Carta al Presidente Chávez

Documento sobre soluciones al desabastecimiento

INFORME ESPECIAL DESTINADO AL CIUDADANO PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA, COMO UN APORTE REAL PARA SOLVENTAR DE MANERA PRÁCTICA PROBLEMAS DE INFLACIÓN EN LOS PRECIOS AL CONSUMIDOR Y AUSENCIA DE SOBERANÍA ALIMENTARIA

Preparado por:
Samuel A. Scarpato Mejuto
Docente e investigador adscrito a la UCLA - Barquisimeto
C.I. V-11.429.209


MOTIVO DEL INFORME. Aportar soluciones efectivas para abordar desde otra óptica y con otra estrategia de solución, problemas como: escasez de alimentos; ausencia de soberanía alimentaria; injusta distribución de la riqueza; alza en los precios al consumidor; mercados paralelos; impacto ambiental por la expansión acelerada de la frontera agrícola sobre áreas naturales.

En esta entrega, se abordarán dos aspectos relacionados con esta investigación: (a)Productividad agrícola, y (b)Participación de los productores primarios en los beneficios globales de la cadena agroproductiva y de comercialización, ambos de considerable impacto sobre la paz y la justicia social en nuestro país, como también sobre la diversificación y fortalecimiento de la capacidad de autoabastecimiento e intercambio económico.

ÁMBITOS Y VARIABLES ABORDADAS. Equilibrios Económico y Territorial, como plataforma para dinamizar los Equilibrios Político y Social, mejorando niveles de fortaleza ante el Equilibrio Internacional, explicado por medio de la siguiente correlación (diagnosis actual): (a)Improductividad agrícola como desencadenante del déficit de insumos para la agroindustria y para el comercio interno de alimentos; (b)Improductividad agrícola como argumento oculto para solventar la descompensación en los ingresos familiares de los productores agrícolas, a través de la regulación de precios de colocación de insumos primarios; (c)Improductividad agrícola como pretexto para extender la superficie territorial cultivada, en detrimento de la hidrografía nacional de importancia estratégica;

REFLEXIONES SOBRE EL MODELO ACTUAL. La economía de puertos nunca nos había hecho tan vulnerables como en la actualidad, más aun cuando existen sectores poderosos que muy poco ayudan a solventar la situación; dentro de los cuales existen sectores empresariales cuya participación resultaría más que obvia, haciendo poco original este informe. Pero otro de los sectores poderosos que le hace el juego al desabastecimiento, está conformado por la fuente oficial e instituida de paquetes tecnológicos aplicados al agro: nos estamos refiriendo a una parte considerable del personal y de los conocimientos clave propios de las UNIVERSIDADES NACIONALES, como también del FONIACIT, las FUNDACITES´s, el IVIC, INIA, CIARA y por supuesto, a los entes adscritos al Ministerio del Poder Popular para la Agricultura y Tierras, como FONDAFA, CORPORACIÓN VENEZOLANA AGRARIA, entre otros que, tal vez sin mala fe, no obstante promueven políticas de desarrollo agrario generadas en su mayoría dentro de los laboratorios académicos que promueven la improductividad. Aquí hay que agregar las primera tres cohortes de la, para entonces, MISIÓN VUELVAN CARAS en su Frente Agrícola, adscritas al entonces MINEP, hoy MINEC.

Cuando las instituciones creadas para la formación académica y el desarrollo científico tecnológico, no son capaces de generar soluciones que aborden el aspecto específico de la productividad, es decir, rendimientos por hectárea de rubros agrícolas (bien sea toneladas, kilogramos o quintales cosechados dentro de un mismo ciclo de cultivo y en 10.000 mts2 de siembra, y bajo ciertos estándares de mediana densidad de plantación) o de rubros pecuarios (por ejemplo la cantidad de leche ordeñada por ubre/día), lamentablemente los gigantescos esfuerzos del gobierno nacional sucumben ante uno de los mayores enemigos de nuestra revolución: la ineficiencia académica en cuanto a aplicaciones productivas probadas se refiere.

Esto ha generado todo un proceso de distorsión tanto de la real valoración de los costos y precios en el mercado agroalimentario, como de la posibilidad cada vez menos cierta de proteger importantes áreas naturales hidro estratégicas para el desarrollo nacional, por la permanente expansión de la frontera agrícola en búsqueda de compensar la improductividad agrícola.

