Cuando los Hijos se convierten en un estorbo

Una contribución del Capitalismo a la deshumanización

Aunque no soy una experta en el campo de la sicología, si me creo con derecho de decir que soy una experta de la vida, pues a mis años, que ya superan el medio siglo, he vivido observando las cosas que me rodean y aunque es mí decir que no soy observadora, pues en realidad no es así.

Solo quiero recordar lo que fue mi infancia. Creía que había sido traumática, pero observo la de los hijos de hoy y concluyo que la de ellos es peor. Porque mi mamá pudo tener sus ataques de locura y mi papá el de sinvergüenzura, pero en mis recuerdos, nunca sentí que era un estorbo para ellos. Al contrario, en su humilde condición de ama de casa y obrero, siempre estaban gestionando recursos para cubrir nuestras necesidades y se veían inmensamente felices, cuando en navidad podían comprar nuestros estrenos y juguetes de los reyes magos, después de papá pasar un año de duro trabajo en las varias empresas donde prestó sus servicio, o más bien dejó un pedacito de su corta vida; pues a los 49 años, después de pasar trece años siendo asmático, cuando nunca lo fue de niño, pero si después de salir de la última empresa donde trabajó, murió en uno de sus constantes ataques de asma, en el preciso momento en que el atomizador del cual se convirtió en esclavo, ya no le funcionó.

Bueno, no es sobre mi padre que quiero escribir estas líneas, que bien merece le escriba un libro, donde se recoja en su ejemplo lo que fue en su época la brutal explotación del capital sobre el trabajo del obrero, única riqueza que le podían expropiar. Quiero referirme a los hijos de hoy, pues de repente, por malas jugadas de la vida, se encuentran en esa situación de estorbo y abandono sicológico, diría yo, a la que sus triste padres se ven obligados a someterlos, por un sistema que no termina de morir, para dejar nacer otro, en donde en realidad exista justicia social, para los noveles padres de la actualidad, y no se si decir frustrados abuelos del futuro.

Debo indicar frustrados abuelos del futuro, por que así me siento yo, en el presente. Recuerdo lo hermoso que era sentarnos con mi abuela Lola, con su color tan trigueño, que casi era negro, pero de nariz muy perfilada y rasgos muy finos en su bella cara. Al igual que con mi abuela Ricarda, más seca en su trato, más dura tal vez, porque la carencia de una familia, que nunca pudimos comprobar si existió, le formó un carácter menos dado a demostrar cariño; sinembargo, no tenía que decir los amo o demostrarlo con gestos, pues sin la presencia física de los mismos, sentíamos que era así. Era muy blanca, con rasgos muy parecidos a los “musius”, como solíamos decirle antes a los que no habían nacido en nuestra Patria y eran blancos.

Tampoco es de mis abuelas que quiero contarles, esto lo podemos dejar para otra oportunidad. Sigo insistiendo que es sobre los hijos de hoy que quiero hacer referencia. ¿O tal vez podría decir, que sobre los suyos, amigo o amiga que está leyendo en este momento, lo que me ha dado en el día de hoy por escribir? Se me ha antojado pensar, que si me acompaña en esta reflexión con su lectura, es porque no soy la única que está sometida a la espantosa crueldad, de sentir y vivir, cómo las generaciones nacidas de nuestras entrañas o de las de nuestros hijos e hijas, se han convertido en un estorbo para sus padres.

Debo sustentar mi afirmación, dejando a su consideración aceptar, o Dios quiera sea rechazar, los argumentos que me llevan a concluir con tan cruel afirmación. El primero que usaré, será el que toma como fundamento el hecho de que en merecida justicia y después de tantos años de luchas por movimientos feministas de vanguardia, que nos llevan a sentir orgullo del género al que pertenecemos, abuelas de la actualidad lográramos hacer respetar y valer nuestro derecho a la igualdad. Aunque si lo leemos entre líneas, ubicándonos dentro de la sociedad capitalista en la que vivimos aún, con la esperanza de que logremos cristalizar una nueva y justa para nuestra especie, lo que en realidad hemos alcanzado hasta ahora es la igualdad de condiciones de explotación a la que es sometida el otro género de nuestra especie.

