10 Feb. 2014 - La descomposición social, producto del consumismo impuesto por la industria cultural a buena parte de la población, ha llegado a tanto en el país que ahora algunos jóvenes prefieren ganar dinero de forma ilícita que ir a clases a formarse académicamente.
Un periódico nacional narró la historia de Andrés y Marco: dos liceístas de San Antonio del Táchira que dejaron de jugar videojuegos, leer, estudiar o hacer deportes para dedicarse a ganar dinero fácil.
Cualquiera pudiera verlos usando camisa azul, tal cual estudiantes, pero se fugan de las clases en el liceo “Manuel Díaz Rodríguez”, para llevar productos a la ciudad colombiana de Cúcuta todos los días a las 03:00 pm: “Mire, en el morral llevamos dos potes de leche, cuatro cremas dentales y cuatro jabones, por eso nos ganamos 2.000 bolos”, explican como si se tratara de una situación normal y adecuada.
El colmo es que hasta han pensado en dejar el bachillerato y ponerse a contrabandear todos los días: “Todo el mundo lo hace y nosotros empezamos por casualidad, pero ahora ya no tenemos tiempo ni pa’ jugar Playstation. Si no viajamos a Colombia, vendemos cupos de filas (o colas) a 100 o 150 bolos”, explica Marco, riendo con supremo descaro.
El joven se refiere a la práctica de hacer largas colas en supermercados y distribuidoras, desde la madrugada, para luego venderles su puesto a las personas que necesitan comprar productos de primera necesidad.
Todo indica que en Venezuela hay escasez de conciencia por parte de ciertas personas que han perdido sus valores y buenas costumbres por dinero sucio. Los contrabandistas están desangrando a la patria a cuenta gotas y cada vez luchan más por hacer del baqueo una situación “normal”, que “todo mundo hace”.
No se sabe cuántos Andrés y Marcos hay en el país, pero sin duda, hay muchas personas pagando las consecuencias de estos jóvenes y muchos otros individuos que en lo único que piensan es en cuánto dinero ganan por contrabandear.
Pareciera que no se ha entendido que el problema del bachaqueo afecta a todos los ciudadanos de Venezuela, inclusos a los que pretender ser “vivos”.
