Andanzas de conquistadores y clérigos en Venezuela

No han terminado de desembarcar los trescientos hombres que traía Alfinger para su gobernación en Coro, cuando ya hay dimes y diretes entre los recién llegados y los sesenta hombres de Ampíes. Hay acusaciones nimias pero también graves. De pueblo dividido en bandos, es como califica a Coro, diez años más tarde, el Obispo Bastidas.

Hay hechos, como la inmoralidad, y la depravación de las costumbres en Coro y en el Tocuyo, que harían protestar al hombre más tolerante. “En Cubagua, no hay doncella que no haya sido deshonrada”. Santillana, el gobernador, es derrocado porque alardeaba de haberse acostado con todas las mujeres españolas de Coro. Cierto o exagerado, las españolas que había en Coro para esa fecha no pasan de diez.

El Tocuyo, con sus ciento sesenta habitantes, tiene una hetaíra célebre, una buscona como la Catalina de Miranda, natural de Sevilla, un bombón de 18 años, una bellísima mujer que dejará huella en la historia, y en la nomenclatura de las esquinas de Caracas. (La primera cortesana de Venezuela y matrona de grandes familias de fuste) Que llegó a Coro acompañando a Juan de Carvajal, el 1 de enero de 1545. En sus faldas se enredan hombres como Carvajal, García de Paredes. Francisco Fajardo, Rodríguez Suárez y Narváez, entre otros. De tres hombres, Catalina tuvo muchos hijos y murió muy anciana en Caracas hacia 1610.

En la Santiago de León de los sesenta vecinos, hay tres mujeres libres que “dejan sus casas de referencia”: Ana Martel, Juliana Morena y Francisca Hernández.

En la recién fundada Trujillo una epidemia de histeria colectiva entre monjas clarisas tenía por fundamento que sus paternidades, los franciscanos, parece que tomaban su oficio en un sentido muy literal. La epidemia terminó cuando se les permitió a las monjas pasar de hermanas a madres. En esa misma población, los mozalbetes del pueblo (hijos de la conquista) violan a las hermosas indias cuicas, delante de sus padres y hermanos.

En Caracas, el Gobernador Don Juan de Pimentel sucumbe a los encantos de doña Ana Rojas. Una de las tres gracias. (Tres beldades sin par, así llamaban a las hermanas Rojas y Gómez de Ampuero). Pimentel pregunta ¿Y las Tres Gracias, son de raza española? Ni siquiera ellas, Excelencia; aunque presuman de tal y con toda razón, pues de ojos, cabellos y tez parecen cordobesas o sevillanas. El Gobernador Pimentel salta tapias como cualquier muchacho, para acostarse con doña Ana. Sus escándalos conmueven a su gobernación. Doña Ana, además de su belleza excepcional, es la gran matriz de la que habrá de surgir toda la nobleza del valle de Caracas. Entre sus descendientes se cuenta nada menos que Simón Bolívar, El Libertador. Por eso las crónicas son cautas y apenas sugieren que algo hubo entre la hermosa varona y el apuesto gobernador. Sólo hablan que una noche cualquiera, el Gobernador y Capitán General de Venezuela don Juan de Pimentel gatea por los tejados. De pronto el techo se vino abajo cerca de su destino, con el escándalo consiguiente. Los vecinos decían: Si un pelo de doña Ana hala más que una yunta de bueyes, es explicable que don Juan de Pimentel eligiese a Caracas como ciudad capital. Cuando vayan a la Catedral de Caracas observen un vitral. Representa a Santa Ana, patrona de Coro, pero no de Caracas. Sea como haya sido, los caraqueños están muy agradecidos a doña Ana de Rojas por los favores recibidos. Cuando en la Catedral se encuentren con el vitral de su santa patrona, no dejen de pensar en ella.