Al parecer, pueblo y gobierno hemos abordado el problema de manera circular y a veces tangencial en torno al verdadero problema, pero rara vez de forma estructural y radical, lo cual debe ser orientación y acción de todo proceso revolucionario. Incluso, las propuestas de bien intencionados especialistas provenientes de hermanas repúblicas, siguen sin poder mejorar los rendimientos agrícolas en nuestro país, ante un mercado expectante que si bien despierta cada vez más a criterios de salud y ambiente, no es menos cierto que aun sigue predominando la condición de precios y de suficiencia en la dotación de dicho mercado. Pero veamos algunos ejemplos de improductividad agrícola y su impacto en el desarrollo industrial y, en especial, en el mercado de la distribución y abastecimiento de alimentos.

El rendimiento promedio en el rubro café en Venezuela, es de 7 quintales por hectárea (1 qq. = 46 Kgs), cuando para las potencias mundiales en materia cafetalera, un rendimiento inferior a los 40 qq. por hectárea implica ineficiencia en el manejo del cultivo, y un rendimiento inferior a los 20 qq/ha poco contribuye con la subsistencia de los productores agrícolas; es allí donde el caficultor reclama regulación de precios (cerca de 290.000 Bs./qq., equivalente a 290 Bs.F./qq) para poder compensar sus merecidos ingresos familiares. Aquí reside el problema del enorme peso en la estructura de costos de las industrias transformadoras del café (tostado, molienda y empacado), por eso una taza de café en manos del consumidor final, rara vez baja de 1 U$D.

Con los rendimientos promedio que tenemos en Venezuela, una pequeña familia requerirá intervenir e impactar ambientalmente al menos 15 has de bosques de montaña, para poder generar los ingresos mínimos de subsistencia para un lapso de 6 meses o menos. Se ha querido mejorar los rendimientos por hectárea, incrementando la cantidad de plantas cultivadas en la misma superficie; fue así como hemos distorsionados los niveles óptimos de densidad de siembra para el café, pasando de las 3.000 y 4.000 plantas por hectárea, a 7.000, 9.000 y hasta 11.000 plantas por hectárea, lo cual crea un estrés en la planta que desactiva el mecanismo natural que nuestros ancestros daban fe que la propia planta empleaba para evitar la broca (minúsculo coleóptero -escarabajo- que se ha convertido en una amenazante plaga en la actualidad). Entonces, a los pronunciados problemas de improductividad, ahora se suma un problema cada vez más presente en la caficultora venezolana: el uso de plaguicidas (sean de síntesis químicas o de preparación biológica artesanal).

Resulta realmente terrible que, existiendo en Venezuela tecnologías criollas con comprobados rendimientos que oscilan entre los 60 y 120 qq/ha, es decir, de 10 a 20 veces por encima del promedio nacional, no sea estimulada su difusión, simplemente por no coincidir con los cánones académicos blindados por los procesos de transferencia tecnológica que comienza en las universidades nacionales, pasa por los grandes centros de investigación nacionales, hasta llegar a los organismos oficiales de financiamiento al sector agrícola y pecuario.

A pesar de conocerse registros (reportajes nacionales e internacionales) de excelentes rendimientos por parte de numerosos productores esparcidos por todos los polos y ejes cafetaleros del país, por el hecho de emplear tecnologías que pudiesen dejar en entredicho a complejas investigaciones universitarias, se ha ocultado información valiosa a la población y los organismos competentes en la materia, por lo que han bajado línea ininterrumpidamente en los últimos 40 años, e incluso hoy día, para impedir la publicación masiva de lo que pudiese ser demoledor para las estructuras académicas de nuestras facultades de agronomía y de economía agrícola.

Ejemplos como los mostrados por los primos del M(Ej) Pedro Alastre, Alcalde del Municipio Morán del Estado Lara, quienes obtuvieron por mucho tiempo rendimientos cercanos a 100 qq/ha; o los percibidos en La Puente, Edo. Yaracuy, donde el Sr. Obdulio Suárez obtuvo 80 qq/ha; también el Sr. Héctor Arnoldo Ávila, en Caldera de Barinas, con 75 qq/ha; especial mención al récord mundial en rendimientos de café criollo (cofea arábigo, variedad Typica), con 85 qq/ha obtenidos por el Sr. Tito Quiroz en Maimire, Edo. Yaracuy; como también el reportaje que hiciera el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) en 1998, para dar a conocer estos extraordinarios rendimientos, pareciera desmentir los postulados académicos ineficientes que continúan minando y determinando nuestras políticas científicas en materia agroalimentaria.

El ejemplo del café pudiese ser emblemático, por estar arraigado en 21 estados del país, pero el problema de la improductividad y sus repercusiones es igualmente demostrable en al menos veinticinco rubros de estratégica importancia nacional. Veremos cómo el patrón de la improductividad, es muy similar en otros rubros agropecuarios, donde las implicaciones para la industria, la comercialización y el consumo, pueden ser devastadoras.

