No se aleje, camarada Chávez

Camarada, usted despertó simpatías por la forma de acercarse a la gente, por esa manera tan franca de dar un apretón de mano y mirar a los ojos. Fíjese que el primero en intentar satanizarlo fue Pérez II, ¿lo recuerda? El tipo se dio a la tarea de repetir hasta el cansancio que Chávez era un traidor, un muérgano, un antipatriota y no sé cuántas vainas más.

Pero la gente se lo fue encontrando en la calle. Lo saludaba, se le acercaba con una pregunta o una inquietud. Y el camarada Chávez se mostró con toda su franqueza, ese discurso fresco y directo, ese llamado al cambio, a refundar el país.

Recuerde conmigo aquella escena en Miraflores, cuando el CNE lo multó y usted bajó del Balcón del Pueblo a unirse con aquel gentío que reunía dinero para pagar la multa. Y vimos al Presidente de la República en medio de la gente, recogiendo el efectivo juntado por tantas manos de gente humilde, sin recursos, pero que era capaz de dar lo poco que llevaba en sus bolsillos para que usted, camarada, pagara la multa.

¿Y cómo no recordarlo compartiendo con la gente durante los días del deslave en Vargas? Metido en los barrios, abrazado con tanto dolor producto de la tragedia.

Entendemos que la situación ha cambiado porque sobre su cabeza pesa la amenaza de un magnicidio y en eso los Estados Unidos no se andan con cuentos; pero hay muchas formas de mantenerse cerca de la gente sin arriesgarse físicamente.

Reuniones con pequeños grupos, pero donde usted escuche a los ciudadanos y ciudadanas. Abrir las líneas para las llamadas en su programa Aló Presidente. El correo electrónico como medio de intercambio de opiniones. Llamadas al azar a ciudadanos.

Y así muchas maneras, pero no se deje cercar por quienes lo quieren mantener alejado de la gente; no se deje aislar por aquellos que no cumplen con sus funciones y temen que usted pueda saberlo a partir de la opinión del ciudadano común.

Camarada Presidente, la revolución se puede quedar en sus buenos deseos si no se entera que no está caminando entre los ciudadanos y ciudadanas. La revolución podrá quedarse en una ilusión inconclusa porque a usted lo abruman con metas cumplidas en el papel, con cifras y más cifras frías, sin el calor de la gente común.

Recuerde que a principios de año usted solicitó a sus ministros que estuviesen en sus despachos tantos días a la semana y los otros tantos en el interior del país, haciendo contacto con la gente.

¿Se ha dado cuenta que eso no se ha cumplido?

Llame, escriba, converse, intercambie, escuche, camarada, porque de pronto un buen día puede descubrir que es demasiado tarde.



salima36@cantv.net


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Pedro Salima


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