En 1583 llegó como Gobernador de la Provincia, en sustitución de Pimentel, don Luís de Rojas que incendió la Provincia con sus desmanes; entre otros, al tratar de violar a la bellísima doña Ana Rojas, de quien se había enamorado locamente, El lúbrico gobernador fue destituido y procesado. Se le vio mendigando por las calles de Caracas hasta su muerte en 1600.

El gobernador Francisco Cañas y Merino: (el Africano 1711-1714) Borracho, putañero e irreverente; se emborrachaba en público y andaba a cielo descubierto con las prostitutas más ruines del Silencio. Un martes de carnaval agarró a una muchachita que lo mojó de azulillo y borracho como estaba la robó en vilo ante sus padres y a la orilla del río la violentó.

No menos libertinos son los curas y obispos. En 1579 escribía al rey el capitán Pedro de los Ríos, sobre Fray Pedro de Agreda, segundo obispo de Venezuela: “Era tan incontinente en el vicio de la carne que en cualquier pueblo que está de gran nota de su persona, tanto que está escandalizada toda la tierra, de tal manera que sus flaquezas no se podrían escribir sino en mucho papel, como se vido la pasqua de Navidad pasada, que convidó a su casa a una manceba suya que se tiene noticias y es pública que lo es de más de quince años a esta parte, y vino la dicha con otras cinco ó seis mujeres impúdicas y toda la noche danzaron y bailaron en casa del dicho Obispo, con cinco frailes que con él estaban de lo cuál se siguió grande escándalo al pueblo”.

“El curioso lector querrá saber, qué bailaron estos curas durante toda la noche. La espinosa acusación de Pedro de los Ríos no lo dice, pero un romance del siglo XVII puede ponernos sobre la pista:

El obispo que los vido

Mándales cantar dos coplas.

Apenas cantaron una,

El obispo se alborota:

Levantó luego el roquete

Y bailó más de una hora,

Alborotando la casa,

Cocinas, salas y alcobas;

Todas las cosas, contentas,

Bailaron cinco o seis horas...

No hay fraile tan recogido,

Ni monja tan religiosa

Que en oyendo aqueste son

No deje sus santas horas...

Años más tarde, las mismas acusaciones que son lanzadas contra Agreda, recaen sobre el Obispo Salinas. Muere envenenado en el Tocuyo, según parece nada menos que por obra del gobernador Arias de Vaca. “Sonada fue también la competencia por el Deanato de la Catedral de Coro” de los presbíteros Esteban Mateos, hijo del conquistador, y el portugués Francisco Gómez. Terminó el primero acusando al último de tener tratos con una mujer casada, razón por la cual fue herido por el esposo. En 1576, los alcaldes de Trujillo escriben al Obispo Agreda sobre el ardor de los curas Castillo y Fernández, establecidos en dicho pueblo. El Obispo les contesta con pícara gracia al final de la carta: “Porque vuesas mercedes tengan seguras sus mujeres y sus negras, ni uno ni otro serán curas de esa ciudad”. Hasta Lope de Aguirre (príncipe de la libertad) se escandalizó con la vida que llevaban los curas en Venezuela. Si tales eran los pastores, ¿como serían las ovejas? El Obispo de Caracas Fray Mauro de Tovar, celebraba grandes bacanales en la Catedral de Caracas, con la Maripérez y las beatas de su cofradía.