Tal vez uno de los resultados más lamentables y de considerables consecuencias para la población, deriva del deficiente manejo del rebaño vacuno en Venezuela. Aspectos como la cantidad de vacas por hectárea, el manejo nutricional del rebaño, los índices de conversión cárnica y los rendimientos de leche por animal/día en nuestro país, desafían torpemente la lógica de los cánones técnicos de al menos los mayores veinte países productores de carne y leche en el mundo.

Si bien nuestro promedio de animales por hectárea no llega a uno o escasamente a dos, recientemente representantes de CONFAGAN sostuvieron en acto televisado, que la cantidad de ocho animales por hectárea, es un promedio aceptable de densidad en el manejo del rebaño, lo cual aun pudiera suscitar el desarrollo de nuevos e institucionalizados latifundios para sostener una ganadería de gran escala pero, insistimos, ineficiente. Existen ejemplos eficientes, donde se pueden apreciar rebaños estabulados y manejados bajo potreros rotativos, cuya densidad promedio supera las 40 cabezas adultas por hectárea.

El tema de la calidad del suelo y su adecuada fertilidad, junto con la adecuada nutrición animal, poco es tomado en cuenta para mejorar el rendimiento de los rebaños, por lo que los investigadores nos hemos concentrado en la genética animal, así como en los suplementos alimenticios descontextualizados, cuando tal vez no esté allí parte determinante del problema. Algunos de los rebaños de buena genética y de altos rendimientos, importados desde hermanas repúblicas, han disminuido su rendimiento en muchos de nuestros potreros. Un pasto aprovechado en su etapa más joven y correctamente nutrido, es capaz de aportar suficientes cantidades de proteínas, como también de minerales como calcio, hierro, magnesio, selenio, zinc, entre otros, pero no es el caso más frecuente en nuestro país.

Si la genética es el factor determinante, ¿Cómo las larvas de abejas, genéticamente idénticas, al proporcionarle a unas miel, y a otras jalea real, además de un trato y crianza especializadas, son capaces de convertirse unas en abejas obreras y otras en abejas reina? Luego, existen factores determinantes para conducir el proceso de la alimentación para hacer más eficiente el desempeño metabólico y sus resultados productivos, pero, siempre dependiendo del adecuado tratamiento contextual, entendido por la restauración del hábitat más próximo al cultivo vegetal o cría animal, que por lo general poco responde a los preceptos académicos difundidos en Venezuela.

Se han conocido casos de bebés humanos que son recuperados de zonas con alta pobreza, donde estarían condenados a la desnutrición y al raquitismo (incluso la muerte), cuyo cambio o mejoramiento de hábitat y de su programa nutricional, hicieron mejorar radicalmente condiciones de peso, estatura y capacidad de fijación de conocimientos. He aquí un ejemplo donde el mejoramiento genético no fue tan determinante para superar los rendimientos específicos. Tal vez el mejoramiento del contexto en el que viven de estos seres, pudiese contribuir a mejorar el desempeño y la participación de un número mayor de individuos, sin necesidad de extraer algunos de ellos por razones de caridad individualista.

Para muchas universidades, pueda parecer un disparate considerar como determinante el hábitat de la planta y de los rebaños, como también un revolucionario programa nutricional específico que pueda desafiar los cánones de la academia, por adecuar a cada rubro y a cada fase en su etapa de desarrollo, una formulación alimenticia sumamente especializada. Estaríamos hablando de unas 345 formulaciones básicas para nutrir con más efectividad a unos 80 a 90 rubros agropecuarios. Tal vez la academia venezolana no conozca más de 16 formulaciones de aplicación general.

Mientras los profesionales universitarios consideramos una hazaña alcanzar promedios de 20 litros de leche por animal/día, por cuanto el promedio nacional rara vez supera los 4 lts/ubre/día, existen experiencias en nuestro país (no reconocidas académicamente) de 52, 57 y más lts/ubre/día con métodos poco mecanizados, como los que hemos visto en algunas fincas bien manejadas, con el ejemplo de la atendida por unos suizos en el caserío Agua Negra, Parroquia San Miguel, Municipio Jiménez del Estado Lara, donde un animal que disminuya los 30 lts/ubre/día pueda ser considerado como ineficiente.

El considerable riesgo que tenemos como nación libre y soberana, al continuar dependiendo de la importación de alimentos y de tecnologías, honestamente está contribuyendo a desarrollar más a las naciones que nos transfieren bienes de consumo, respecto al ritmo de desatrofiamiento del aparato productivo de nuestro país. El reciente anuncio del Ministerio del Poder Popular para la Alimentación, referido a la importación de 60 millones de Kgs. de leche para el año 2008, deja en evidencia la terrible ineficiencia tecnológica que tenemos en el agro venezolano, a pesar del ingente esfuerzo gubernamental.

