Bolívar, el Quijote Generoso

Una de las características fundamentales de los grandes hombres es su ausencia de codicia material, aunada a su voluntad de cambio. El Libertador era el hombre más rico de Venezuela. Murió, sin embargo en la pobreza. Pero no basta la ausencia de codicia. Los grandes hombres, suelen tener una gran generosidad, ser generoso es compartir y cuando nos desprendemos de algo que nos resulta vital.

El Libertador, tuvo muchos gestos de desprendimientos. Veamos uno de ellos. Estamos en el Páramo de Pisba en el año de 1819, las montañas están cubiertas de nieve. El Padre de la Patria, envuelto en su capa, tirita de frío al igual que los otros. Acompañando al Ejército Libertador venían algunas mujeres siguiendo a sus hombres. Esa noche de tempestad una de las mujeres comenzó a parir. El Libertador al saberlo abandonó una pequeña cueva donde se había refugiado con cuatro de sus oficiales y se la cedió a la pobre mujer para que diese a luz. Cuando le informaron que la mujer parió fue a visitarla, con qué, ya salió de eso. Así es Libertador... Y es una niña. El Libertador dice: No es una niña; es Colombia quien ha nacido, descúbranse señores. Pero está morada de frío... Toma, hija, arrópala con mi capa. Un oficial le dice. ¿Pero que hace Libertador? ¿Le va a regalar su capa con el frío que está haciendo? El Libertador le contesta: Más la necesita ella que yo. Salgamos señores, les dice el Libertador conteniendo la tos, las cosas no son de quien las tiene, si no de quien las necesita. Digamos todos viva, Colombia.

¿Y no es quijotesco aquello que en 11 de agosto de 1826 decía a Gual, el plenipotenciario colombiano al Congreso proyectado de Tacubaya, continuación del de Panamá, de que promoviera la expedición libertadora a Cuba y Puerto Rico, para poder marchar luego con mayores fuerzas a España..., si para entonces no quieren la paz los españoles? ¿Todo esto no es profundamente quijotesco?

LA CAMISA DE FELIPILLO

Hacia 1815 vivía a la orilla de la mar un cacique llamado Felipillo, que sí resentía a los españoles por haberle quitado sus tierras, más detestaba a los patriotas por arruinarle las siembras. El indio era amigo de un viejo hacendado español, dueño de una posesión llamada la Floresta, a escasas millas de su aldea. Felipillo, sin otro atuendo que el guayuco y su carcaj solía visitarlo. Felipe era cacique de Mamatoco, una aldea indígena cercana a la Floresta, en San Pedro Alejandrino, Santa Marta, donde murió el Padre de la Patria. Felipillo fue condecorado por el General Pablo Morillo, como no tenía camisa, Don Joaquín de Mier y Terán le regaló una para que le colgaran la condecoración; después del acto, Felipillo en el camino cambió la medalla por dos garrafas de ron y le devolvió la camisa a su dueño, la cual, lavada y planchada, fue a dar a una gaveta en un mueble de la casona y allí estuvo desde 1815 a 1830. Transcurrieron 15 años. Cierto día llegó a la casa del español un señor muy importante, un jefazo como decía la gente. A los pocos días murió. Esa tarde Olegario, el sirviente de don Joaquín, le dijo a Felipillo: ¿A qué no sabes lo que pasó con tu camisa? Pues, con ella, fue que amortajaron al Padre de la Patria. Eso fue el día de su partida a la gloria de los tiempos; ya que la que tenía estaba rota.

Hasta la Victoria Siempre.

Patria. Socialismo o Muerte.

Venceremos.


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Manuel Taibo


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