La Encomienda en Venezuela, tiene tres símbolos: hambre, látigo y cepo. Los indios trabajan para sus amos desde el amanecer hasta la caída de la tarde. “Trabajan para el dicho encomendadero en labranzas de maíz y caña dulce que muelen en un trapiche que tiene, trasnochándolos y madrugándolos para la dicha molienda y demás dello compran de su pobreza las herramientas con que trabajan porque el dicho encomendadero no se las da”. No les dan tiempo a las hembras ni para criar sus hijos. Aran la tierra, despueblan bosques con los dolores de entuertos. Violan las indiecillas antes de que les salga el seno. El hijo del encomendadero Hipólito Rodríguez tortura a un indio llamado Miguel, y luego lo cuelga de una viga porque ha dicho al gobernador que le daba malos tratos. Hay cientos de expedientes como éste. Uno dice: “Dixo que el dicho encomendadero asota de ordinario a los indios y después los aprisiona en grillos. Cadenas y otras priciones de madera”. Veamos otro: “Los mata a palos con un palo gordo que trahe. Aun indio principal lo coxio y amarrados a manos y pies, le dio muchos azotes hasta que lo dejó medio muerto”. El poder del encomendadero llega hasta las indias que se han casado con españoles. El robo a los naturales y la extorsión a los gobernadores, lo mismo que el atropello y la inhumanidad de los encomendaderos. En Venezuela, los gobernadores se suceden a golpe de mandoble. Carvajal mata a los Welzares, Tolosa a Carvajal, Cobos a Fajardo, los margariteños a Cobos ¿Qué está pasando en Venezuela? ¿Es que el Trópico enloquece a los hombres? ¿O es que la locura viaja a bordo de las carabelas? Así fueron los primeros años de la vida de Venezuela.

No crean que el trato que daban a los venezolanos, estos clérigos era diferente al que daban en España a los españoles. No se necesita ir a los tiempos de Torquemada, el Cardenal de Sevilla o el Cardenal de Toledo en tiempos de la Inquisición. Donde erigían grandes Piras en las plazas públicas y asaban a las personas vivas, a la que asistían Obispos y Cardenales y todo el clero, porque les extasiaba el olor a carne humana asada. En el siglo XIX, en esa sociedad, el poder de la Iglesia en el orden material era de primerísima importancia: (5.546 miembros del clero, 8.659 familiares de la Inquisición y 92.727 frailes y monjas repartidos en 3.126 conventos (sin contar los que regentaban hospitales, prisiones, hospicios, etc.) daban un porcentaje de un religioso por cada 50 habitantes, el más elevado de toda Europa. Se ha calculado que los ingresos del clero al comenzar el siglo entre rentas territoriales y urbanas, diezmos y primicias, casuales, derechos de estola y pie de altar alcanzaban la suma de 1.042.000.000 reales por año. Moreau de Jonnés ha llegado a decir que “la parte del clero en la fortuna pública igualaba por lo menos a la mitad del producto neto de tierras y edificios en toda España. Recordemos la manera en que fue ejecutado el General Rafael de Riego, militar que obligó a Fernando VII a Jurar La Constitución de Cádiz y que insurreccionó a las tropas que venían para Venezuela en auxilio de Pablo Morillo, que tanto tuvo que ver con la Independencia de nuestra Patria. Riego compareció el 27 de octubre de 1823 ante un tribunal de excepción que le condenó a la horca. Ultrajado y sometido a toda clase de coacciones fue arrastrado por las calles de Madrid dentro de un serón tirado por un jumento y luego ahorcado y descuartizado en la plaza de la Cebada el día 7 de noviembre; sus restos fueron repartidos por varias localidades de España. Los jerarcas de la Iglesia Católica fueron los promotores de esa atrocidad. Fue entonces cuando Fernando VII promulgó un decreto que comenzaba así: “Con el fin de que desaparezca para siempre del suelo español hasta la más remota idea de que la soberanía reside en otro que en mi real persona...” “El numero de presos fue en poco tiempo tan grande que no pudiendo los tribunales ordinarios juzgarlos con la rapidez que se exigía, ni pudiendo conocer en tales delitos, se crearon las tristemente célebres Comisiones militares y las Juntas de la Fe (encabezadas por el clero) iniciaron, una era de crimines jurídicos, de asesinatos, y proscripciones que alcanzaron a 100.000 personas, pertenecientes a los liberales que desde el 1º de octubre del año 1822 hubiesen hablado o escrito a favor de la Constitución de Cádiz. El monarca cerró de un plumazo todas las universidades. Los mejores hombres de ciencia tuvieron que emigrar. También los hombres de letras conocieron el destierro. Diríase que la vida nacional estaba obligada a petrificarse por real decreto. “Es preciso exterminar a los negros (nombre peyorativo dado a los liberales) hasta la cuarta generación”, decía el periódico fernandino El Restaurador.

