Boaventura de Sousa Santos, La Mosca, y la Revolución

En una entrevista más o menos reciente que le hicieron a Boaventura de Sousa Santos que tuve la oportunidad de revisar, pude constatar que la Revolución Bolivariana avanza como Gargantúa hacia un futuro de esperanzas para el mundo.

Entre las reflexiones que hacia el Sociólogo, destaco los llamados que hace a las colectividades del mundo: organizaciones sociales, movimientos sociales, familias, comunidades organizadas, pueblos del mundo, a recuperar la capacidad de espanto y sorpresa, “en una sociedad donde la novedad se ha rutinizado”. Que lo novedoso se haga rutina, que lo nuevo sea en su naturaleza obsolescente, que se haya desarrollado como nefasta consecuencia del bombardeo mediático permanente una actitud de “tragedia anticipada, tragedia aceptada”, que ya nada nos sorprenda, no sólo configura como una especie de mecanismo de defensa una peligrosa indolencia, sino que empobrece la vida haciéndola egoísta y monocorde.

El portugués afirma en el mismo sentido, que es un imperativo de la época que recuperemos la capacidad de indignación, “en una sociedad donde la brutalidad y la violencia se han trivializado”, afirmación que expresa un nivel de indolencia más peligroso aún, un nivel donde la re-difusión de las invasiones imperialistas en el mundo, como la de Irak, presentadas como “guerra contra el terror” y convertidas en espectáculo por los tentáculos comunicacionales del capital promotor de la guerra, hacen no sólo que no nos cause la más mínima preocupación, sino que reproduce esa indolencia en nuestra propia sociedad y con nuestras propias guerras, como si la brutalidad del mundo desafiará y desbordara nuestra capacidad de experimentar el dolor.

Ya en este punto, comencé a reflexionar sobre la actitud de la revolución frente a las calamidades, miserias, sufrimientos y destrucción con que el imperio ha inundado e inunda al mundo. Y ciertamente, oteando a la Venezuela revolucionaria podemos observar como ha venido recuperando esa capacidad de espanto, sorpresa e indignación por las que clama el autor de Crítica a la Razón Indolente.

Sobre todo considerando el otro de los llamados a reaccionar de Santos, comprobamos la tesis de que en Venezuela, el antiimperialismo, la contrahegemonía y la alternativa viable ante el neoliberalismo, se hacen cada vez más realidad concreta y ejemplo a seguir. Dice Santos: “tenemos que recuperar la capacidad de ser inconformistas en una sociedad donde cada vez son más grandes las posibilidades de fracasar”, afirmación que se entronca felizmente con la realidad venezolana actual y que recuerda el coro de una canción del grupo argentino La Mosca, cuyo estribillo dice “hoy estoy peor que ayer, pero mejor que mañana, vamos a gritar señor, hasta que no queda nada”, coro pesimista y trágico, expresión de una decadencia teleológica, y seguramente compuesto después de la crisis argentina de 2001.

Sin querer expresar una optimista hilaridad, ni mucho menos resaltar la íntima relación entre la dinámica política y socio-económica y el arte en un país determinado, en Venezuela estamos reescribiendo esa canción, cuyo coro pasa a ser: “Hoy estoy mejor que ayer, pero peor que mañana, vamos a vivir mejor, como el pueblo añoraba…” Continuemos así, reescribiendo la ciencia, el imaginario y la historia.


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