Y así son los Wayuu

Para ellos(as), la frontera es una simple estructura geográfica impuesta. No importa si están en el lado que corresponde a Colombia o a Venezuela. Tampoco, es determinante la distancia que deben recorrer para encontrarse. De todas formas ser wayuu se lleva en la sangre y en el corazón. Por eso, cada vez que pueden cuentan al resto del mundo su historia.



Fue Renilda Martínez, de la Red de Mujeres Indígenas Wayuu, quien, con su mirada profunda, su pelo cano, su actitud firme, sus manos, su vestido largo y colorido... nos habló de los wayuu.

Su formación como maestra, le facilitó la tarea. Renilda aclaró, por ejemplo, que la Guajira -nombre con el que se conoce la región donde viven los suyos- es un conjunto de letras y sonidos, nada más. El apelativo tradicional, propio es Tou main, que significa mi tierra. También explicó que wayuu quiere decir persona. Con esos elementos, Renilda comentó la importancia que tienen las mujeres en la cultura wayuu. Por ejemplo, "si una mujer wayuu se casa con un alijuna (no wayuu),ni ella ni sus hijos dejan de ser wayuu. Caso contrario, ocurre con los hombres. Si uno de ellos se junta a una alijuna, sus hijos ya no son wayuu. Esa es la línea matrilineal -no matriarcal- que manejamos".

Pero, ¿de dónde nace ese concepto? La razón natural no pide fuerza, dice: "las mujeres somos las que llevamos la voz cantante, las que albergamos a los hijos durante nueve meses, las que parimos, las que damos la vida".

A diferencia de lo que podría significar en otras culturas, en la nuestra -dice Renilda- los hombres wayuu no tienen problema en aceptar la trascendencia del rol femenino "porque ellos comprenden que las mujeres somos las multiplicadoras de la existencia, aunque ellos, obviamente, también tienen su parte".

Salud y educación

Así como la lista de temas filosóficos de los (as) wayuu es inmensa, también las dificultades lo son. Renilda los agrupa en dos fundamentales: los relacionados con la salud y los que tienen que ver con la educación. En el primer caso, asevera, hablamos de un pueblo hambriento, pero no solo de alimentos, sino de trabajo, de tierra "obviamente, así no se puede ser feliz, ni estar tranquilo. Pese a ello, "tratamos de hacer todo lo posible para sentirnos bien en nuestro propio contexto".

Esta última reflexión viene a consecuencia del problema migratorio a las grandes ciudades que tantos sinsabores trae a los que se van y a los que se quedan. "Un momento de la historia indígena wayuu está relacionado con las 'comodidades' que vislumbrábamos en las inmensas urbes.

De todo el oropel existente había un elemento que brillaba con más fuerza ante los ojos de los (as) sorprendidos wayuu: el agua que caía del grifo. "Resultaba más que sorprendente ver cómo el líquido vital brotaba con tan solo abrir una llave. Era fantástico no tener que caminar kilómetros de kilómetros para obtener un poco de agua. Pero, también era asombroso mirar cómo los alijuntas la desperdiciaban: lavaban y re-lavaban sus autos, sus casas, sus mascotas". El agua es vida, es salud y es inclemente que se vaya de semejante manera".

Respecto de la educación, Renilda se remite al pasado: "las enseñanzas de nuestras madres y abuelas era completa: ellas nos preparaban para la vida, no era un asunto puntual y pasajero, era colmado y para siempre".

En esa preparación participaban todos los integrantes de la familia que fueran equilibrados y serenos: los padres, los tíos (as), los hermanos (as). Ahora, en cambio, la escuela es la que ocupa ese lugar. A pesar de ello, Renilda no desdeña de esa instrucción "porque aprendemos otras destrezas: leer, escribir; nos involucramos en otros campos del conocimiento. Sin embargo, no está bien que endosemos absolutamente todo a la escuela".

Para Renilda es fundamental, por ejemplo, que los niños (as) y los (as) jóvenes sepan descifrar los códigos de la naturaleza: por qué cantan de una u otra forma los pájaros, cuándo se alborotan las hormigas, a qué se deben ciertas reacciones de las abejas, qué significa el mar, los colores de las flores... "Todo ésto y más lo saben los ancianos (as) y nos lo dan como un regalo de vida que hay que tomarlo con los brazos abiertos".

La deuda con Chávez

Con el actual presidente de la República de Venezuela, Hugo Chávez, Renilda dice que los indígenas tienen una deuda moral que saldar. "Él ha permitido un proceso revolucionario que incluye nuestra participación en las decisiones políticas del país mediante la presencia de diputados, de representantes a la Asamblea Constituyente. Por fin dejamos de ser los reemplazos, los suplentes, los secretarios de los secretarios. Esto es algo que reconocemos y de lo que estamos sumamente agradecidos".

Ahora, la voz de los indígenas se escucha: diáfana, fuerte, como la Tou main lo demanda. "Estamos ahí, en un juego político al que no estamos acostumbrados pero que exige nuestra presencia: porque somos parte de la nación, porque nos lo reclama la historia, porque lo requieren nuestros hijos y los que vendrán".

Pero, agradecimiento no es sinónimo de inercia. Por eso, Renilda dice que van pa'lante y con paso firme. "El espacio está abierto y de ahí que los (as) indígenas debemos prepararnos, sabemos que debemos seguir con ánimo, empujar con fuerza este proceso tan vital para nosotros y para la democracia".

Para Renilda resultaría imperdonable abandonar el lugar que se ha ganado con tanto esfuerzo: "si nosotros permitimos que sean los mismos alijunas los que sigan hablando por nosotros, estaremos perdidos, no habremos logrado nada, al contrario habremos retrocedido y eso no puede ser".

El juego político está ahí: candente, movido, expectante, con un sinnúmero de fórmulas por resolver. "No vamos a esperar al presidente Chávez para que nos pregunte: ¡hey! ¿qué pasó? ¿qué han hecho ustedes? ¿participan o no?. Al contrario, nosotros queremos decirle: vea Presidente, tenemos estos proyectos, estas ideas, estamos avanzando, con vigor, con iniciativa, con esa creatividad propia que distingue a los luchadores".

Con estas palabras se fue Renilda, armada hasta los dientes de libros, revistas, folletos de todo aquello "que me servirá para mirar el horizonte de otros, pero siempre, con ojos de wayuu".


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