El racismo en el nuevo milenio, una visión personal

No podemos percibir ninguna diferencia sustancial
frente a la naturaleza y frente a la muerte,
nos vemos obligados a decir que hay sólo
una especie humana.

Robert Antelme



Hoy, a siete años de iniciados el nuevo siglo y el nuevo milenio, afirmar irrevocablemente que el racismo y cualquier otro tipo de prejuicio discriminatorio (sea social, cultural, de género, económico, etc.) es una de las peores taras de nuestro espíritu, una estupidez y un crimen contra los derechos humanos, se hace ―aunque debería ser bastante obvio―, urgente y necesario, una vez más.
El siglo XX, con sus guerras interminables, sus masacres anunciadas, sus desorbitadas injusticias, su mortífera devastación de la naturaleza producto de la infinita codicio de unos cuantos, y la lucha eterna de otros por mejores condiciones de vida, etc. es un ejemplo horrible de lo que pueden ocasionar este tipo de “pensamientos” supremacistas, que por lo regular son parte de ideologías fascistas y de extrema derecha. Baste sólo mencionar como indignante ejemplo los nombres de algunos tristemente célebres dictadores, famosos en el mundo entero por sus violentos crímenes de lesa humanidad: Hitler, Mussolini, Franco y Pinochet, entre otros.

Después de los campos de concentración y de los gulags; de la segregación, las bombas nucleares y el alambre de púas; después de la esclavitud, los linchamientos y el movimiento a nivel mundial por los derechos civiles, después de enormes pintores como Picasso, Gauguin o Siqueiros y Rivera; músicos geniales como Charles Mingus, Duke Ellington o John Lennon; después de Ana Frank y de Primo Levi, ambos entrañables cronistas del infierno del totalitarismo; después de poetas y novelistas tan grandes como Aimé Ceasaire y Nicolás Guillén, o James Baldwin y el premio Nobel africano Woyle Soyinka; y aún después de luchadores universales como Ghandi, Martin Luther King, Malcom X y Nelson Mandela, todavía subsisten grupos descaradamente racistas. Esto es peligrosamente estúpido y ridículo.

La ciencias, la biología, la antropología, la genética, la psiquiatría nos han ido aclarando y enseñando que ninguna de estas ideas tiene un sustento serio, más que el miedo irracional y la Ignorancia, así con mayúsculas. El psiquiatra argelino, Franz Fanon, en sus escritos sobre el colonialismo, analizaba al sentimiento racista como parte de un profundo complejo de inferioridad. Yo ―como me siento menos frente a los demás, alejado por algún problema mental, conocido como alienación― para combatir mi malestar busco a alguien a quien pueda menospreciar, usando cualquier tipo de pretexto pueril como el dinero, el color de la piel o la posición social, y así al hacer sentir menos al otro, yo me contemplo superior aunque sea por un momento.

Caer en este atrasadísimo mecanismo mental es de lo más sencillo. En nuestro país, a pesar de ser una nación netamente mestiza ―esto quiere decir mezclada― persiste una “cultura” (o mejor dicho una falta de cultura) de hacer menosprecio de los indígenas originarios de aquí mismo y antepasados nuestros. Es reprobable y corregible escuchar como el adjetivo “indio” es utilizado para hacer burla o desprestigiar a alguien por numerosos jóvenes en la calle. Es muy probable que estos muchachos ignoren que el termino “indio” es producto de una confusión de Cristóbal Colón, que al pisar estas tierras creyó haber llegado a la India.

Tampoco creo que sepan que en México resisten más de 60 etnias con costumbres, lenguas y conocimientos fascinantes, entre otras: nahuas, tzeltales, tzotziles, seris, mayos, huicholes, otomíes, popolucas, tarahumaras, mazahuas, purépechas...; o que conozcan los mitos mayas o los poemas de Nezahualcóyotl. Tal vez si volvieran la vista hacia su propio interior y miraran su parte más profunda, lograrían distinguir algo aún ardiendo entre sus venas. Tal vez el descubrir su rico pasado de mexicanos les ayudaría a entender su pobre presente sin casi identidad.

Por eso hoy, a siete larguísimos años de iniciado este nuevo milenio, yo les urgiría a las nuevas generaciones a exiliar para siempre en un pasado cada vez más lejano cualquier tipo de ideología discriminatoria o supremacista. Ya que desgraciadamente aún subsiste el dañino virus del pensamiento, ese cancer espiritual conocido simplemente como racismo. Quiero terminar éste escrito con las palabras de el poeta Francès de origen judio Edmond Jabés: pues el racismo no es sino expresión repetida de la negaciòn del hombre, de todo hombre en su riqueza y en su infinita pobreza.

¡Sólo existe una especie humana! Busca información. No dejes que te idioticen.
¡No al racismo!


(*)Por el colectivo La Decena Trágica

Contacto:ladecenatragica@yahoo.com.mx


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