Aproximación a la filosofía de lucha del pueblo venezolano en el pensamiento estratégico de Simón Bolívar y José Antonio Páez

Introducción

      La guerra de independencia en Venezuela nos dejó un legado histórico como ningún otro pueblo de América del Sur, sobre todo por la heroicidad de nuestros Libertadores, quienes llevados por el optimismo desafiaron al imperio español más allá de las fronteras patrias.

      Ahora bien, ¿de donde vino este optimismo, esa confianza y esa fe que permitió sortear todos los obstáculos y salir adelante; de luchar y vencer frente a un enemigo superior con una experiencia de lucha en Europa en contra del Ejército de Napoleón? ¿Cuál fue la fuente interna de esa capacidad demostrada por el pueblo venezolano de resistir y vencer?

      Pueden ser disímiles las respuestas, pero indudablemente que, entre muchos factores, un lugar importante lo ocupa la filosofía de lucha del pueblo venezolano, que es parte indisoluble de una cultura nacional de resistencia y combate, surgida en el proceso de conformación y desarrollo de la nacionalidad venezolana, en el enfrentamiento directo a la dominación extranjera.

      Por lo general, esto escapa a la lógica del pensamiento de quienes, por no conocer suficientemente nuestras raíces históricas, les parece imposible que podamos llevar a cabo una guerra popular de resistencia contra cualquier imperio que pretenda vulnerar nuestra soberanía nacional, desestimando hechos históricos como el período de resistencia indígena, la rebelión de los negros de Buría, la rebelión popular de 1814, la aparición de los Centauros de Páez en los llanos venezolanos y el papel de Bolívar para consolidar la “unidad nacional”.

      Es desde esta perspectiva que en esta oportunidad vamos a analizar la filosofía de lucha del pueblo venezolano desde el pensamiento y acción de dos grandes próceres de nuestra historia patria: Bolívar y Páez, tomando en cuenta las enseñanzas e influencias referenciales de clásicos pensadores militares.

  1. Bolívar: la cuestión social y la unidad nacional

     El pensamiento estratégico de Bolívar nos ha permitido analizar el proceso de emancipación americana y organización de las nuevas naciones desde su particular perspectiva. Sus discursos, manifiestos, escritos y correspondencias han sido la ventana desde la cual hemos obtenido una mirada para conocer e interpretar la historia americana entre 1810 y 1830.

      En el estudio de este período se resalta poderosamente la labor de Bolívar y de sus lugartenientes, pues además de sostener una “guerra a muerte” contra España, se mantenía una lucha contra los mismos venezolanos que peleaban por la libertad social. Bien lo refleja Juan Uslar en su obra Historia de la rebelión popular de 1814:

Lo que sucedía era que aquellos hombres abrazaban las banderas realistas como un pretexto para satisfacer sus odios de clase, para realizar la libertad social que anhelaban. Porque de haber estado los poseedores del lado de los realistas ellos hubiesen sido, sin lugar a dudas, fervorosos patriotas. (Uslar, 1968, pp. 8-9).

      Este fenómeno surge a partir de la instauración de la Sociedad Patriótica por el Generalísimo Francisco de Miranda en 1810 y sus fervientes discursos, insuflando los principios de la Revolución Francesa de “igualdad, libertad y fraternidad”, lo que generó en la gente de color, rencores escondidos bajo la opresión.

Sus discursos y proclamas de igualdad y libertad han de ser los primeros martillazos a la cadena que ha de reventar en 1814 ocasionando la  gran rebelión popular y sepultando, sin quererlo él, toda la organización de los blancos, la República y trescientos años de colonialismo sostenido. (idem, pp. 18-19).

      Ahora bien, ¿cómo el Libertador pudo dominar esta situación, imponérsele y controlarla para luego ir a luchar bajo el principio de “unidad nacional” contra la autoridad despótica e imperial del Rey de de España?, ¿cómo pudo combinar su formación y comprensión de las influencias teóricas de los diferentes pensadores y estrategas militares de la época, y adaptarla de manera exitosa en nuestro teatro de la guerra?, ¿qué papel jugó la “estrategia indirecta” de Páez una vez superados los hechos de 1814?

      Sin duda alguna que una de las respuestas a estas interrogantes está en los esfuerzos de Bolívar en sentar las bases de la nacionalidad, el nacimiento de una identidad psicosocial e ideológica y de una nueva identidad nacional basado en la convivencia común de hombres de diferentes razas, origen étnico y extracción social, en las condiciones extremadamente difíciles en que se vieron obligados a afrontar la contienda emancipadora.

      Es la misma idea de la “el pueblo en armas” que condensa Clausewitz y que probablemente haya extraído de las experiencias de la Revolución Francesa y posteriormente de la guerra de independencia de España contra Francia entre 1808 y 1814.    

      Luego de 1814, Bolívar se convierte en un acérrimo defensor o partidario de “el pueblo en armas”, incluyendo a las masas dejadas por Boves en un medio de lucha y, por consiguiente, esta relación va a representar un fortalecimiento de todo el proceso fermentativo que llamamos guerra de independencia.