Otro ejemplo lo vemos en la fuente más emblemática de carbohidratos para el venezolano, como es el maíz, por ello la estratégica mención de este rubro tan arraigado en la cultura y sentir de nuestro pueblo. Al actual gobierno se le atribuye haber incrementado la producción bruta, como también los rendimientos de este noble cereal. Hace diez años, apenas superábamos los 1.500 Kg/ha; hoy estamos sobre los 2.750 Kg/ha, con picos divulgados por nuestro gobierno, de 4.000 y 7.000 Kg/ha.

Sin embargo, existen rendimientos muy superiores, como los del Sr. Wilmer Juvenal Álvarez, en La Virgen, Edo. Yaracuy, con 12.000 Kg/ha, o mejor aun los obtenidos por el Sr. Miguel Pereira Beaumont en el Valle del Tucutunemo, Edo. Aragua, con 17.300 Kg/ha. Pero, por tratarse de tecnologías que burlan los cánones universitarios y promovidos por los órganos crediticios oficiales, simplemente fue ocultada la información. Investigaciones extranjeras, aplicadas a la fisiología del maíz, sugieren que esta planta está en capacidad de lograr tamaños muy superiores a los 2 mts de altura y soportar a no menos de 20 grandes mazorcas cada una, lo cual equivaldría a más de 50.000 Kg/ha de rendimientos netos. Mientras tanto, se cree que con las tecnologías criollas y de poca complejidad académica, como la que hemos detectado, podemos lograr y superar con cierta facilidad rendimientos de 20.000 Kg/ha, lo cual equivaldría a no sólo alcanzar la soberanía alimentaria en el corto plazo, sino la posibilidad cierta de exportar en el mediano plazo, este cereal y sus derivados a naciones hermanas con limitaciones climáticas y edafológicas. Con esta misma tecnología, hemos visto rendimientos en sorgo, que van de 6.000 a 13.000 Kg/ha.

Respecto al rubro Caraota, el rendimiento promedio nacional oscila entre los 600 y 700 Kg/ha y, gracias al mejoramiento genético efectuado por una de las facultades de agronomía más destacadas del país, se logró duplicar este bajo rendimiento. Ahora bien, con el uso de una revolucionaria tecnología, totalmente popular, se han registrado resultados cercanos a 6.000 Kg/ha (casi 10 veces el promedio nacional), con el empleo de semilla criolla, tal como hiciera el Sr. José Amado Orellana, en Humocaro Bajo, Edo. Lara, lo cual demuestra lo que se ha querido expresar en todo el cuerpo del presente documento. Lamentablemente, por tratarse de una tecnología que desafiaba a las complejas investigaciones académicas, por representar mejores rendimientos, sin mejoramiento genético y con disminución de costos en el tratamiento del cultivo, ha sido deliberadamente descartada por los administradores de la ciencia y la tecnología en nuestro país.

De manera idéntica, a pesar que nuestros rendimientos promedio en el rubro Yuca no llegan a 12.000 Kg/ha, se han observado resultados de 52.000 Kg/ha, como lo cosechado por el Sr. José Quiñones en Poblado III de Sabaneta, Edo. Barinas, o mejor aun, lo cosechado por el Sr. Cambiales, en las cercanías a Maturín, Edo. Monagas, con 112.000 Kg/ha, lo cual indica la posibilidad cierta de alcanzar y superar los indicadores de autoabastecimiento en el corto y mediano plazo.

Hemos visto en Licua, Municipio Crespo del Edo. Lara, rendimientos en pimentón logrados con tecnologías alternativas, con resultados de 60.000 Kg/ha, cuando la media nacional no llega a los 9.000 Kg/ha. Con la misma tecnología no convencional, el Sr. Honorio Pérez, cosechó cerca de Chabasquén, Municipio Unda del Edo. Portuguesa, unos 62.000 Kg/ha de tomates; también el Sr. Néstor Gil Betancourt, con cosechas de 82.000 Kg/ha de tomates, cuando la media nacional rara vez sobre pasa los 20.000 Kg/ha. En cuanto al rubro plátanos, vimos en Cuatro Bocas, Edo. Trujillo al Ing. Gilberto Gutiérrez cosechando 33.000 Kg/ha, cuando la media nacional no llega a los 12.000 Kg/ha.

¿Cómo redimensionar el rol e impacto de las universidades, en cuanto al rescate de tecnologías no certificadas pero de grandes resultados? Es indispensable una urgente y objetiva valoración del impacto real que hemos logrado las universidades nacionales y los centros formales de investigación, tomando como base el manejo de recursos propios y transferidos a estas instituciones en las últimas décadas.

