Vargas Llosa

Einstein decía que el talento humano se dispara en una sola dirección, de modo que sólo se puede ser genio en una cosa y cabezorro y desproporcionado en todo lo demás.

Mario Vargas Llosa encaja perfectamente en esta sentencia. Es uno de los más grandes escritores en la actualidad, junto con García Márquez y otros extraordinarios literatos latinoamericanos, en esta era de oro que hoy ilumina nuestro continente. Si algo puede exaltar nuestra vanidad, es compartir una vida con un verdadero artista, porque él es el súmmum de la perfección intelectual.

Vargas Llosa irradia belleza en nuestro espíritu con su genio literario. Es una bendición de Dios.

Pero Einstein tenía razón, su talento se agota en la literatura.

Cuando incurre en la política, se convierte en un hombre común, mediatizado, condicionando su pensamiento a sus taras psíquicas. No puede ocultar su desencanto en política cuando un pequeño hombre, con pocos valores, indigente de la cultura ­ni siquiera domina plenamente el idioma español­, lo derrotó humillantemente ante su propio pueblo en unas elecciones presidenciales que lo indujeron a renunciar o compartir su nacionalidad con otro país que le ha deparado mejores condiciones materiales.

Tenemos que acostumbrarnos en compartir con su brillante obra literaria las pequeñeces de sus posiciones políticas que sólo aplauden la escoria fascista en el mundo. Hasta el colmo que se atreve a escribir en un reciente artículo en un diario nacional, también de corte fascista, que María Corina Machado, en una reunión de intelectuales de derecha, que andan por el mundo como aquellos pordioseros religiosos del medioevo y en nuestros días, predicando que el mundo se acaba mañana, había informado que gente del pueblo no quería votar en Venezuela porque Chávez controlaba su voto en las urnas por medio de satélites. Quiere decir que Vargas Llosa también compartirá la propaganda de que Chávez les quitará los niños a sus padres, sus casas o ranchos y sus vehículos, y, por supuesto, toda esperanza. Una persona que cree en estas necedades y al mismo tiempo respeta la inteligencia humana, por lo menos, debería ser comedido en sus opiniones políticas.

Abogado


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Manuel Quijada


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