Gustavo Márquez: “Para ganar la guerra económica es necesario un golpe de timón”

Gustavo Márquez

Gustavo Márquez

Credito: Héctor Puche

30/09/13.- “Para ganar la guerra económica es necesario un golpe de timón en la política económica en general y muy especialmente en el aspecto cambiario”, afirma el ex ministro de Industria y Comercio, ex embajador en Austria y Colombia y ex presidente del Banco de Comercio Exterior, Gustavo Márquez Marín.

Militante del Partido Socialista Unido de Venezuela, procedente de las filas del viejo Movimiento de Izquierda Revolucionaria (con la consecuente pasantía por el Movimiento Al Socialismo), Márquez Marín está convencido de que la actitud saboteadora y golpista del fascismo es evidente, pero advierte que una política económica con señales evidentes de agotamiento ha generado el terreno fértil para que la conspiración florezca.

—Usted ha planteado la necesidad de modificar el control de cambio, bajo el argumento de que se ha convertido en “el factor especulativo que determina la formación de los precios”. ¿Cuáles son las alternativas?

—La medida de control de cambio se tomó en 2003 para enfrentar la aguda crisis derivada del golpe de Estado y del paro petrolero, caracterizada por la incertidumbre política y económica, fuerte inflación y una feroz fuga de capitales. Era una política de contención de estos fenómenos y surtió sus efectos positivos en una primera etapa, pues permitió dirigir los recursos de la renta petrolera según las prioridades de la nación y estabilizar la economía. Incluso, hubo un ciclo de crecimiento económico, pero ya sabemos que Venezuela sigue teniendo una economía rentista petrolera y la lógica del capitalismo es maximizar las ganancias en el más breve tiempo posible, de allí que comenzaran a producirse ataques especulativos muy intensos. Apareció el fraude cambiario, las empresas fantasmas y un círculo vicioso que perforó los mecanismos de control. Esto ha conducido al agotamiento del modelo actual de control de cambio.

—¿Es esta una demostración de que el control de cambio solo sirve como medida de emergencia?

—Sí, siempre debe ser una medida transitoria, porque de lo contrario surge un mercado negro que comienza a presionar sobre el tipo de cambio oficial, se genera una brecha que se ensancha progresivamente y que determina la formación de los precios. Eso es lo que nos ha ocurrido.

—¿Qué hacer ante ese panorama?

—Lo primero es reconocer que ese problema existe. Es como quien tiene una enfermedad: lo primero que le toca es admitir que está enfermo. Luego hay que analizar las diversas alternativas que se pueden seguir, con la idea de alcanzar un valor relativamente estable del tipo de cambio que se corresponda con la economía real. Lo urgente es tomar conciencia de que el desequilibrio conduce a una crisis. Por ejemplo, en materia de inflación estamos pisando ya un terreno muy peligroso.

—¿Usted diría que ya estamos en esa crisis o todavía tenemos espacio para evadirla?

—No, todavía tenemos mucha holgura, capacidad de maniobra, unos precios del petróleo estables. Si cayeran los precios sí es verdad que la cosa se pondría muy fea. Por ahora estamos en una situación solvente y tenemos todas las posibilidades de cooperación internacional que abrió el Presidente Chávez. Pero debemos dar ya, sin más tardanzas, un golpe de timón. Eso lo planteó el propio comandante Chávez. La autocrítica no significa autoflagelarnos, sino reconocer los errores, diagnosticar la situación actual y, racionalmente, hacer las correcciones del rumbo.

—En los anuncios hechos por el presidente Maduro en torno a la guerra económica y en las declaraciones de los ministros más involucrados en el tema, ¿usted aprecia ese espíritu de revisión?

—Creo que se han tomado algunas decisiones y, sobre todo, ha sido importante plantear el tema de la guerra económica que está en una etapa de escalada, luego de haber existido en baja intensidad durante todos los años anteriores del chavismo. Denunciar la intensificación de la especulación y el acaparamiento es importante, pero hay que reconocer que eso no sería posible si las condiciones objetivas de la economía venezolana no fuesen tan propicias para esos fenómenos. Por ejemplo, en materia cambiaria, si tuviésemos un modelo que realmente estabilizara la moneda e impulsara la economía productiva, otro gallo cantaría.

—¿Qué se debe hacer luego de reconocer la enfermedad?

—Inmediatamente hay que plantearse un sistema que traiga más estabilidad. Quizá funcione el mecanismo de las bandas, con la intervención del Banco Central. Esa medida se puede complementar con la centralización de las operaciones con divisas en la banca pública. Me refiero concretamente al Banco de Comercio Exterior, que es para Venezuela lo que es para Japón el Ex-Im Bank. Las empresas públicas y privadas que necesiten importar bienes de capital podrían acceder a ellos mediante créditos de corto plazo con ese banco. Si el proceso es transparente, se le acabaría el carburo a la especulación cambiaria. Es un nuevo tipo de arquitectura financiera que podría resolver la situación planteada.