Las facultades y escuelas de Economía, Administración, Contaduría, Derecho, Ingeniería, entre otras, poco, increíblemente poco abordaje y aporte hacemos a sectores determinantes para el desarrollo nacional y desconcentración poblacional, como la agricultura y el ambiente (y en buena parte el turismo). Hemos dado la espalda al 90% del territorio nacional, como también a nuestras raíces y a nuestro entorno natural, único sustento del resto de los sectores de la economía.

Aparte, las facultades de agronomía fueron encapsuladas y aisladas de manera deliberada, tanto así, que escuelas de Antropología, Historia y Sociología, tan importantes para traer a la actualidad conocimientos clave de nuestras comunidades originarias respecto al manejo de sistemas de riego, control de plagas, rotación de cultivos, control de la erosión, técnicas para la sustentabilidad del conuco, etc., poco aporte aplicable al agro han hecho, tal como se puede comprobar en las salas de referencia de dichas facultades, donde la proporción de estudios aplicados al tema son tan escasos, que se hace insignificante la lectura estadística.

Por más inversión económica que haga el gobierno nacional, si no se logra un vuelco conceptual y tecnológico real a partir de los ministerios de Educación; Educación Superior; Ciencia y Tecnología; y Agricultura y Tierras, hacia logros realmente productivos, aspectos como revolución económica y soberanía nacional, serán cada vez más difíciles de alcanzar respecto al enorme nivel de expectativas creadas sobre una población esperanzada en la visión de país que muchos soñamos y estamos empeñados en construir y consolidar cada vez más.

Por otra parte, en cuanto a la distribución de la riqueza asociada a los beneficios generados en toda la cadena agroproductiva, desde los productores primarios, pasando por la agroindustria, hasta el comercio de los productos procesados, vemos que quienes más se esfuerzan, esperan y arriesgan, como los son los productores primarios, son los que menos participan en los beneficios globales de toda la cadena agroproductiva.

¿Quiere un indicador global?, pues respecto a los usuarios o consumidores de servicios que han experimentado un increíble crecimiento en nuestro país, como telefonía celular, adquisición de vehículos y viviendas, por ejemplo, sepa Usted que quienes menos participan de estas adquisiciones (incluso proporcionalmente), son los compatriotas domiciliados en zonas rurales. De manera que la brecha socioeconómica, en este sentido, ha aumentado: los habitantes de zonas urbanas han incrementado su estabilidad económica en términos generales, mientras que el campesinado aun no goza de este ascenso socioeconómico, aunque sí ve mejoras en ciertos servicios públicos más básicos.

¿Dónde pudiese radicar esta desigualdad? Se han tratado de compensar los deficientes ingresos de los productores agrícolas, regulando los precios de ciertos productos primarios “a puerta de corral” como la leche, el café, entre otros, cuando esta medida ha ocasionado más bien una burbuja trasladable e imputable a los costos de producción de la agroindustria, cuyo sector (secundario) está corriendo el riesgo de implotar porque, a su vez, están regulados los precios para beneficio del consumidor final.

Se ha querido hacer justicia con los productores agrícolas, castigando al agroindustrial y al consumidor final, cuando se deben crear mecanismos para que el productor primario participe en los beneficios globales del producto ya transformado y comercializado. Estamos hablando de que el socialismo debe integrar como un eje transectorial a productores, industriales y distribuidores, donde a su vez se haga justicia según quién arriesgó más, o quién soportó más en tiempo y espacio de producción.

Hasta ahora se han querido mejorar las condiciones de los sectores primario, secundario y terciario de la economía, pero por medio de programas que poco hacen articular e integrar dichos sectores entre si, por lo menos en lo que a distribución de los beneficios globales se refiere. En pocas palabras, se le achacan al industrial los valores monetarios de colocación de los productos primarios, distorsionando así el resto de la cadena agroproductiva.

Hasta ahora, se espera por un salto cuántico que haga justicia sobre el modo de producción y distribución de la plusvalía que se genera gracias al esfuerzo de un productor que invierte a veces toda una temporada trimestral o semestral (en el caso del maíz, caraotas y casi el resto de cereales y hortalizas.) o todo un año de sacrificios (en el caso del café, ocumo, yuca, entre otros rubros.) con mayores costos proporcionales y más propensión real a sufrir pérdidas totales que, en contraste, se queda con el 10 al 20% de los beneficios globales de su producción, cuando ha aportado en algunos casos más del 60% de la inversión global. ¿Un ejemplo clásico, además de conmovedor? Al café en taza se le saca cerca de 10.000.000 de Bs. (10.000 Bs.F.) por cada quintal tostado y molido (calculando al menos 5.000 tazas de café vendidas a Bs. 2.000 c/u = 2 Bs.F. c/u), mientras que el productor primario, luego de años de terribles sacrificios, no recibe ni el 0,3% de estos beneficios globales.