Nos hemos convertido en profesionales, quien les escribe es una abuela ingeniera de la república y quien no ha desperdiciado ninguna oportunidad de estudio que se le haya brindado. A duras penas, nos hemos ido ubicando en diferentes puestos de trabajo, muchas veces difíciles de conseguir por nuestra condición de mujer, pues digan lo que digan, aún existe discriminación de género, sobre todo en empresarios de la empresa privada y lamentablemente en los mismos de algunas públicas; con el cuento aquél de que ese trabajo es muy fuerte para una mujer, así sea profesional; lo que en realidad es una distorsión de lo que es una persona con esta característica, pues en la división del trabajo, cada quien tiene una función específica que cumplir.

En este primer argumento, quiero dejar evidencia de como al someternos a los mismos niveles de explotación que al hombre profesional, en donde tenemos que trabajar y trabajar por horas y horas, superiores al número que se establecen para un obrero, que por lo menos esta parte de los trabajadores, después de tantas luchas y sacrificios, han logrado imponer que se les respeten algunos de sus derechos, lo que hemos conseguido en realidad es dejar en el abandono a nuestros hijos, y debo aclarar, que precisamente por esto tuve que dejar la empresa de bienes y dedicarme a la de servicios educativos, para lograr atender a mis hijas y sacarlas adelante.

Por desgracia para los hijos de hoy, el avance tecnológico actual exige mayor preparación de los profesionales, hombres y mujeres. Esto determina que si sus madres, profesionales a nivel superior, quieren seguir creciendo como tales, deben condenarlos a su ausencia y lo que es peor aún, si las condiciones salariales a las que son sometidas, no les permiten pagar los servicios de una buena guardería, para el caso de los mas pequeños, o contratar los servicios de alguien para que los cuide en la casa, entran en el conflicto de sentir, aunque sea de forma inconsciente, que los hijos e hijas que tienen, en vez de ser una bendición, se conviertan en un estorbo.

Si a la situación anterior le agregamos la forma como se comporten sus parejas, muchos de los cuales, también además de trabajar estudian, la situación se hace compleja, pues lamentablemente aún vivimos en una sociedad caracterizada por la asignación del rol doméstico a la mujer, en donde el hombre solo se limita a cumplir su rol de semental, que trabaja y proporciona el sustento al hogar, sacándole el cuerpo al papel de colaborador con su consorte, el cual facilitaría la tarea de atender el hogar y lo más importante en él: los Hijos e Hijas. La excusa de “estoy cansado”, “trabaje todo el día” o “la noche” y otras más, es raro oírla en boca de una mujer, pues independientemente de que sea así para ésta, su obligación injustamente aceptada, es atender a los hijos al regresar del trabajo o la universidad, sin exigir de forma efectiva la colaboración de quien debe compartir la misma suerte que ella. Debo resaltar que no es cien por ciento así como sucede en todas las parejas, pero si ocurre en un porcentaje alto de las mismas. Esto conlleva, además del problema de la atención de los hijos, a que el Matrimonio se convierta en una pesada carga.

La situación anterior se ve agravada por el hecho de que las abuelas, hasta la generación anterior a la mía, en su mayoría se habían dedicado a oficios del hogar, por lo cual eran un importante apoyo en la cría de los nietos y nietas, pues se encargaban de la educación doméstica de los mismos, mientras sus hijas o nueras se dedicaban a la superación intelectual y económica. Actualmente ya no es así en muchos casos, pues las abuelas de esta época, en buena parte somos profesionales con vidas por realizar aún, y que no podemos dejar de lado nuestras actividades para dedicarnos a esa bella y noble tarea que se nos había asignado hasta la antigüedad reciente. Además, debemos resaltar que los sueldos de nuestras hijas e hijos, no alcanzan para cubrir sus necesidades y menos las nuestras, pues en algunos casos, nuestros ingresos son superiores en mucho a los de ellas y ellos.

Dirán o pensarán que los argumentos que utilizo para darle sentido al nombre que le he dado a este artículo son duros, pero para mi representan mi verdad actual y sospecho que no soy la única abuela que está sometida a esta cruel realidad, que genera frustración, indignación, impotencia y todos aquellos calificativos que podamos darle a esta situación. Tal vez algunas con menos resistencia que yo, ya han llegado a los umbrales de la locura, o quizás se han adentrado sin retorno en ella.