Recién en La Guerra Civil de 1936, el Cardenal-Arzobispo de Toledo, Gomá y Tomás, delegado pontificio, promovió y apoyó las medidas de Depuración y Vigilancia, donde se condenaba a la ejecución y confiscación de sus bienes a los funcionarios republicanos que no se sumaran al movimiento franquista. El Cardenal Arzobispo de Sevilla Ilundáin, presidió al lado del general Queipo de Llano, una ceremonia y tomó una posición muy violenta “Hay que barrer toda esta basura... Os advierto: ¡todo el mundo a misa! ¡No admito excusas! (Estas amenazas las lanzaba contra los españoles que no apoyaban el franquismo). La obligación de asistir a misa era apoyada, con serias amenazas. El Nuncio en una nota pidiendo que los matrimonios civiles contraídos sin previa bendición del catolicismo fueran tachados de nulidad y amenazadas con la excomunión las parejas que no se acogieran a tal precepto y se suprimió la legislación sobre el divorcio. El padre Menéndez Reigada y la Compañía de Jesús (jesuitas) consejeros personales de Franco: hizo de ellos los más violentos instigadores de la represión. Dirigían las cabilas que cometían ejecuciones en masa valiéndose del secreto de confesión. Recomiendo el libro (Yo Nunca Renegué del Evangelio) del Presbítero Marino Ayerra Redín, era secretario de la Conferencia Episcopal de Navarra, donde narra los desmanes de estos Obispos, en toda la Región, desde el Ebro al Mar Cantábrico (País Vasco, Navarra y Aragón) y de allí al Mar Mediterráneo (Cataluña). Este señor Presbítero se refugió en el Uruguay, aterrado y avergonzado de las tropelías de sus superiores. También en esta España de 1936. los hombres de ciencia y los hombres de letras conocieron el destierro.

En Venezuela el Cardenal Velasco, (alias zamuro negro) los Obispos Porras, Ugalde, Licker y parte del clero, avalaron el golpe de estado de abril 2002, la derogación de La Constitución Bolivariana, abogaron por el magnicidio del Presidente Constitucional, y apoyaron el genocidio contra el pueblo Bolivariano. En la actualidad el Cardenal Urosa, la Inquisitorial Conferencia Episcopal del Gran Inquisidor Porras y su lugarteniente Likkaaa y los demás obispos, hacen llamados permanentemente a los Marines para que nos invadan y coloquen a sus peones cipayos en el poder, a cambio le ofrecen todas nuestras riquezas naturales (petróleo, minería) y de ñapa a PDVSA y todas las Empresas Estratégicas del Estado. Monseñores, la respuesta es que el concepto de virtud de la Iglesia no es el mejor posible; la respuesta fundamental es que el miedo y el odio pueden, con nuestro conocimiento psicológico presente. Este defecto es heredado de los Evangelios. Donde dicen que nos hagamos como los niños, pero los niños no pueden entender el cálculo diferencial, los principios monetarios, o los métodos modernos de combatir las enfermedades. Quede para el señor de los anillos de la Iglesia Católica, meridianamente clara la evidencia, para todo aquel que no tenga gafas de ciego en los ojos ni ruedas de molino en los oídos. Pues herejes fueron y son también, los Padres de tu Iglesia y con anterioridad, aquellos presuntos apóstoles que, convertidos por el genio manipulador de Pablo en evangelistas forzosos y contra natura. Somos, hijos de nuestras obras, sólo de nuestras obras, y no, nunca, en ningún caso, de eso que los teólogos consideran gracia santificante. Mi opinión acerca de la religión es la de Lucrecio. La considero como una enfermedad nacida del miedo, y como una fuente de indecible miseria para la raza humana.

manueltaibo@cantv.net


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Manuel Taibo


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