      El enorme aumento del volumen del Ejército Libertador que dan los ahora “Centauros de Páez” y el carácter nacional de la guerra, nos hacen reconocer la influencia del Conde de Guibert sobre el Libertador Simón Bolívar, en su “Essai General de Táctique” de 1772, sobre todo en el condicionamiento que hace Páez para auspiciar “el reclutamiento de campesinos pobres en las filas del Ejército Libertador”, a cambio de tierras.

      Esta acción estratégica favorece el patriotismo, permitiendo elevar una estrategia nacional de resistencia que le hace pagar un alto precio al agresor, en un enfrentamiento armado donde participa ahora toda la población venezolana. A partir de entonces, la idea de  Montecuccolli de la “unidad de comando” permite llevar con éxito las grandes batallas que se sucederán en años posteriores.

  1. Páez: una nueva forma de hacer la guerra

      Hasta 1816 las batallas libradas por José Antonio Páez como capitán de caballería perseguían sólo el propósito de la defensa del territorio. Es a partir de ese año cuando se consolidó como jefe supremo de los ejércitos llaneros. Su carisma era impresionante y su temeridad, no sólo en la estrategia del combate sino, además, en la acción, le permitió ganar adeptos en su escalada hacia la posición de máximo caudillo.

      Con el propósito de unificar los ejércitos venezolanos, se trasladó Bolívar a los Llanos en busca del general Páez, encuentro que se produjo el 30 de enero de 1818 en el hato Cañafístola. La unión de ambos ejércitos se realizó de manera inmediata y Paéz convenció a Bolívar de seguir una estrategia que los llevaría a enfrentarse a Morillo en las riberas del Apure (considerando, al igual que Sun Tzu, elemental el estudio del adversario y el pleno conocimiento del terreno), y vencerlo en la famosa batalla de las Queseras del Medio, el 2 de abril de 1819.

      En 1821, después de un año de relativa calma, Bolívar rompió la tregua que había pactado con Morillo; y Páez, acatando las órdenes del Libertador, partió a su encuentro desde Achaguas hacia San Carlos, el 10 de mayo de 1821, con 1.000 infantes, 1.500 jinetes, 2.000 caballos de reserva y 4.000 novillos. La cita tenía como propósito planear la estrategia de aquella contienda conocida como la batalla de Carabobo (24 de junio de 1821), en la cual se venció definitivamente a los ejércitos realistas de Venezuela. Diría Bolívar al vicepresidente de Colombia:

El bizarro general Páez, (…) marchó con tal intrepidez sobre la derecha del enemigo que en media hora todo él fue envuelto y cortado. Nada hará jamás bastante honor al valor de estas tropas. (Parte de Carabobo, 1821)

      En Carabobo Páez demostró su genio militar, pero, años antes, en la ejecución de batallas como Chire, Mata de la Miel, Yagual y Mucuritas, ya había definido “una nueva forma de hacer la guerra” distinta a la que se aplicaba hasta el momento.

      Sus tropas peleaban con armas blancas, se hacía el rodeo al enemigo, y se empuñaba la lanza con la cual la víctima caía abatida luego de haber sido levantada, casi a la altura de dos metros, por el impacto del arma sobre su cuerpo. Se atacaba por varios flancos en forma simultánea, por la retaguardia y a contragolpe, que consistía en hacerse perseguir por el enemigo y repentinamente darse la vuelta y emprender el contraataque.

      Parecía que en su forma de hacer la guerra, había estudiado a la perfección a Mauricio de Sajonia por la preocupación demostrada en el fortalecimiento y el entrenamiento de sus combatientes; Federico el Grande por el uso del factor sorpresa y hasta el mismo Napoleón, por el empleo de la movilidad ("vuelvan caras", "¡vuelvan, carajo!" o "volver riendas"). Con esto, atacaba los centros de gravedad del enemigo y explotaba el factor sorpresa con medidas de engaño.

Conclusiones

      Las influencias teóricas de los diferentes pensadores y estrategas militares, y la inspiración o aplicabilidad intuitiva de Bolívar y Páez, definen la filosofía de lucha del pueblo venezolano durante la guerra de independencia, junto a otros tantos como Miranda, Sucre o Ribas.

      Al aproximarnos al pensamiento estratégico del Libertador Simón Bolívar  y del General en Jefe José Antonio Páez, coincidimos en que, en ambos, la acción táctica no era un acto aislado. En el caso del Libertador Simón Bolívar, desde muy temprano observó la realidad histórica, social, geográfica, demográfica, cultural y económica de la naciente República. Ya en su manifiesto de Cartagena de 1812 criticaba el sistema Federal adoptado, insistiendo en que se debía construir una nueva patria a partir de las propias características, posibilidades y circunstancias. Con  respecto al General José Antonio Páez, se conoce que su pensamiento estratégico se desarrolló de manera intuitiva, se hizo combatiente en el campo de batalla y entre 1816-1818 se convierte en el “Centauro de los Llanos”.

      La estrategia del Ejército Libertador tenía el mismo contenido. Una praxis diseñada para enfrentar un enemigo con medios evidentemente superiores. Se trataba de un adversario con amplia experiencia en la guerra convencional, equipado con ingenios bélicos de la más avanzada tecnología de la época. De esta forma, el enemigo se vio superado por la “voluntad de lucha”, el valor del pueblo creció, la combatividad ganó fuerza y la intensidad del combate aumentó hasta que se acercó el punto culminante que decidió, no sólo la independencia de Venezuela, sino de cinco naciones más. 



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