CONTRABANDO Y BACHAQUEO

Márquez Marín considera que existe otra potente razón para buscar un mecanismo de mayor estabilidad cambiaria: el auge del contrabando. “La asimetría de precios que se genera con el actual esquema cambiario da origen a una economía binacional masiva e ilícita en todas las zonas fronterizas. La brecha entre los precios de acá y de allá la aprovecha un sector dirigido por estructuras criminales, paramilitares, narcotraficantes, etcétera. Es allí donde nace el llamado bachaqueo, que no es un problema marginal de la frontera, sino que afecta a todo el país porque sustrae los bienes que deberían ir a diversas regiones nacionales. El esquema que tenemos hoy conduce inevitablemente a la fuga de productos hacia Colombia y otras naciones”, expresa.

—Aparte del aspecto cambiario, ¿qué otras áreas deberían atacarse para enfrentar la guerra económica?

—Hay que trabajar en el campo fiscal. Por ejemplo, podría crearse un impuesto a las altas ganancias, exigiendo la declaración patrimonial obligatoria de todas las empresas. No es tan difícil establecer un tributo de esta naturaleza en el escenario actual y pienso que sería un mecanismo muy efectivo de control de precios. También es necesario robustecer la labor de la Sundecop (Superintendencia Nacional de Costos y Precios), que ha sido un avance importante pero que es necesario masificar su acción porque se ha quedado en una docena de rubros. En este punto es muy importante la incorporación del Poder Popular a las labores de vigilancia, tanto de Sundecop como del Indepabis (Instituto para la Defensa de las Personas en el Acceso a Bienes y Servicios). Acaba de terminar un censo de consejos comunales y comunas que refleja la existencia de una organización, un tejido social constituido. Esas organizaciones, con la orientación del Indepabis, la Sundecop y el Banco Central podrían nutrir una base de datos sobre abastecimiento, costos y precios en su zona. Esa sería la forma de desarrollar la respuesta a la guerra económica desde la base.

—¿Todo el sector privado es el adversario en esta guerra?

—El Programa de la Patria plantea que debemos convertirnos en una potencia a mediano plazo, pero eso no va a ocurrir por arte de magia. Es necesario diseñar una estrategia que incluya factores muy variados, entre ellos el sector productivo existente, que es de naturaleza capitalista. Hoy no podemos ignorarlo porque es el que mueve la economía. La idea nuestra es transformar ese aparato, ir hacia una economía socialista, pero ese es un proceso de transición en el que se deben ir creando alianzas, sobre todo con pequeños y medianos productores del campo, de la industria, para desarrollar un tejido productivo que nos permita aprovechar las ventajas que trae nuestra inserción en mecanismos como ALBA y Mercosur.

—¿Para que se produzca ese cambio en la política económica es necesario un cambio de equipo, de nombres?

—Es una evaluación que forma parte de la que debe realizarse a la política económica. Efectivamente ha habido unas responsabilidades. Es evidente que solo el Presidente puede tomar esas decisiones, pero está claro que el objetivo es profundizar la Revolución y ganar la guerra económica. En fin, el golpe de timón puede implicar una revisión del equipo, pero todo dependerá de la visión que tenga el Presidente del momento histórico que estamos viviendo. En todo caso, este es un esfuerzo colectivo, hay muchos talentos, muchas personas, muchos movimientos sociales que están del lado de la Revolución y que pueden aportar ideas y esfuerzos. Ya lo dijo el presidente Maduro: nosotros somos Chávez, siempre y cuando estemos todos juntos, porque individualmente, nadie puede lograr lo que logró Chávez.

LA RELACIÓN CON CHINA

—En las últimas semanas, sobre todo a raíz de la renovación de los acuerdos con China, se ha planteado un debate en torno a la deuda adquirida con esa nación aliada y al riesgo de que se esté gestando un nuevo tipo de dependencia imperial. ¿Cómo lo ve usted?

—La relación con China y con otros polos de la economía mundial es uno de los grandes aportes que nos dejó el presidente Chávez, sobre todo porque no se trata de simples acuerdos comerciales sino de mecanismos de cooperación muy sólidos, basados en la confianza mutua. Eso constituye un activo muy importante. Los programas contemplados en los convenios que se han firmado son una gran oportunidad para ejecutar parte del Programa de la Patria porque para llegar a ser una potencia regional mediana no solo se necesitan recursos, sino también alianzas estratégicas con socios que aporten tecnología, talento, experiencias. Eso nos lo aportan China, Rusia, India, Brasil, polos que le hacen contrapeso al imperio estadounidense, a su modelo neocolonial. La relación económica con esos nuevos actores no está condicionada políticamente, como sí lo estaba en el caso de Estados Unidos, y eso nos permite buscar un equilibrio y con ello la independencia. En resumen, es un salto cualitativo demasiado grande para nosotros, pero es necesario vigilar siempre que la relación se dé de manera equilibrada, que nos permita crecer. No podemos quedarnos en el rol de proveedores de materias primas y mercados de productos terminados porque eso significaría mantener unos términos de intercambio desiguales, muy parecidos a los que han existido históricamente. Los acuerdos deben permitir una real transferencia de tecnología y una capitalización nacional. Hay que tener claro que China está en un proceso muy agresivo de expansión, especialmente en países proveedores de materia prima y energía. Mantener los niveles de crecimiento de 10 a 12% requiere de enormes cantidades de insumos para mantener en movimiento la maquinaria económica. Es una especie de aspiradora mundial de materias primas y energía. Si América Latina en general, y Venezuela en particular, no establecen términos de intercambio equilibrados, pueden caer en un nuevo tipo de dependencia colonial. Esas previsiones las tomaron los propios chinos cuando llamaron hace veinte o treinta años, para establecer alianzas, al capital internacional. La clave es seguir el legado de Chávez, quien abrió las puertas para esa relación, pero al mismo tiempo estableció que debía ser en términos justos.

