cuadros políticos de la Revolución. Hay que trabajar con mejores y los más comprometidos con el telos revolucionario y no con una estructura partidista que nació caduca e ineficiente.
  • Que las palabras (en política) se acerquen a los hechos. Que la palabra transforme no sólo desde el enunciado, sino desde la acción misma: clara y contundente.
  • Que los intelectuales de la Revolución (los mediáticos y los “oficiales”) hagan un trabajo más allá de las loas palaciegas, que pongan su palabra al servicio de los humildes y no al servicio de algún partido. Que los intelectuales sean capaces de advertir yerros y desviaciones, que dejen la “miopía estratégica” y alcen la voz ante las tropelías y desafueros de algunos “camaradas”. La intelectualidad orgánica no es “tan estratégica”, tan silenciosa. ¿Acaso la intelectualidad de izquierda no advirtió el avance de la derecha producto de los desatinos de la dirigencia revolucionaria?
  • Que la educación no sea manejada con criterio proselitista. Que haya una verdadera y efectiva (y afectiva) transformación radical del sistema educativo. No efectismos cifristas que sirven para la lógica electoral pero no para las transformaciones estructurales y necesarias de todo el andamiaje educativo nacional. Las universidades efectivamente necesitan más recursos, pero éstas no pueden seguir operando bajo las lógicas áulicas, monacales, conservadoras.  Que las universidades se abran al pueblo que desee formarse al más alto nivel: en lo político y en lo académico, sin creer que lo político consiste en ir a más marchas o concentraciones (lógica electoral) y que lo académico implique, únicamente, el regodeo cientificista, los papers; no, que implique eso y más; que implique trabajo por una mejor país, por la reactivación de todo el aparato productivo. Investigar para emancipar y romper las lógicas de dominio. Así sí se estaría trastocando el aparataje académico tradicional; lo demás, las universidades “a la orden del día” (sin plataforma investigativa y logística que habilite las condiciones para una verdadera universidad alternativa y radical) serían un amago, una palanca que lejos de romper aquellas lógicas universitarias conservadoras, las haría “brillar” aún en su oscuridad y podredumbre.
  • Que la delincuencia sea atacada desde sus simientes. La educación es el mejor camino; eso sí, la mejor educación; con maestros y maestras bien remunerados; con los mejores pensa de estudios, con las mejores estructuras, con incentivos a la investigación, entre otras acciones trascendentes. Para esto también debe darse un movimiento acompasado con todo el aparataje mediático, sobre todo a nivel de contenidos. Los problemas estructurales heredados en educación sólo deben atenderse desde las soluciones estructurales, ello va más allá de un asunto de sueldos y salarios.

Hay que apostar, firmemente, en el trastoque, en la disonancia, en la emancipación. No hay que ser timoratos. Hay que enviar mensajes firmes y decididos al pueblo: los corruptos en la Revolución van presos: CAIGA QUIEN CAIGA. El río va sonando desde hace ya algunos años; la piedras están saliendo a flote. No basta con “meterle guante” a los matraqueadores de oficio (caso INDEPABIS) que terminarían siendo chivos expiatorios; hay que “jalar la cuerdita” y ver por dónde se están llevando la plata; justo allí, habrá que capturar a los malhechores, sea quien sea, ostente el cargo que ostente, llámese como se llame. Eso sí que sería un mensaje claro y contundente para el pueblo. Eso lo demando, lo demando desde mi voz humilde, desde mi posición de pueblo, desde mi voz pequeña; lo hago porque tengo derechos y deberes. Me asiste la indignación, pero sobre todo, me asiste la tristeza de ver como el legado de Chávez es escupido por la ineficiencia y la corrupción de gente que lleva en el verbo toda la impronta discursiva y efervescente de la izquierda latinoamericana; pero que a partir de esas marcas discursivas algunos, sólo algunos, se están llenando los bolsillos. Ante eso, nadie me puede pedir silencio, acatamiento, complicidad, “muere callao”, “no es el momento”, “hay que ser estratégicos”, entre otra fraseología que termina siendo funcional al poder operante y corrupto. El momento es ahora. No dejemos que adelante nos espere el regreso.

 



Esta nota ha sido leída aproximadamente 3027 veces.



Johan López


Visite el perfil de Johan López para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter



Johan López

Johan López

Más artículos de este autor