Entonces, se insiste, la clave no está en reventar a nuestra agroindustria y por consiguiente al consumidor final sino, más bien, lograr que el productor primario reciba una proporción inicial al “arrime” de su producto para, posteriormente percibir otro diferencial o complemento una vez haya concluido el ciclo de transformación y comercialización final. Sólo así lograremos en el corto plazo, presionar de manera natural a la baja de los precios al consumidor. Y, si incorporamos la variable del incremento inteligente de la productividad en el sector primario, entonces resultaría técnicamente difícil revertir la tan ansiada tendencia en la caída de precios al consumidor con ganancias reales compartidas.

RESUMEN DE LA PROPUESTA. En cuanto a la Productividad, existe un compendio de mejoras que pueden adecuarse en la inmediatez a más de ochenta rubros agropecuarios y en casi cualquier piso climático de la geografía nacional. Pero, las personas más autorizadas para explicar tales medidas, son los investigadores populares que han desarrollado revolucionarias teorías acerca del tratamiento del suelo y de la planta, quienes a su vez han manifestado estar dispuestos a patentar a nombre de la nación todos sus aportes; por otra parte, los seres más indicados para demostrar los resultados prácticos, no son los técnicos, sino las plantas y los animales sobre los que se administran dichas tecnologías sumamente productivas y con escaso uso de agroquímicos.

Debemos partir por cambiar los paradigmas con los cuales se observa y concibe la dinámica funcional del suelo, ya no como soporte de las plantas o animales, sino como componente esencial de su hábitat biodinámico y funcionalmente interdependiente. Aquí surgen entonces atributos del suelo, que son poco reconocibles por la tradicional academia venezolana: el tipo, cantidad y localización de cada componente del suelo, responde a un orden perfecto que, al alterar de forma química (natural) o mecánica, podemos potenciar o condenar las mejores cualidades atribuibles al suelo.

Las condiciones óptimas de fertilidad del suelo deben restaurarse de manera independiente al rubro que se va a trabajar en él, es decir, aquí la tradicional concepción de preparación del suelo, pasa a ser restauración del suelo con fines de fertilidad. Por tanto, este proceso inicial puede ser comparable con la “vivienda” en la que se establecerán de manera definitiva, seres vivos que, a diferencia de nosotros los humanos, ellos no pueden correr o huir del espacio asignado para su desarrollo. En este sentido, las condiciones físicas, químicas y biológicas del suelo son, de forma demostrada, más determinantes que la propia genética de la planta. Esta extraña concepción, pareciera desconocer a uno de los padres de la academia moderna: Charles Darwin (la evolución de las especies), y reivindicar a uno de sus antecesores: Jean Baptiste Antoine Pierre de Monet -LAMARK- (la determinación de las condiciones del medio).

Una vez restaurados los valores óptimos de pH; niveles y localización específica del limo, arcilla, arena y materia orgánica asimilable (humus); conductividad eléctrica; humedad; relación de calcio, magnesio y azufre; capacidad de intercambio de cationes; entre otras, se pasa a una segunda gran fase, constituida por el manejo del cultivo como tal, por cuanto el cultivo pudiese ser en apariencia bien tratado pero, sin la “vivienda” adecuada, jamás asimilará correctamente los nutrientes que de manera tradicionalmente copiosa tratamos de administrarle.

Más allá de cada familia botánica, debe administrarse un programa de fertilización específica adecuada a cada rubro y a su vez a cada fase de desarrollo en dicho cultivo específico, por eso hablamos de la necesidad de dar a conocer (que ya están desarrolladas y disponibles para patentarse a nombre de la nación, según los compatriotas desarrolladores de esta tecnología), más de 345 formulaciones específicas de nutrientes organominerales, mezclados de manera tal que sean asimilables de manera más sutil (menos nociva y en dosis menores) por parte de los 80 rubros más cultivados en Venezuela.

Tanto los procedimientos de mezcla de fertilizantes específicos, como los empleados en los laboratorios de suelos para analizar las condiciones de fertilidad de los mismos, deben ser radicalmente mejorados y puestos a la orden de la productividad agraria en nuestro país, por cuanto aun se emplean (se cree que de manera deliberada) métodos de laboratorio desechados hace más de 40 años por parte de naciones desarrolladas (incluyendo Brasil).

