Aragua: Muere el escritor y premio nacional de literatura Renato Rodríguez

28 de junio de 2011.-El pasado miércoles 22 de junio, en el del estado Aragua, dejó de existir Renato Rodríguez, escritor (en el género narrativo), Premio Nacional de Literatura y hombre de una vida cargada de historia y remembranzas. Había nacido en Margarita en 1927; en lo particular, conocí a Renato Rodríguez un día de lluvia de 1991, en el café Santa Rosalia, situado en el casco central de la ciudad de Mérida-Edo. Mérida-Venezuela. Conocí primero al hombre…Recuerdo haberle preguntado: “¿usted ha escrito algo?” Eran días buenos; de café y tertulia. Nos acompañaba esporádicamente Gilberto Ríos, el poeta de la luz, Alberto Jiménez Ure, el escritor de lo terrible, Carlos Danés, el poeta de los ángeles; yo apenas un muchacho universitario, tejiendo sueños y colmado de ilusiones.

Por aquellos días el Instituto de Cultura del poder regional de Mérida, publicó la obra “El hongero apasionado”, de Gelindo Casasola (joven poeta italo-venezolano que se había suicidado en a comienzo de los 80 de la década de los siglo XX), una recopilación de poemas dispersos que habían quedado en manos de amigos.  Lo cierto del caso es que Renato me habla del asunto y me invita a que vaya y pida un ejemplar para él y otro para mí. Fui a la oficina y me vi de repente recibiendo cincuenta ejemplares y una colección de las obras publicadas por la Fundación Cultural; lo asombroso para mí es que me hacen firmar un papel de recibido en el cual aparecía en vez de mi nombre, que nunca creo que dije, el de Gelindo Casasola. Firmé en su lugar con mi nombre sin preguntar nada (ella imaginaría que firmaba así) y me fui. Al estar en el café de nuevo le cuento el asunto a Renato, y él viendo uno de los ejemplares me increpa: “¡Qué vaina pa´ buena! Es que tú te pareces a Gelindo!!!”. Me muestra la contra portada donde hay un muchacho con cabellos lisos y cara perfilada, parecida a la mía de aquel entonces. El asunto tuvo su razón de ser: la secretaria me confundió con Gelindo. Pero tronco de secretaría tenía la Fundación Cultural que ni había leído el descriptivo de la contraportada donde se contaba que el poeta había muerto. Esa fue una historia que me unió a Renato y hoy la recuerdo y la comparto, celebrando que aún existe, en ese pequeño pueblo de Tasajera, en la Victoria, Edo. Aragua. Allí, con un bastón echo de tubos de agua, con ochenta y pico de años acuestas, con el Premio Nacional de Literatura 2006, con historias, con sueños, vive el gran margariteño que me transcribió mi tésis de grado en 1993, en su pequeño procesador de palabras Apple, y que fue amigo, hermano; un ejemplo en esa tarea que me llevó a escribir…Él amigo físico, de carne y huesos hoy ha partido. Tengo la sensación que me estoy quedando solo; muchos buenos amigos se han adelantado a la finitud de la vida (Ángel Cappelletti, Alfonso Gándara, Jesús Torrealba Villamizar, Alberto Romero, entre otros.). El mejor tributo que se le puede dar a un escritor a su partida, es buscar su obra y leerla. Busquen a Renato Rodríguez, encontraran no sólo a un gran escritor, sino a un hombre construido en una sola pieza y transmutado del verbo al espíritu a través la ficción.

 
De Renato dijera el escritor Luis Barrera Linares:  “Aquí lo presento para quienes no lo conocen: René Augusto Rodríguez Morales, escritor nacido en Porlamar, isla de Margarita, Venezuela, Sur América, en 1927, creador del personaje-escritor Renato Alberto Rodríguez (RAR), editor forzado de algunos de sus libros bajo la firma editorial Libros RARos, ha sido una especie de topo de nuestra literatura que por fin, ahora, emerge a la superficie. Pero, cuidado, no por voluntad propia, ni porque ha buscado a sus amigos periodistas para que le sirvan de aparentes paparazzis y lo catapulten antes de tiempo. Emerge por el impacto de sus cuentos que casi son novelas, razón por la cual las denomina Quanos (Quasi Novelas, 1997), y por la maravilla narrativa de sus textos más extensos como El Bonche (1976), ¡Viva la pasta! (1984), La noche escuece (1985), Insulas (1996). Así, ha llegado por su propio peso y valía a donde tenía que llegar: al Premio Nacional de Literatura de Venezuela. Celebro entonces que el personaje haya salido de sus novelas para recibirlo…”



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