Ahora bien, no es mi intención presentar este escrito solo como un rosario de lamentos, en donde solo se manifieste un quejumbroso corazón frustrado de abuela de la actual modernidad. Si estuviésemos inmersos aún en la desesperanza que nos embargó hasta el 27 de febrero de 1989, que se convirtió en ilusión de esperanza el 4 de febrero de 1992 y en un amanecer de un nuevo día en el mismo febrero de 1999, para así sucesivamente ir construyendo poco a poco una patria bonita, humana y de inclusión; repito, si aún estuviéramos con la desesperanza que nos embargó durante la época de la IV República, estas líneas serían palabras al viento, que desaparecerían hacia la eternidad sin ni siquiera lograr una reflexión en los demás despertar. Estamos viviendo una época de cambios y estos deben manifestarse de una forma directa sobre las comunidades que conforman nuestra amada República Bolivariana de Venezuela.

Dentro de esta perspectiva, se debe buscar una solución conjunta de todas las abuelas que nos vemos sometidas a esta situación, la cual creo sin exagerar es una forma de violencia contra nosotras, pues no creo sea delito que hayamos formado a nuestras hijas como profesionales. El delito es que sean sometidas a la cruel explotación del sistema capitalista que aún vivimos y que además sean condenadas a percibir consciente o inconscientemente a sus hijos e hijas como impedimento a su crecimiento profesional y lo más grave aún que se les impida formarse como personas de alta preparación intelectual, con sentimientos de solidaridad bien definidos, pues si no consiguen ésta para su crecimiento, pues difícilmente podrán manifestarla a sus semejantes.

Voy a lanzar estas reflexiones, con la esperanza de que se genere un movimiento de solidaridad entre las abuelas que experimentan una situación parecida a la mía con nuestras hijas e hijos. Muchas ideas pasan por mi cabeza, pero creo en ese refrán que usaban mucho mis abuelas; una sola golondrina no hace verano. Yo le quiero agregar: necesitamos muchas golondrinas para elevar un fuerte cantar que nos permita una solución alcanzar.

Entre tantas de las ideas que en mi mente se cobija, una solución real para combatir ferozmente la deshumanización acentuada en el modo de explotación capitalista, el cual hizo su debut definitivo como sistema hegemónico de producción con la revolución industrial a mediados del siglo XVIII (1750), es lograr la reducción de la jornada de trabajo. Pero esto no solo bastaría; se requiere además, de un proceso de concientización (con-conocimiento), hacia la clase trabajadora, la cual somos todos, porque hasta el capitalista explotador, se auto explota, y quizás en peor medida, pues su grado de pérdida de condición humana se maximiza, al tener como único Dios el Mercado, quien lo bendice según su creencia con el aumento de su Capital; olvidando como fue su llegada al planeta tierra, tal vez en un momento de amor sublime en que se unieron una célula femenina (óvulo) con una masculina (espermatozoide), la cual según los entendidos en el tema, sobrevivió de entre 40.000.000 (cuarenta millones) que lo intentaron, y que me perdonen los entendidos en el tema sobre los errores que cometa en esta explicación, pues en realidad no soy experta en él. Pero lo cierto es que no traía nada y así mismo lo abandonará.

En nuestra civilización, llamada occidental, en su mayoría, nos decimos Cristianos, independientemente de la corriente del Cristianismo que sigamos; sin embargo seguimos crucificando a Jesús en cada instante de nuestras vidas y peor lo hace el capitalista explotador, pues el alto grado de desamor que experimenta por si mismo le impide que sea capaz de amar a sus semejantes. Que lástima que para acallar la palabra de Jesús, lo hayan tenido que convertir en Dios y así crean que con rezarle veinticinco Padres Nuestros con sus respectivas Ave Marías, van a lograr el perdón de los pecados que cometen contra el resto de sus congéneres.

Lo lamentable de toda esta situación es que no solo se manifiestan los efectos negativos en la continuación de la especie, es decir la procreación y crianza de las generaciones de relevo, sino que también se ve afectada la preservación de la misma, es decir nuestra supervivencia sobre el planeta.

Lo más lamentable aún, es que estamos arrastrando hacia la destrucción al resto de los seres vivos, que para su desgracia tienen la lamentable condición de compartir este momento de evolución del planeta con nuestra especie, que fue dotada de todas las características de su creador, con la misión de convertirlo en un paraíso y lo que en realidad un pequeño grupo de ella ha hecho hasta ahora, es hacer vivir para la gran mayoría el infierno que se describe en los escritos sagrados de las religiones.

 



 ndelgadobarrios@Gmail.com



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