Cuando el dirigente
de Al Qaeda, Al-Zawahiri comparó a Obama con los esclavos negros, recogía
una crítica de Malcom X sobre el servilismo de los negros contratados
para realizar labores domésticas a cambio de un salario y pernoctar
en casa del patrón. Barack Obama no es un esclavo a la antigua usanza,
pero se acerca bastante a la definición que hiciera Malcom X. En el
mundo contemporáneo, presidentes y cancilleres son encumbrados por
la oligarquía para gestionar sus intereses. Cuando surgen contradicciones,
los que fueron colocados al frente de los Gobiernos deben lidiar con
aquellas, así es el juego.
El plan anunciado por
Obama ha desatado la euforia en las Bolsas, incluso se habla de recuperación,
pero los economistas burgueses dicen que está condenado al fracaso
y acusan al presidente de cargar sobre los ciudadanos inocentes, los
despilfarros del amo. Ese plan, va a crear un banco con dinero público,
al que irán a parar las viviendas que nadie compra y las hipotecas
impagadas. De esa manera los bancos tramposos quedarán limpios y volverán
a prestarse dinero. Si dentro de “unos años” la situación mejorase,
podrían venderse las viviendas y recuperar parte del dinero público.
Pero cuando Obama pide a los demás, apoyo moral y material, Ángela
Merkel le responde que explique cuánto pagará ahora por unas casas
que no valen nada y a qué precio serían vendidas (si lo son) en el
futuro. En definitiva: que fije los precios y se deje de fantasías.
Siempre pasa igual:
cuando hay que rascarse el bolsillo, brillan los puñales. El francés
Sarkozy (el que era “amigo” incondicional de Estados Unidos), ha
hecho causa común con Merkel, frente al primer ministro británico
(aliado de la Casa Blanca) que no ha podido convencerlos para que realicen
más recortes fiscales ni incrementen el gasto público. Merkel, fiel
a sus propios jefes, ha dejado claro que si en su país fueran necesarias
otras medidas, éstas se decidirán en el Parlamento alemán y no en
la Cumbre del G-20, condenada al fracaso antes de iniciarse, por muchas
palabras bonitas que plasmen en la declaración final. La canciller
alemana (que también era “amiga” de América) ha llegado a decirle
a Obama que si auxilia a los bancos, debería hacer lo mismo con la
General Motors instalada en Alemania, porque Berlín no va a soltar
un euro.
Al parecer, Obama piensa
todavía que Estados Unidos continúa siendo un poder omnímodo al que
se subrogan dócilmente sus “aliados”. Hace poco negó que existieran
divisiones entre ellos, acerca de la respuesta que deben dar a la crisis,
afirmando que no hay partidos y que se había creado un debate falso
en los medios pero, como puede verse, de falso, nada. Con todo este
cruce de declaraciones Obama se está quedando arrinconado contra las
cuerdas, empujado por el núcleo duro de La Unión Europea, debido a
que las contradicciones entre los imperialistas se agudizan gravemente
a causa de la situación económica. El presidente tendrá que cambiar
el negro color de su piel (que ya no le procura rédito alguno), por
el amarillo de la precaución. Y mejor que no pase al rojo de la ira,
porque es improbable que, hoy por hoy, los explotados estén dispuestos
a dar su vida por quienes les están robando.