De no lograrse la revolución tecnológica (más de procesos que de equipos), dentro de los laboratorios de las universidades nacionales, como también en el INIA, CIEPE, Ministerio del Ambiente, etc., será imposible adecuar esta tecnología al campo venezolano. Por ello uno de los primeros eslabones en la ejecución de esta revolucionaria tecnología, consiste en redimensionar y adecuar los laboratorios nacionales; de allí la grave responsabilidad que tenemos las universidades venezolanas, de donde emanan las directrices técnicas y tecnológicas, así como los profesionales que manejamos los suelos, cultivos y laboratorios.

Tan dramático pareciera el caso que, al parecer, ni siquiera la praxis de la revolucionaria Ley Orgánica de Ciencia, Tecnología e Innovación, como también la hermosa Misión Ciencia, escapan al encapsulamiento academicista que tanto se aleja de los colectivos científicos de base. ¿Quiere ejemplos concretos?, los entes locales que administran estos revolucionarios avances del gobierno nacional, siguen siendo las mismas estructuras preestablecidas (FUNDACITE´s), así como lo que es y hace el actual INIA, poco ha evolucionado respecto a lo que fue el FONAIAP (conservando casi intactas, la estructura orgánica, los procedimientos científicos, buena parte del personal y la infraestructura). De manera que, al respecto, el Ministerio del Poder Popular para la Agricultura y Tierras, no sólo tiene una enorme “camisa de fuerza” que, aparte de limitarle en su accionar, aun peor, ampara y realimenta estas distorsiones por no tener cerca una opción real de mejoramiento de procesos y de resultados, que lamentablemente será desconocida hasta tanto no sea certificada por los centros de investigación oficiales.

En síntesis, no superaremos la improductividad agrícola, con su correspondiente repercusión sobre la escasez de alimentos y alza en sus precios, hasta tanto no liberemos el conocimiento, de la inquisición académica que gobierna una considerable cantidad de procesos propios de la dinámica funcional de muchas de nuestras instituciones. Por ello, la redimensión procedimental en los laboratorios nacionales, así como la reversión del trato que hacemos a nuestros sagrados suelos y aguas, debe ser punto de partida.

Si las instituciones objeto de críticas constructivas en este breve informe, pudieran permitirnos sustentar y asumir parte de la responsabilidad que implica lograr esta innovación y su respectivo impacto socioeconómico para beneficio de la nación, asumiremos con el mayor compromiso la labor que se nos asigne para divulgar y transferir esta revolucionaria tecnología.

En cuanto a la propuesta de redistribución de la riqueza, al redefinir la manera de proteger y hacer participar a los productores agrícolas en la cadena de valor agregado de sus productos, los Consejos Comunales de manera mancomunada, pueden crear un consejo técnico productivo que certifique la calidad y el valor de las cosechas que serán transadas, no en mercados mayoristas, sino en mercados de comercio justo entre comunidades de productores y comunidades de consumidores, según la programación de cultivos conforme la proyección del consumo.

Estamos de acuerdo en desplazar a los inescrupulosos empresarios privados que han secuestrado nuestra cadena de comercialización agrícola pero, vemos como otro error, que el gobierno sustituya a esos empresarios privados en las labores de fijación de precios, acopio, transformación y distribución. Mientras existan intermediarios, sean públicos o privados, será difícil que el productor pueda percibir los beneficios de su esfuerzo real, lo cual aun hoy día, se convierte el plusvalía que queda en manos de los industriales y de los comerciantes.

Si se trata de la explosión del poder popular, ¿Por qué no se ha dejado a las comunidades conectarse con otras comunidades y que sean éstas las protagonistas de su intercambio socio productivo? Creemos firmemente que el capitalismo es abominable venga de donde venga, es decir, bien sea que esté la producción y comercialización en manos privadas o en manos del gobierno…, al menos mientras aun exista el secuestro de las iniciativas populares por parte de la burocracia academicista (la cual justifica de manera “legal” la ingente cantidad de trabas institucionales que padece un productor promedio). De manera que, cuando sea el sabio pueblo organizado, el que asuma el autogobierno, entonces sí veremos justa la intermediación del estado en todos los procesos productivos.

Si los productores primarios logran participar en los beneficios globales, no hará falta entonces dádivas para con ellos en su etapa productiva, puesto que serán justamente reivindicados al percibir una especie de diferencial retroactivo (similar a un bono compensatorio), una vez culminen todas las etapas de transformación y comercialización. Se trata pues, de compartir parte de las ganancias del agroindustrial y, en especial, del distribuidor y comerciante final, para hacerlas retornar a los productores primarios, por medio de los bancos comunales, expresado en bonos canjeables por inversión productiva (insumos, herramientas, maquinarias, etc.), materiales de construcción, o simplemente en efectivo de ser aplicable el caso.

