Mito o posibilidad

Aceptación de lo diverso (II)

Al principio se sembraba bajo los árboles, y se aprovechaba todo el entorno a la vez. Las mujeres sembraban y los hombres cazaban. La naturaleza era quién mandaba, era respetada y adorada. Los mismos dioses levaban nombres naturales y representaban sus leyes. No existía la propiedad ni el egoísmo. Esos seres humanos, a pesar de lo que se nos ha querido inculcar, casi seguro fueron más sabios y más felices que los de hoy. Imagino que la naturaleza también estuviese complacida por servirlos.


En algún momento todo cambió, los dioses naturales fueron sustituidos por otros, inventados para satisfacer el egoísmo y el afán de poder, como me escribió Lya, una amiga mexicana, a propósito del anterior artículo, “se tendrá que cambiar el concepto religioso de que el hombre está hecho a usanza y semejanza de Dios, de un dios que se fabricó el hombre mas bien, a semejanza del hombre. Que no es ni con mucho, el verdadero ser superior. Y que si sobra una especie sobre la faz de la tierra, es precisamente el ser humano.” El hombre, de homo sapiens, al decir de mi amiga, “pasó a ser el homo faber, el que hace o deshace y que con su irracional conducta esta demostrando que cualquier especie animal, vegetal o mineral, es superior a el.


Empezamos a volvernos locos paranoides, a inventarnos enemigos -quizá los primeros enemigos fueron los dioses verdaderos y los demás seres humanos- a aislarnos cada vez más, a frustrar profundamente nuestra naturaleza verdadera -a convertirla, de divina en diabólica-. A dividirlo todo en amigos y enemigos, en buenos y malos, en útiles e inútiles etc. y a condenar a muerte al par dialéctico que no sirviese al poder y al egoísmo, con lo que se perdió la armonía, dentro y fuera de los seres humanos. Apareció el demonio como fuerza dominante, y un demonio loco, que invoca a dios para hacer sus felonías y para justificarlas.


Surgió, como consecuencia inevitable, la necesidad de compensar la locura, el ansia de amistad, de amor, de solidaridad, de hermandad, de unidad, de esperanza, de fe, de caridad y hasta de placer, diversión y disfrute, cualidades divinas que no encontramos, ni vamos a encontrar mientras miremos con los inventados lentes diabólicos, y no aprendamos a ver con mirada divina.


La agresividad es hija natural de la frustración y mientras estemos frustrados vamos a ser agresivos, el odio, el maltrato, y la destrucción seguirán su obra. De nuevo cito a Lya “Por supuesto que hay muchísimas excepciones pero si lo analizas lo que predomina es lo que llamo "la canalla", la envidia, la maldad, la simulación.” Y así, lamentablemente, seguirá siendo, hasta que no cambiemos los lentes por miradas.



Posiblemente uno de los primeros enemigos fueron los árboles, que estorbaban a las plantas de las que nos alimentamos, y que, además, prestaban cobija a algunos animales declarados “terroristas", con ciego furor comenzamos la tala de la tierra y las mujeres dejaron de cultivar. Desaparecieron las comunidades y apareció la aislada vivienda, con paredes cada vez más gruesas.


Luego -o antes, da igual- vimos con el lente, que a las plantas “amigas” les afectaban también “enemigos” más pequeños, comenzando por otras plantas, y también animales, que perdieron el derecho a la vida por utilizar el mismo alimento que los más egoístas de los seres. Y ¡claro!, también existía la posibilidad de que otros seres humanos quisiesen comer de la cosecha MIA, a estos también había que desaparecerlos. Y con tesón de brujo negro, el homo diablo, se dedicó a fabricar instrumentos de muerte para hacerlos desaparecer.


Se ha dicho, con razón, que la especie humana se caracteriza por su capacidad de producir instrumentos, los hemos llamado “instrumentos de producción” sin apellido, nos sentimos orgullosos de ellos, por constituir una muestra de nuestra superioridad, lo que es cierto. Pero se nos ha olvidado preguntar cuáles y cuantos son de producción de vida (disfrute, placer, alegría) y cuáles y cuántos son de producción de muerte (destrucción, sufrimiento, tristeza, soledad). Cada vez que miro a la cultura, inevitablemente pienso en la muerte.


Los tóxicos químicos ocuparon su lugar en la “lucha”, junto a las herramientas, y por último, cuando ya casi logramos suplantar a lo natural (A Dios o a los Dioses) comenzamos a utilizar las armas biológicas, incluyendo la “fabricación” de nuevas variedades a partir de la manipulación genética, los transgénicos ya casi nos dan el título de Dioses -o de diablos-

Por cierto la manipulación genética ha producido también posiblemente al SIDA, a ciertos tipos de gripe y a muchas otras enfermedades, aunque se hagan increíbles esfuerzos por negarlo y ocultarlo.


No hay que decir, por evidente, que estas armas han sido utilizadas también contra el hombre (contra aquellos que se quieran comer nuestras cosechas). Que la forma no confesada de luchar contra el hambre, es tratar como un insecto cualquiera a los hambrientos, es decir matándolos, del hambre misma o de cualquier otra causa, haciéndolos infértiles, o enseñándolos (obligándolos) a comer otra cosa.


Con los árboles ha ocurrido un fenómeno curioso y repetitivo, al principio los consideramos intrusos y enemigos. Hasta que el desarrollo de la industria, el aumento de la población (viviendas), y los cambios climáticos, los hicieron necesarios al egoísmo. Entonces comenzamos a sembrar árboles y a fabricar “bosques”, claro que con mucho menos ahínco que con el que los destruimos. “Rectificar es de sabios”. Con una pequeña pero significativa diferencia, el bosque original está compuesto por muchas especies de árboles y el fabricado por una sola.


He tratado la tendencia general del comportamiento “humano”, en este caso con las plantas, pero que se repite hasta el hastío. Muchas aristas tendría el tema, que acaso serían tema para un libro. Sólo he querido llamar la atención del paciente e inteligente lector. Mientras no cambiemos las bases espirituales sobre las que sustentamos nuestro comportamiento y nuestras decisiones, no estaremos en condiciones de salvar a la humanidad del cataclismo inevitable.


Otra lectora, en este caso cubana, ¿será casualidad el género? me preguntaba que se podría hacer, impactada por el tema del primer artículo, decía Tamara: “Me encanta leer sobre estos temas, es bochornoso, triste, horroroso, ver como el Hombre está acabando con el todavía hermoso Planeta Azul y como está a muy poco de extinguir su propia especie… pero, yo me pregunto, ¿es que no hay manera de detener esto?


Aunque me salga del plan temático original, dedicaré las dos próximas cuartillas a responderle, de una cosa si estoy seguro, hay que inventar otras fórmulas. Sonrisa causa lo que hacemos, desde que los organismos internacionales se ocupan de estos temas, en lugar de mejorar, empeoran los problemas. Nos reunimos para resolver el hambre, pues los hambrientos aumentan. Para la paz, más guerras. Para la salud, más enfermos, enfermedades y epidemias. Para la estabilidad, más crisis. En fin…


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Orlando Licea Díaz


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