Las mafias que rodean la revolución

Hay algunos comentaristas, como Petras que hablan del “socialismo radical” de la revolución bolivariana y ya allí están tomando un giro equivocado, esta no es una revolución radical, es un proceso revolucionario democrático. 

Raúl Bracho. 

Una revolución radical fue la que comandó Fidel Castro, que al hacerse del poder pudo derrocar todas las estructuras de la sociedad capitalista y comenzar a crear la nueva sociedad. Decir que la revolución bolivariana era radical en su comienzo y que ahora gira a la derecha es una visión desdibujada de la realidad. La revolución bolivariana se hace del poder político, ojo, no del poder económico ni militar, con el triunfo de Chávez en las elecciones de Diciembre de 1.998, toma del poder político bajo las normas de una constitución existente, a la que el mismo Chávez sentenció como moribunda, desde esa fecha el proceso bolivariano comenzó un camino de cambios que empezó por llamar a una constituyente y  redactar una nueva carta magna, Ni hablar de socialismo en aquellos años, eso quizá no lo supo Petras y su visión de izquierdista internacional, pero quienes vivimos el día a día sabemos que de socialismo se empezó a hablar varios años después, en un proceso de cambio y de concientización popular que marcha de forma lenta pero avasalladora, es un proceso democrático, en el que desde su triunfo se ha caracterizado por el respeto a las normas que rigen la democracia internacional. Un proceso que gestó que otras naciones siguieran el camino de la toma del poder por medio de elecciones en otros países hermanos, pero que dista mucho de tener similitud con el radicalismo que supone Petras. 

Hoy, cuando el comandante Hugo Chávez está convaleciente en la Habana, se destapan las ollas podridas que la oposición mantiene dentro de nuestro proceso de transformación. Venezuela no puede declararse un país socialista, sigue siendo un país capitalista y lleva consigo muchas de las fallas que se heredaron de aquella cuarta república. Una  de estas es la de las mafias del poder judicial y de las cárceles. La corrupción judicial es un pan que diario sufre nuestro pueblo, basta pasearse por el Palacio de Justicia para ver la corte de leguleyos que mercadean ante los familiares de las personas privadas de libertad, las ofertas de la corrupción. Hoy estas personas que cohabitan en nuestro sistema penitenciario, deficiente y contaminado por las mismas mafias que desde siempre lo preservan, son utilizadas como ámbito para intentar desestabilizar a Venezuela. En las cárceles donde todo tiene precio, la oposición compra motines y negocia con los pranes para generar motines y muerte.  

Debemos avanzar como lo hicimos cuando trataron de usar a PDVSA contra nuestra revolución: tomar las prisiones y someter a estos mafiosos, sean del bando político que sean, tomar el sistema de justicia y generar la limpieza necesaria para liberar a estas personas sometidas a su privación de libertad del yugo de las mafias y permitirles una justicia imparcial y oportuna. No es nada fácil, pero es el único camino que resta por andar. Valga la oportunidad en que se utiliza como arma política para desarmar al enemigo. Aquí, como en muchos campos, la gestión revolucionaria, se hará entonces radical, como a la postre lo hace cada día nuestro proceso bolivariano. Si es radical el proceso bolivariano en la soberanía alimentaria, si lo ha sido y lo será más, radical en la capacidad de brindar educación a nuestro pueblo, asi como se está siendo radical con la salud. Es radical la política de la Gran Misión Vivienda que hoy se implementa, se es radical en la creación de las comunas como nuevo orden de organización social, se es radical al intervenir los bancos que estafan al pueblo, al expropiar a las inmobiliarias que estafaban la clase media y se es radical en muchas políticas que a diario comienzan a dar sus frutos al pueblo de Venezuela. 

Pretender que Venezuela, o su proceso bolivariano, sean radicales, complaciendo al imperio al permitir excusas que sean utilizadas para tildarnos de cómplices del terrorismo e invadirnos, es un radicalismo infantil. Es mucho lo logrado para salirse del juego democrático y asumir un papel de valentones ante un imperio que tendría el poder de aplastar todo este proceso en cuestión de días. ¿Es que cuesta mucho voltear a mirar lo que sucede en Libia? Pregunto, y no me canso de preguntarlo: ¿Dónde será que escriben estos intelectuales de la izquierda radical para denunciar el genocidio que a diario lleva adelante el imperio y la OTAN???? 

Venceremos. 

brachoraul@gmail.com  


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Raúl Bracho


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