Reflexiones en voz alta

•“Vivimos tiempos difíciles por diversas razones, pero la principal de ellas es que ya no tenemos con nosotros al comandante Chávez.

•Estamos en una encrucijada, depende del camino que tomemos entraremos o no en una crisis que podría hacer reversible la Revolución venezolana.

•Si el tema económico no se aborda de manera integral podríamos estar propiciando una autodesestabilización. Claro que hay factores externos e internos que quieren desestabilizarnos, pero nosotros tenemos una responsabilidad: la de ser capaces de navegar en medio de la tempestad.

•95% de las divisas que ingresan se utilizan para importar bienes. Es clarísimo que no hay un proceso de capitalización de la renta.

•Las ventajas que tiene, en las actuales circunstancias, comercializar productos importados frente a producirlos localmente, indica que estamos en un proceso de destrucción del aparato productivo nacional. Eso incrementa la dependencia de la renta petrolera y significa menos generación de empleo.

•Tenemos un poderoso mercado interno porque los programas sociales han incrementado la capacidad de consumo. Ese mercado puede ser cubierto por productores nacionales, siempre y cuando no sea más rentable traer todo de fuera.

•Es cierto que en la Cuarta República hubo años con niveles de inflación mucho mayores que el actual, pero eso no debe servirnos de consuelo. Después de 50% se entra en un campo muy peligroso.

•El gran logro de la Revolución es la inversión social. En ese aspecto no debe producirse ningún cambio sustancial, pero es obvio que existen límites porque la renta petrolera no crece al mismo ritmo que las demandas sociales.

•Es necesario cuidar que no decaiga la inversión en la industria petrolera para hacer posible aumentar la producción más allá de tres millones de barriles. Para que la economía siga creciendo al ritmo que ha tenido en los últimos años, es necesario producir más petróleo.

•Una de las primeras estrategias de desarrollo nacional debe ser la industrialización del petróleo. Ya no se trata de sembrarlo, que se entiende como usar la renta petrolera para invertir en otros sectores. Resulta que el petróleo no es solo un recurso energético sino que tiene una multiplicidad de derivados y aplicaciones que nos permitirían avanzar en su industrialización.

• El programa de la patria debe convertirse en un plan de la nación. Hay que lograr lo que Aldo Ferrer llama la densidad nacional, que es el desarrollo de la capacidad endógena para producir y transformar la materia prima”

Gajes del oficio

Gustavo Márquez Marín (Valencia, 1947), es ingeniero electricista graduado en la Universidad de Carabobo, aunque su experiencia política ha girado siempre alrededor de los temas económicos y sociales. Fue diputado al Congreso de la República entre 1983 y 1998; ministro de Industria y Comercio entre 2000 y 2001; embajador en Austria y representante de Venezuela ante los organismos de Naciones Unidas con sede en Viena entre 2001 y 2004; ministro de Integración y Comercio Exterior y presidente del Banco de Comercio Exterior entre 2005 y 2007 y embajador en Colombia en 2009 y 2010.

Su trayectoria política, que se remonta al legendario Grupo de Acción Revolucionaria y pasa por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, recala en los años 80 en el Movimiento Al Socialismo, debido a la fusión de los dos partidos. Cosas de la política en aquellos tiempos.

Su gestión en Bogotá terminó con unos días duros porque en ese tiempo se produjo el más serio impasse entre los presidentes Hugo Chávez y Álvaro Uribe. Las relaciones quedaron prácticamente rotas y Márquez Marín debió regresar a Caracas casi a la carrera. Gajes del oficio diplomático.

Desde ese año ha tenido una participación más modesta en la actividad política, como militante del Partido Socialista Unido de Venezuela, invitado en algunos programas de radio y televisión y articulista de Aporrea.org. Sin embargo, su rostro sigue resultando familiar para varias personas en el lobby del hotel Alba Caracas. Dos chicas se le quedan mirando y se animan a hablarle: “Usted sale en televisión”, le dice una de las jóvenes, mientras un trabajador de la Misión Sucre le cuenta espontáneamente sobre los eventos del PSUV este fin de semana. Ya en la entrada del estacionamiento, un taxista frena, le grita “¡Epa, camarada!” y le da la mano. Gratificaciones de la política en la Cuarta República.

CLODOVALDO HERNÁNDEZ



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