Si hay CIA

En Venezuela operan agentes de la CIA como si estuviesen en casa propia. Entran y salen alegremente. Conspiran con facilidad. Suelen declararse enemigos –por órdenes de su amo- del progreso en los países más pobres; y los latinoamericanos no podíamos ser la excepción. Chávez está estorbándoles demasiado. Todavía le temen a Bolívar. No estamos inventando. Nunca antes un gobierno, como el del petrolero Bush, había estado tan pendiente de esta región del continente americano como ahora. Chomsky lo ha señalado: cuando alguna nación intenta cambiar, los Estados Unidos intervienen para acallar esos deseos. Para lograr ese objetivo está la CIA o el FBI.
De las operaciones encubiertas de la CIA –o del FBI-- no podemos sorprendernos. Gobierno y “oposición” lo dicen alegremente. “Siempre ha sido así”, reitera un conocido “intelectual”. Los empresarios callan. La Jerarquía Católica, también. Quien denuncie o advierta, puede ser tildado de loco o mentiroso. ¿Por qué ocultar una verdad tan cierta como ésta? Ni que fuera novedad o primicia.
Para Chapingo, representante plenipotenciario del Imperio, estos comentarios son pura paja. Y si esta afirmación sale de un embajador tan experto en intromisiones y desestabilizaciones, no deberíamos preocuparnos. Chapingo debe tener razón. Sólo son rumores. La CIA –o el FBI-- está tan preñada de buenas intenciones, como en abril 2002 lo estuvieron quienes participaron abiertamente en el fallido Golpe de Estado; o cuando los meritócratas de PDVSA paralizaron, durante tres meses, nuestra industria petrolera porque siempre creyeron ser dueños del país. Terrorismo a la venezolana. ¿Ya lo olvidamos?
La CIA, por si alguien todavía duda, es una empresa con objetivos bien definidos: informar y desinformar; espionaje y contraespionaje. Llevan y traen encomiendas. Operaciones especiales. Guerra psicológica. Es una agencia “inteligente”. Sirve para montar y desmontar dictaduras; para calificar y descalificar democracias. Ampara y desampara delincuentes. Alimenta revueltas intestinas. Absoluto poder supraterrenal.
Promueve alzamientos militares de derecha. Financia y apoya golpes. Entrena y desembarca mercenarios. Nacionaliza tierras para empresas transnacionales. Respalda partidos políticos proestadounidenses. Provoca acciones contra sindicatos. Desmonta intenciones revolucionarias. Asesina luchas sociales. Descompone nacionalismos. Derrumba muros. Estrangula economías. Aprieta sin aflojar. Allana los caminos del gran capital. Urde. Trama. Teje. Maquina. Protege al Imperio. Éste apoya sus acciones.
Los embajadores, como este Chapingo, reciben instrucciones directas de la CIA. Muévase así. Diga esto. Calle lo otro. Opine. Atice. Tire la piedra y esconda la mano. Haga lo que le venga en gana, porque estos indígenas suramericanos son inofensivos. Son pura bulla. Los tenemos en salsa. Están montados en la olla.
Los hechos históricos no mienten. Estuvieron - y no como pacíficos turistas - en Guatemala, Cuba, República Dominicana, Brasil, Bolivia, Chile, Nicaragua, El Salvador, Granada, Panamá... y Chapingo – hace un año -- saludó con beneplácito la dictadura empresarial del enano Carmona, aquí en Venezuela. ¡Remember! Atrás quedaron nombres: Jacobo Arbenz, Juan Bosch, Joao Goulart, Ernesto Che Guevara, Salvador Allende, Maurice Bishop, Manuel Antonio Noriega y... por poco, Hugo Chávez Frías. ¿Recuerdan?
A la CIA sólo le falta montar una cadena en los cuatro canales del “apocalipsis venezolano”, y decirnos: miren señores. Hasta aquí llegaron ustedes. Ya estamos hartos de Bolívar, Zamora y Rodríguez. Al loco Chávez le tenemos armado su expediente. Y no lo salva ni mandrake. Y a quienes sigan con esa idea ridícula de revolución, los callamos por las “buenas” o por las malas. Tranquilos. Compórtense, pues aquí, ahora - y por siempre - mandamos nosotros. No queremos saber nada de su fulana soberanía. Vuestro destino lo decidimos nosotros. Acepten nuestras reglas o les podemos aplicar la receta archiconocida. En cuestiones de “democracia” somos expertos. Oigan a Chapingo, Reich, Powell y Bush. Ellos nunca se equivocan.





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Giandomenico Puliti

Nació en Mérida el 10 de abril de 1961. Hijo de inmigrantes italianos, de 43 años de edad para el momento de su deceso. Casado y con dos hijos. Al cumplir un año, su familia se traslada a Tovar. Su padre, Arnaldo Puliti, junto a Giustino Sciamanna y Cósimo Salvemini, funda el ?Taller Roma?; empresa metalúrgica familiar de reconocida trayectoria en el Valle del Mocotíes. Cursó todos sus estudios en Tovar. En el Ciclo Diversificado José Nucete Sardi obtuvo el título de Bachiller en Ciencias. Formó parte de la Selección Nacional Juvenil en Campeonatos Panamericanos y Mundiales de Ciclismo. Estuvo compitiendo en Italia, Colombia, República Dominicana, Uruguay y Norteamérica. En la Universidad de Los Andes obtuvo el título de Licenciado en Letras. Cursó estudios de postgrado en Literatura Iberoamericana.


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