La dura batalla por enfrentar los reflejos condicionados: tarea urgente

¡A derribar demonios!

Conversando, cantando, acompañando el sueño de la utopía concreta en lo profundo del barrio, de los espacios comunales, allí donde vive y amasa la esperanza nuestro pueblo, tomando el pulso a los legítimos dueños de la Revolución, se percibe un sabor agridulce. Esperanza y alegría a raudales conviviendo con cierto dolor, desconcierto y desencanto. Aquello que no pudieron lograr –ni lograrán jamás- los golpes de estado, los sabotajes petroleros, las guarimbas, los paramilitares sembrando el sicariato, ni la demoledora campaña de los poderosos medios de desinformación, parecieran lograrlo unos enanos de largas trenzas, liliputienses de mente y alma, para quienes sus nuevos privilegios están por encima de cualquier otra consideración. Entre apagones sin la debida explicación -¡habiéndolas de sobra!-, módulos abandonados de Barrio Adentro, ambiente enrarecido, gestiones sin respuestas, y mil desprecios conferidos a un pueblo desde oficinas con aire acondicionado, camionetas con vidrios ahumados y banquetes en buenos restaurantes, se va tejiendo esta telaraña miserable que hace olvidar los mil logros, las mil conquistas alcanzadas, los millones de estudiantes con cupos, las obras de infraestructura, la misiones… ¡tanta lucha y tanto esfuerzo, amenazados por estas cosas!

Son aquellos que, como los fariseos de su tiempo, se colocan en los lugares más visibles, ´se acomodan gorras y franelas que los mimeticen, manejan una insoportable verborrea inflamatoria, pero no pueden ocultar su adhesión entusiasta a los modos de vida pequeño burgueses. No enumeraré el cúmulo de casos y situaciones, con particular incidencia en algunos Estados del país, porque confío en terminar de escribir este mensaje a nuestro pueblo sin que la náusea me lo impida. Todos lo sabemos, lo estamos viendo y sufriendo. Un torneo de malandanzas penoso e inaceptable, ese es el espectáculo “mata votos” y “mata sueños” que están ofreciendo generosamente unos cuantos “dirigentes”, personajes y burócratas ambiciosos, oportunistas y pantalleros. ¡Bájense de las camionetas!, ¡dejen la soberbia!, ¡dejen por un ratico la pantalla y pisen los barrios!, ¡hagan suyos –con amor- los problemas de ese pueblo!, ¡háganlo ya!, ¡menos gamelote y más maíz que un pueblo espera y el enemigo no descansa! No en vano desprecian la conciencia del deber social estos restauradores de nuevo cuño. Con razón no pueden evitar la sonrisa cómplice cuando Chávez los convoca al trabajo voluntario, al sacrificio o al esfuerzo.

Hemos de salir al paso a tanta miseria. No podemos aceptar que la fe del pueblo en su revolución sea defraudada. No podemos optar entre vencer o morir y debemos vencer sobre estas miserias. Hay que profundizar el sentido sagrado de la Revolución, hay que restaurar la fe. Con el buen hacer se logra fácilmente porque lo esencial lo despertó Chávez y está vivo en el corazón del pueblo. Portuguesa es un buen ejemplo de ese buen hacer y su efecto en la fe y la esperanza del pueblo. Esa fe que lo hizo salir el 13 de abril de 2002 a rescatar a su presidente y reponer en unos casos o abrir las “oportunidades” a otros que ni soñaban con sus nuevos privilegios. Son muchos de estos los que hoy frivolizan irresponsablemente con la responsabilidad de su liderazgo.

El pueblo, sabio, se refugia en su única garantía cuando el “liderazgo” falla tan ostensiblemente: su confianza en Hugo Chávez Frías. Sin embargo no es suficiente. La inmensa batalla exige la movilización entusiasta de todo el pueblo. El pueblo debe saber que esto que está pasando no es nuevo, que esto ya lo vivieron otros pueblos en su marcha por transformar la historia. Son viejos y conocidos estos demonios. Son los demonios de siempre, son los demonios del egoísmo, de la ambición, de la avaricia, de la mezquindad, de la soberbia, son los demonios del alma ruin que habita en los espíritus pequeños, son los reflejos condicionados, es el saldo de una cultura vieja y macabra instalada en el alma.

Debe saber nuestro pueblo que hay razones para la esperanza, que sobran razones para la alegría, que a pesar de estos enanos hay mucha decisión, hay muchos hombres y mujeres que luchan, que si algunos nos salen patarucos eso es tan natural como la yerba mala en la siembra. Que es así, que en el corazón del hombre anida la grandeza más heroica y la ruindad más despreciable, juntas e inseparables, que es sólo el ejercicio de la conciencia y la voluntad la que lleva al hombre a la elección del bien sobre el mal en cada ocasión. Que son…como decía la canción…”decisiones…cada día”. Debe saber que estos diablos forman parte inmanente del alma humana y que se hacen presentes en cuanto la conciencia del deber social se debilita.

Históricamente, el camino siempre reserva estas indeseables compañías y con ellas la soberbia, la arrogancia y la podredumbre interior aparecen con todo vigor. Aparecen los demonios de las ambiciones, el divismo, la figuración y la pantallería con toda su fuerza destructiva. No puede el pueblo ignorar que la batalla es larga, que no cambia el corazón del hombre de un día para otro, que es difícil, heroico realmente, cambiar una sociedad que se ha construido sobre los valores del egoísmo, la avaricia, el oportunismo y la deslealtad hasta hacerla llegar al sistema de valores humanos basado en la solidaridad, la lealtad, el amor y la igualdad verdadera.

No puede el pueblo olvidar que el enemigo de clase no descansa, que modifica su estrategia, pero no descansa en su empeño de dar por tierra con un sistema social que lo horroriza. Contra el proceso bolivariano el enemigo ha ensayado todas, o casi todas, las estrategias clásicas. Hoy ensaya esta vieja modalidad sin abandonar las otras: exacerbar las pasiones y mezquindades dentro de las filas revolucionarias para lograr su objetivo. Calificar como de ilusos pendejos a quienes llaman al trabajo voluntario, a quienes invocan la conciencia del deber social, la humildad y el amor como banderas, es una de las estrategias más socorridas por los bien acomodados y regodeados en sus privilegios.

Es, por tanto, imperativo, descubrir estos demonios internos. Quitarles la mascara. Decirles “no te vistas que no vas”, o “te conozco mascarita”. No es muy difícil descubrirlos, ellos se denuncian solos, sus nuevos ropajes, sus nuevas viviendas, sus nuevos medios de transporte “asignados”, la profusión de escoltas o guardaespaldas, su inocultable soberbia, todo los denuncia, todo grita más duro que cuanto puedan proclamar ante las cámaras en medio de teatrales aspavientos. Es el momento de emprender una cruzada por la honestidad, la lealtad, la eficacia, la transparencia y la reciedumbre revolucionarias. Sería oportuno recordar que cuando el diablo tentó a Jesús en el desierto y éste fue superando las distintas tentaciones: dinero, poder y fama, el pasaje recoge una temible advertencia: “…y el diablo se fue…para volver”. No aceptó el diablo la derrota, solamente se fue para maquinar nuevas y más demoledoras tentaciones. Siendo fieles transmisores de las políticas que desde el gobierno diseña, manda y vive con toda coherencia Chávez no podrá la derecha tomar nuestros barrios como lo está haciendo. ¡Eficacia administrativa, Coherencia revolucionaria… o muerte, he ahí el dilema! ¡Venceremos!


martinguedez@gmail.com


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Martín Guédez


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