Insistimos, que no se trata de sustituir a grandes monopolios privados, por grandes monopolios públicos en franca competencia entre ambas partes antagónicas; tal como hacen muchas de las Empresa de Producción Social formadas en el país, así como la inmensa mayoría de las empresas “productivas” adscritas a las subsidiarias de la Corporación Venezolana Agraria que, en vez de ser administradas por las comunidades, aun son administradas por funcionarios designados a tal fin. ¿Quiere pruebas? Lea las Gacetas Oficiales, donde con mucha frecuencia de crean estructuras burocráticas y además ocupadas y representadas por funcionarios, muchos de los cuales conocemos su poca trayectoria en esta materia tan delicada.



RESULTADOS ESPERADOS. Se estima que, con la aplicación de esta propuesta parcial, en el corto plazo podamos revolucionar las tecnologías de estudio, comprensión y manejo de los suelos agroproductivos en Venezuela. En este lapso (de 1 a 12 meses), podemos focalizar y potenciar la alta productividad y transferencia de tecnología en al menos 36 comunas de desarrollo endógeno socialista, distribuidas de manera estratégica sobre nuestra geografía nacional. Al final de este período, se cree que se podría dejar de tutorear a las comunidades y puedan asumir en pleno su propio proceso de desarrollo y apropiación tecnológica.

Nos parece necesario que, aparte de estas comunas seleccionadas como grupo experimental, exista una especie de grupo control, es decir, espacios agroproductivos donde no se aplique en absoluto la tecnología sugerida, para así poder comparar la diferenta sustancial entre los resultados de lo aquí propuesto, versus el tratamiento tradicional al agro venezolano.

En el mediano plazo (1 a 3 años), tal vez podamos duplicar el índice interanual de nuestro abastecimiento agrícola a partir de la producción nacional, con la persistencia de ciertos problemas de comercialización y distribución, puesto que el socialismo no es algo que pueda asumirse por decreto, sino por comprensión y adecuación histórica de sus resultados (léase materialismo histórico o materialismo dialéctico).

Del tercer al quinto año de desarrollo y aplicación de esta tecnología, se estima estar suficientemente masificada y apropiada por parte de las comunidades rurales en pleno; a partir de lo cual podamos gozar de suficiente seguridad alimentaria y, más aun, estar en capacidad probada de exportar ciertos rubros que, en los últimos cuarenta años hubiese sido impensable (azúcar, maíz, yuca, leguminosas, etc.).

Esperamos, con estas medidas, además de incrementar nuestra soberanía alimentaria, poder presionar a la baja sostenida de los precios al consumidor, para así poder cumplir y aun mejoras las metas del gobierno nacional, a través del Ministerio del Poder Popular para las Finanzas, de regresar a índices de inflación moderada (un dígito anual).



Samuel Antonio Scarpato Mejuto. Docente e investigador adscrito al Decanato de Administración y Contaduría de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA), con sede en la ciudad de Barquisimeto. Imparte desde el año 2001, la asignatura de Teoría Administrativa II, y también la de Gerencia Ambiental. Es Licenciado en Administración, con Maestría en Gerencia Educacional. Diplomados en Gerencia de Cooperativas y Empresas Agropecuarias, como también en Formación de Consultores y Facilitadotes para la Creación de Empresas. En 1995 ya investigaba en el área de Economía Agrícola aplicada al Desarrollo Sustentable; en ese año representa a Venezuela en un evento científico llevado a cabo en San Juan de Puerto Rico, donde sostiene que las prácticas culturales de nuestra agricultura contribuyen a generar problemas de seguridad nacional, derivados de la improductividad en los rendimientos y de la agresividad contra el medio ambiente, lo que lo llevó a recorrer diversas unidades de producción en el país, hasta encontrar experiencias de agricultura ecológicamente sana y económicamente rentable. Formó parte activa del Frente Ecológico Regional del Estado Lara, y en 1993 es cofundador del Centro de Investigación e Información Ecológica (CINECO). En 1996 recibe la Orden José Félix Ribas en el teatro Teresa Carreño de Caracas, por el desempeño en el área conservacionista. En la actualidad comparte la docencia universitaria, con la Coordinación de Investigación de la Fundación Yahuaruä, desde donde es apoyada la consolidación de Consejos Comunales en zonas rurales e indígenas de Venezuela. El Profesor Scarpato, es ajeno a cualquier partido político, pero comprometido con el proceso de transformación necesaria que vive nuestro país. Contactos: samscarpato@yahoo.com / Telfax (0251) 6356056 - 7195660.




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