Valero un gran atleta y campeón antes que una piltrafa

Hay algo que no cuadra, que no encaja en esta trama de Edwin Valero. Él alcanzó la cima en una disciplina tan exigente como el boxeo; y más, en el boxeo rentado, en el boxeo profesional que demanda esfuerzo, dedicación extra y presión emocional dado el factor económico que viene a constituir el gran objetivo o propósito de quien tome tal actividad como carrera, de la cual depende el financiamiento y estabilidad económica de si mismo y de su familia. El boxeador profesional sueña con los campeonatos, las grandes bolsas, el éxito y el estrellato. Y como es natural pocos lo consiguen.

Edwin Valero estuvo entre los pocos que alcanzaron la cima y aún evidenciaba que iba a seguir ascendiendo más; pese al gran escollo representado por la negación de la visa para entrar a los EE.UU; quizás el primer y principal mercado boxístico. Negación de la visa por representar un ícono chavista y venezolano, de alta factura y de condición estelar. Un espectáculo mediático y publicitario favorecedor de la imagen de nuestro país, alineado con la corriente y proyecto chavista-revolucionario que constituye -o trata de constituir- la antítesis del decadente y anti humano orden yanqui. Más aún con el líder Chávez tatuado en el pecho, lo cual de alguna manera servía como medio para publicitar a Chávez -indirectamente y por propia decisión de Valero- en los escenarios mundiales donde este estelar boxeador se presentara.

Pero toda esta maravilla, todo este éxito sólo lo puede conseguir una persona con una estricta y sostenida disciplina y un acondicionamiento físico, orgánico y síquico suficiente y satisfactorio. Que complemente al talento y condición natural para tal exigente deporte.

Luego es inexplicable y hasta no creíble el historial que se le ha endilgado a Valero, sobretodo ahora, por sus viscerales e irresponsables detractores que ponen a Valero como un desecho humano, como una piltrafa que ha estado drogándose y en una vida disoluta prácticamente desde que nació. Alguien puso esa matriz falaz en el tapete y la legión de distorsionados y autómatas mediáticos se han encargado de repetirla y propagarla por doquier; sobretodo esa plaga de chateadores degenerados, engendros de la vida, que han encontrado expresión, se nutren y reproducen mediante internet; la tecnología y los avances, así como tiene inmensos beneficios, también implica o da lugar a unos efectos colaterales negativos y nocivos por quienes la mal utilicen.

Según pintan a Valero -estos alegres e irresponsables detractores autómatas y viscerales- como un drogadicto, un atolondrado, un miserable y desgraciado, casi que desde sus primeros años de vida; no nos explicamos, entonces, como un individuo que con tal vida negativa y perjudicial para su ser orgánico, físico y emocional, haya alcanzado ese record estelar y espectacular -que ya muchos detractores quisieran para si- en su carrera y disciplina boxística. Aquí hay una enorme contradicción; pero los hechos, los resultados, que son en verdad los que nos permiten evaluar acertadamente cualquier asunto, reivindican a Valero.

Reivindican a Valero y nos indican más bien que, Edwin Valero antes que ser un drogadicto y piltrafa humana desde su infancia misma -como quieren hacerlo ver sus detractores- más bien fue un gran atleta, un atleta completo con la indispensable disciplina, formación y talento para alcanzar esos extraordinarios éxitos en su carrera boxística, en la cual fue un estelar. Un triunfador. Alcanzó la cima.

Sus problemas, como un huracán arrasador, se le presentaron en los últimos tiempos. En un tiempo corto y reciente y una intensidad tal -como un mal fulminante- que terminaron trágicamente con la aniquilación de su esposa Jennifer Carolina -supuestamente por él mismo- y con su ahorcamiento -también supuestamente ejecutado por él mismo-, en dudosas circunstancias, en un calabozo de la Policía de Carabobo.

No nos explicamos, como la policía judicial -CICPC- que hasta su propio director vino y estuvo conociendo del caso, dejó a Valero en las manos de la Policía de Carabobo, aún presuntamente drogado y sin ser responsable de si mismo, en consecuencia.


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